El gran reto que tiene la Iglesia es hacer creíble al Señor, y hacer posible que guste
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(Jesús Bastante).- «Es una pena que un Papa como Benedicto XVI lo deje«. El arzobispo de Valencia, Carlos Osoro, fue el primer «sorprendido» cuando hace una semana Joseph Ratzinger anunció su renuncia.
«Con su renuncia, Benedicto XVI ha dicho como Santa Teresa: sólo Dios basta«, apunta Osoro en una entrevista a RD durante su presencia en Madrid para participar en las 33 Jornadas de Delegados de Apostolado Seglar.
Sobre los posibles sucesores de Benedicto XVI, el arzobispo se abstiene de hacer pronósticos: «como creo en el Espíritu Santo, no quiero armar ninguna especulación sobre el próximo papa«, explica, y concluye hablando sobre el futuro de la Iglesia y la prioridad de la Nueva Evangelización: «El gran reto que tiene la Iglesia es hacer creíble al Señor, y hacer posible que guste».
¿Qué tema se ha abordado en estas jornadas?
El título de las Jornadas es «Diagnóstico de la Sociedad Actual y necesidad de cambios». Hemos empezado con una mesa redonda, con diversos puntos de vista, pero coincidentes en algunos aspectos. Luego vino la intervención del teólogo Santiago Madrigal, que habló desde la perspectiva de la fe y de la reflexión teológica. Y por último, un coloquio entre todos los delegados que han asistido.
¿Es el compromiso social y el trabajo del día a día una parte importante del apostolado?
Sí. Los delegados son, en general, gente con mucho camino recorrido y con muchos compromisos asumidos anteriormente, en tareas profesionales u otros trabajos. Últimamente están al servicio de las iglesias particulares como delegados y coordinadores de la pastoral de los laicos.
¿Se puede cambiar la realidad desde la fuerza del Evangelio?
Creo profundamente que el Evangelio tiene una fuerza de tal calibre, que, efectivamente, produce cambios. Ya Pablo VI nos lo decía: Que el Evangelio, cuando entra, cambia los criterios, la escala de valores… lo cambia todo. Está comprobado a través de la historia de la vida de la Iglesia, que, ante una ruptura o una situación determinada, cuando ha entrado el Evangelio con todas las fuerzas con que tiene que entrar siempre, ha sido capaz de hacer cambios importantes y de recrear la vida y la historia de los hombres de una forma singular, y mucho más humana. Porque en eso consiste el humanismo cristiano, que es el verdadero humanismo.
¿Le sorprendió la noticia de la renuncia de Benedicto XVI?
Por supuesto que me sorprendió. Tuve como tres reacciones: primero una sorpresa muy grande (de hecho, al principio, cuando me lo dijeron, no me lo creía, pensé que era un rumor falso). Después, cuando comprobé que era, verdad, me vinieron muchas cosas a la cabeza de pronto. Pensé que, desde su condición de hombre, lo había pensado todo. Porque el texto que leyó fue muy breve, pero de una profundidad que apunta a tres valores esenciales: por una parte, la talla espiritual del Papa Benedicto XVI, la talla humana que manifiestan también sus palabras, y por supuesto la talla intelectual (porque esto lo ha pensado, le ha dado vueltas, y ha asumido la decisión con todas sus consecuencias). Por tanto, hubo una especie de sabor agridulce. Por una parte, la pena de que un Papa como éste, que ha marcado unas direcciones singulares y esenciales para la marcha de la Iglesia, lo deje. Y por otra parte, la confianza, la misma que él manifiesta en que la Iglesia está dirigida por el Espíritu Santo, que de alguna manera va a entregar el sucesor que necesite la Iglesia.
¿A qué se refería el Papa con sus palabras del Miércoles de Ceniza, al hablar de «la búsqueda del aplauso»? ¿Era una llamada de atención para que en la Iglesia se vean las cosas más en clave de servicio que de búsqueda de poder?
Yo creo que sí. Y esto me recuerda a mi propio mensaje del Miércoles de Ceniza, en la eucaristía que di por la tarde en la catedral ante los cristianos de Valencia: cuando el Evangelio, que tantas veces hemos escuchado, habla de la limosna, de la oración y del ayuno, creo que son tres llamadas esenciales. En ese sentido, coincido no solamente con lo que dijo el Papa aquel día, sino con otros momentos del magisterio de Benedicto XVI: que la limosna es dar la vida con todas las consecuencias. Y dar la vida supone el olvido de sí mismo, que se identifica ciertamente con nuestro Señor cuando nos dice el apóstol Pablo que «no pudo menos que hacerse menos, y olvidarse de que era Dios mismo».
Por otra parte, hoy estamos en unas circunstancias en las que la ruptura del diálogo con Dios está marcando de alguna forma nuestra cultura, y es necesario volver de una forma sencilla, pero profundamente valiente, a establecer este diálogo con Dios. El diálogo con Dios es realizador de la persona humana y constructor de la convivencia; y nos da razones para mirar al otro como hermano y como hijo de Dios que, cuando falta ese diálogo, ciertamente no existen.
Luego, el ayuno supone decir, como Teresa de Ávila, «sólo Dios basta». Sólo hay una cosa que es importante. Y esto es lo que ha dicho Benedicto XVI. Ésa es la dinámica verdadera de anuncio de esa buena noticia, que es lo más apasionante que puede suceder: el Evangelio.
