Cuando está roto o en ruina, es cuando el hombre, por fin, intenta volver los ojos a Dios
(Jesús Bastante).- Mamen Sánchez es servidora nacional de la Renovación Carismática, un movimiento en el que asegura que hay «libertad absoluta»: «Tú vas porque el Señor te lleva«, dice.
Afirma que, debido a la crisis, cada vez más gente acude a integrarse en uno de sus grupos: «Las personas tienen cada vez más necesidad de no anclar su vida en lo material«, asegura, y cuenta que los obispos «tiran mucho de nosotros para que vayamos a los encuentros».
Por último, habla de las celebraciones de la Renovación, basadas en la oración y la alabanza: «En la eucaristía nos desmadramos, balbuceamos palabras ininteligibles porque el Espíritu Santo nos manifiesta el lenguaje de Dios«, explica.
¿En qué consiste ser servidora nacional?
En todos los grupos hay un número de personas, en proporción a los hermanos que sea, que son los que disciernen, es decir, los marcan un poco el camino por donde debe ir ese grupo, según lo que el Espíritu Santo nos va indicando en cada momento. Después también hay, a nivel regional, unos servidores que aglutinan todos los grupos de la región; y luego están los servidores nacionales, que son los que se ocupan de todos los grupos de España.
La Renovación Carismática es poco conocida en España, pero tiene una enorme presencia a nivel mundial.
Sí. Como la Renovación es totalmente abierta, no figuras en ningún sitio, es difícil calcular cuántos somos. Pero el número está entre 60 y 80 millones de personas.
¿Qué significa ser de la Renovación Carismática?
Es un proceso espiritual. Yo te diría que en un momento determinado tienes necesidad de un encuentro personal con Cristo, necesidad de una profundización mayor en la fe… Y unas veces porque están ya muy rotos, otras porque tienen necesidad una búsqueda espiritual más profunda, la gente va llegando. Se van integrando en los grupos o en nuestro Seminario de la Vida en el Espíritu, que son 7 semanas en las cuales se proclaman las grandes verdades: que Jesús es el Señor, la conversión, el Espíritu Santo… Y a lo largo de esas 7 semanas hay lo que nosotros llamamos una efusión del Espíritu Santo, o bautismo. Consiste en pedir por cada uno de nuestros hermanos, porque venga el Espíritu Santo y renueve sus vidas. Que les lleve a encontrarse con Jesús de una manera personal. Las consecuencias de esa efusión son tremendas.
¿En qué consiste exactamente ese proceso? ¿Cómo se llena uno de Espíritu?
Bueno, depende del proceso personal de cada uno. En mi caso, yo soy católica, mi familia también y además muy practicante, los dos hermanos de mi padre eran sacerdotes… Yo tengo conciencia de haber pertenecido siempre a Dios, pero Dios era para mi familia algo muy etéreo. No tenían una relación personal con Él, y eso a veces te provoca una sed enorme.
Yo tuve una depresión post-parto grandísima, que me llevó a un odio muy profundo. Un amigo mío dominico me dijo que me iba a llevar a un grupo, y me llevó a la Renovación. Ahí tuve un encuentro con Jesucristo que me hizo experimentar que era un ser vivo: que le podía mirar, que era alguien con quien se podía establecer una relación… A partir de ahí hice el seminario, y al recibir la efusión del Espíritu Santo me cambió la vida. En muchos aspectos: la conciencia de que Jesús está vivo y que te quiere tal como eres, que no tienes que cambiar grandes cosas. Él da la vida por ti, y así se establece una intimidad muy profunda. La Renovación está llamada, en el fondo, a una experiencia mística, a amar más a la Iglesia, a estar mucho más pendientes de todo lo que ocurre a nivel de Papa, de obispos, de encuentros… También me cambió mucho el amor a la Palabra. Nosotros nos guiamos por medio de las Escrituras, también por el propio grupo, que te va acompañando en el camino. Y luego, algo que también es fundamental en nuestra realidad es la alabanza, es decir, la oración que da gracias a Dios por todo. Cuando estás bien y también cuando estás mal, te levantas a alabar a Dios porque es bueno, porque está en tu vida, porque se preocupa de ti. Cuando nos reunimos a orar, lo primero que hacemos es alabar con fuerza. Y siempre tenemos una invocación al Espíritu Santo. En esa alabanza surge espontáneamente lo que llamamos un canto en lenguas, es decir, con palabras de un idioma ininteligible.
