Una persona cercana al electricista, asegura que el imputado quiere mucho al deán y que espera retomar la amistad con el jefe de los canónigos al salir de prisión
¿Actuó Manuel Fernández Castiñeiras solo o contó con la ayuda de cómplices en el caso de la desaparición del Códice Calixtino? Aunque la investigación apunta al robo en solitario, unas declaraciones efectuadas por el encausado ante el juez el pasado mes de agosto, y de las que informa hoy El País, apuntan a que el electricista actuó por encargo del deán de Santiago, José María Díez, y «por otro administrador».
Así figura en un folio de un sumario que cuenta con centenares de páginas. El testimonio (hecho a petición propia del encausado), no obstante, no tiene demasiada credibilidad para la investigación, que considera poco probable que los responsables de la catedral quisieran hacer desaparecer el Códice. El «secuestro pactado» es una hipótesis difícil de asumir.
Según explican miembros de la investigación, la evolución de Castiñeiras es desconcertante. Ahora él sostiene que el robo no fue tal cosa, sino una desaparición pactada, aunque en su primera declaración ante la policía confesó que la sustracción del Códice se debió a un ajuste de cuentas. Desde entonces, se afirmó que el secuestro respondía a un afán de venganza, pero ahora desde instancias judiciales se afina: «No es venganza, sino justicia divina. La venganza es pecado, y Manuel Fernández Castiñeiras es muy religioso. Puede, precisamente, que cuando trabajó para la Iglesia viese cosas, pecados» que no toleraba. Una persona cercana al electricista, asegura, sin embargo, que el imputado quiere mucho al deán y que espera retomar la amistad con el jefe de los canónigos al salir de prisión.