¿Comparte la opinión de algunos cardenales de que los escándalos que han sucedido en los últimos años (la pederastia, los archivos de Vatileaks, las supuestas divisiones en el seno de la Curia…) han podido incidir en la decisión de Benedicto XVI?
Yo sinceramente pienso, como él mismo ha dicho, que lo que le ha influido ha sido ver que son necesarias las obras y las palabras, situar su vida delante de Dios, y ver que es necesaria la espiritualidad, pero también las fuerzas, y que a determinados años uno tiene que tomar decisiones ante Dios, que él considera, además, que en estos momentos van a ser un gran beneficio para la Iglesia. Yo creo que ha sido su conciencia, que él ha puesto su vida ante la verdad y ante Dios mismo, y que esto ha sido lo que ha derivado en esa decisión. Conociendo sus escritos y su trayectoria, me parece que esto es evidente.
¿Podría ser usted elegido en el cónclave, aunque no sea cardenal?
Podemos serlo todos.
¿Qué le pediría al sucesor de Benedicto XVI?
Sabe mucho más lo que necesitamos en este momento el Espíritu Santo, que lo que yo pueda decir. Naturalmente, tengo mis sensibilidades y mis apreciaciones, pero estoy convencido de que nuestro Señor, a través del Espíritu que ha dado a su Iglesia, va a regalarnos lo que necesitemos en este momento, como lo ha hecho a través de la historia. Desde pequeño he visto que el Espíritu Santo ha entregado a la Iglesia, en cada momento, lo que ha necesitado. Cada papa tiene una singularidad especial para el dinamismo de la Iglesia, y para afrontar los momentos que hay que afrontar en cada momento. Como yo creo en eso, no armo ninguna especulación, ni quiero hacerla, para no falsear la identidad propia de la Iglesia (en el sentido de que yo buscaría el que a mí me gusta, pero dejo que sea nuestro Señor, a través de su Espíritu, el que encuentre quién debe ser).
¿Pero tiene usted favoritos?
Como hombre, naturalmente que tengo mis favoritos, como tengo mis maneras de pensar y de conocer a la gente. Pero no quiero entregar ningún pronóstico.
¿Sienta precedente el gesto de Benedicto XVI, de cara al futuro? ¿Es un ejemplo para la Iglesia? ¿Qué retos hay que afrontar a partir de ahora?
El Papa nos ha insistido en estos últimos tiempos, y en el último Sínodo, en la Nueva Evangelización, que es el gran reto que tenemos delante de todos nosotros, que es volver a acercar la Buena Noticia de Cristo a todos los hombres, a todas las culturas, en todas las circunstancias… Y eso no es fácil. El beato Juan Pablo II hablaba de tres elementos sustantivos para la Nueva Evangelización, que debía ser nueva en ardor, nueva en método y nueva en expresión. La novedad en ardor nos la ha explicado también el Papa Benedicto XVI cuando nos ha hablado de la espiritualidad profunda, del encuentro cada día más hondo con nuestro Señor, del calado en la existencia de los hombres… Todo el programa que el Papa nos diseñó para el Año de la Fe me parece que es toda una manera de hacernos ver que la fe es algo esencial en la construcción de la historia y la vida de los hombres. Que el tema de Dios no es secundario, sino fundamental, y que la orientación de este mundo teniendo a Dios presente o ausente, trae unas connotaciones tan distintas y tan diferentes para la propia humanidad, que se nos está invitando a los cristianos a que metamos a Dios en la vida de los hombres. Que demos noticia de Él. Y no es una noticia que se da teóricamente, sino fundamentalmente con nuestro testimonio, con obras y palabras, como dice el Papa. Él, al final del escrito del Año de la Fe, nos habla de los grandes testigos de la fe que han existido a través de todos los tiempos, y hace memoria de todos ellos. Esos testigos son los que necesitamos. Pienso que el gran reto que tiene la Iglesia es hacer creíble al Señor, y hacer posible que guste. Que nos guste estar junto a nuestro Señor porque nos da paz, profundidad y capacidad para afrontar muchas cosas que, sin su luz, no entendemos. Creo que esto es válido para todos los hombres, no solamente para el que cree. Porque muchas veces te encuentras con gente que no cree que, en cambio, te dice «qué a gusto estoy aquí, charlando de estas cosas con usted». Lo cual, en el fondo, quiere decir que hay un hambre de Dios enorme.
¿Y fuera usted el próximo papa?
Te aseguro que es imposible. Primero, porque no creo tener las cualidades que yo pienso que debe tener el sucesor del Papa. Y segundo, porque hay muchos cardenales y obispos que pueden serlo.
¿Cree que ha llegado la hora de un papa no europeo?
Podría ser. En estos momentos hay todas las posibilidades, y no nos cerramos a ninguna. ¿Por qué vamos a cerrarnos? Estaremos orando. Durante el tiempo del cónclave, voy a invitar a los cristianos de Valencia, y a todos los cristianos, a tener muchas horas de oración, a estar alerta, para que mientras que los cardenales estén pensando y valorando, los cristianos estemos rezando para que el Señor, que siempre ha sido bueno con su Iglesia, nos dé lo que más convenga a la Iglesia en estos momentos.
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-Con su renuncia, Benedicto XVI ha dicho como Santa Teresa: «sólo Dios basta»
-Como creo en el Espíritu Santo, no quiero armar ninguna especulación sobre el próximo papa
-El gran reto que tiene la Iglesia es hacer creíble al Señor, y hacer posible que guste