¿Sucede así?
Sí, siempre. Eso lo hace el Espíritu. Oramos en lenguas, en el lenguaje de Dios. No sabes lo que estás diciendo, pero sabes que cuando las palabras se quedan cortas hay una experiencia mucho más fuerte dentro de ti, que saca ese balbuceo. Luego suele haber una respuesta del Señor, una palabra de profecía o de conocimiento, con la que nos va indicando por dónde quiere que caminemos.
En una situación como la de hoy, con tanta gente desesperada en tantos ámbitos de la vida, ¿sigue haciéndose presente Dios en vuestra experiencia?
Absolutamente. Tanto en las cosas realmente importantes como en la vida de todos los días. Te asombras de cómo Dios habla constantemente. El problema es sintonizar, escucharle con tu corazón cuando se manifiesta, y responderle desde la libertad. Pero Dios no calla. Lo ves en los acontecimientos, en la oración, en tu realidad diaria. Mi realidad de mujer casada ha cambiado totalmente.
¿Tu marido también pertenece a la Renovación Carismática?
No. Participa de vez en cuando. Y en casa se ha notado. Cuando mi hija pequeña nació yo ya estaba en la Renovación, y estaba acostumbrada a la oración, a atender a los hermanos que llaman, a abrir las puertas a todo el mundo, a irme de retiros y asambleas…
En algunos lugares del mundo os comparan con grupos evangélicos. ¿Te parece una crítica?
En realidad la primera manifestación que hubo fue pentecostal. Lo que pasa que después hubo un retiro en que se manifestó lo mismo que a los protestantes. Nos llamaban pentecostales católicos, y luego el nombre fue derivando. Pero sí es cierto que nuestra raíz, la primera manifestación que se hizo, fue pentecostal.
Entiendo, entonces, que vuestro espíritu es muy ecuménico.
Sí. Yo he asistido a varios encuentros internacionales, y lo habitual es que estemos con anglicanos, obispos y jerarquía de distintas confesiones, y con otras realidades eclesiales. Pero nos entendemos muy bien.
¿Cómo os insertáis en la Iglesia institución?
Muy bien. Los servidores de los que te he hablado siempre se presentan al obispo, y tenemos una relación muy cordial. Entre otras cosas, porque nuestra misión es la oración. Nuestro carisma no tiene acción, la acción se manifiesta a un grupo pequeñito. Pero hacemos un gran servicio a los obispos, a las parroquias, a los sacerdotes. Tiran mucho de nosotros porque somos un apoyo importante.
¿En qué sentido?
A nivel de participación en los encuentros que se organizan, para atender las parroquias o proclamar el Evangelio. Nos piden todo eso, pero nuestra misión es la oración.
¿Cómo veis la Iglesia actual desde la Renovación?
Bueno, sabemos que hay muchos problemas, somos conscientes de ello y rezamos por ello; pero también hay un florecimiento enorme. Cuanto más profunda es la crisis, por ejemplo en España, lo que vamos notando es que más gente acude a buscar a Dios. Humanamente parece que todo está derrotado, que no hay salida, pero Dios es infinito y tiene todo el poder. Yo veo que la gente tiene cada vez más necesidad de no anclar su vida en lo material.
¿Y cómo actúa Dios ante las personas que, por una situación de derrota, de fracaso sentimental o laboral, no terminan de buscarle?
Dios se vale de caminos increíbles. Mucha gente viene por el boca a boca. Vienen a ver porque estaban mal, porque estaban enfermos, porque su matrimonio se había roto y un amigo se lo había dicho… etc. La invitación siempre es «ven y verás». Al principio quizás chocan mucho las manifestaciones externas que tenemos, pero notan que ahí hay algo distinto. Una presencia de Dios fuerte. Muchas veces vienen por ruina. Es entonces cuando el hombre, por fin, intenta volver los ojos a Dios y buscarle. Creo que hay que llegar a pozos muy profundos para decir «¿Señor, dónde estás? ¡Señor, Sálvame!».
¿Dónde se os puede encontrar?
En Madrid somos bastantes grupos. Al que yo pertenezco está en Sáinz de Baranda. Ahí nos reunimos los miércoles de 7 y media a 9 y media.
¿Son grupos muy amplios?
Depende. El mío, que se llama Maranatha, es de los más numerosos, y ha sido un poco como la madre de todos los demás grupos que luego han salido. En Pozuelo hay un grupo también muy numeroso, con Jesús Higueras. Pero también hay grupos más sencillos. Por ejemplo en Aluche, hay tres grupos en la misma calle, porque uno es de jóvenes, otro de personas mayores… En Maranatha nos podemos reunir 200 y pico personas, pero normalmente el resto de grupos no son muy grandes.
¿En España sois unas 2 mil personas?
Sí. Es difícil calcular, pero creemos que ahora mismo debe de haber unos 120 grupos en toda España, y que seremos unos 2.500. Ahora hemos tenido un encuentro, y ha sido bastante numeroso.
¿Tenéis encuentros anuales?
Sí, uno anual, en el que nos reunimos de toda España. Jóvenes, viejos… de todo.
¿Cómo son esos encuentros?
Son de celebración y formación. Siempre hay alabanza, predicación (testimonial o formativa), seminarios específicos, tiempo de adoración, de escuchar al Señor y rendirle culto, y una gran eucaristía en la que nos desmadramos.
¿Son largas las eucaristías?
De dos horas.
¿Cómo os sentís cuando se os mete dentro del mismo saco de lo que se ha llamado «nuevos movimientos» (los kikos, Comunión y Liberación, los Legionarios…)?
Nos sienta bien. A nivel de líderes o de servidores no tenemos mucha relación, pero a nivel de personas sí. En la Renovación hay muchas personas que vienen de los kikos, por ejemplo, o que incluso continúan con ellos. Hay de todo, igual que los sacerdotes: los hay diocesanos o que pertenecen a otras órdenes religiosas.
De este tipo de movimiento, ¿es la Renovación el más abierto?
Sí. Cualquiera puede entrar. Hay libertad absoluta. Tú vas porque el Señor te lleva, porque tienes esa inquietud en el corazón. Pero no estás apuntado en ningún sitio, nunca pasan lista. Si un hermano falta, sí que hay ministerios que se ocupan de llamar a ver qué pasa, pero nadie te pregunta nada. Eso a mí me encantó, y me encantó además porque era el pueblo de Dios: hay ricos, pobres, jóvenes, viejos, listos, menos listos, enfermos sanos… Yo miraba y pensaba que era un reflejo de lo que Jesús quiso. Puede haber desde un catedrático de universidad a un ama de casa, enfermos de SIDA, presos… Abarca todos los estratos de la sociedad.
¿Vuestra experiencia de Dios es vívida?
Ya lo creo. El Espíritu rápidamente te pone en pie y en marcha.
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Cuando oramos, el Espíritu Santo nos hace hablar en el lenguaje de Dios, balbuceando palabras ininteligibles
Nos entendemos muy bien con otras confesiones
Los obispos tiran mucho de nosotros para que vayamos a los encuentros
Cuanto más profunda es la crisis en España, es más gente la que acude a buscar a Dios
La gente tiene cada vez más necesidad de no anclar su vida en lo material
Cuando está roto o en ruina, es cuando el hombre, por fin, intenta volver los ojos a Dios
En la eucaristía nos desmadramos, es nuestra gran celebración
Hay libertad absoluta, vas porque el Señor te lleva