"¿Nos hallamos en un invierno vocacional del todo irrecuperable en Occidente?"
Los obispos españoles advierten de que el descontento por estos «tiempos de desesperanza» ante las crisis políticas, económicas y de valores, que afectan particularmente a los jóvenes, se canaliza a veces «a través de protestas no exentas de violencia» y en otros casos «cabe el peligro de desembocar en una especie de letargo colectivo» al desvanecerse las expectativas de futuro por «la imposibilidad de encontrar un empleo estable o de formar una familia».
Así lo ponen de manifiesto en el documento ‘Vocaciones sacerdotales para el siglo XXI. Hacia una renovada pastoral de las vocaciones al sacerdocio ministerial’, que aprobó la Asamblea Plenaria en abril de 2012, y en el que también alertan de que la sociedad actual se encuentra inmersa en un proceso de secularización «aparentemente imparable»,
«En líneas generales podemos afirmar que nos encontramos inmersos en un proceso de secularización aparentemente imparable y en un contexto cultural y social condicionado por fuertes corrientes de pensamiento laicistas que pretenden excluir a Dios de la vida de las personas y de los pueblos, e intentan que la fe y la práctica de la religión se consideren como un hecho meramente privado», remarcan.
En el documento, presentado ante la preocupación por «el descenso progresivo de las vocaciones sacerdotales que tiene lugar en Occidente en las últimas décadas», los obispos se preguntan: «¿Nos hallamos en un invierno vocacional del todo irrecuperable en Occidente? ¿El descenso vocacional es un signo de los tiempos?».
Según apuntan, «no pocas personas» tienen «una idea de Dios equivocada y confusa, y una concepción incompleta sobre el ser humano y su relación con Dios», algo que, según alertan, puede acabar imponiendo «planteamientos desviados y falsos sobre la verdadera naturaleza de la vocación, que dificultan enormemente su acogida y su comprensión».
Además, añaden que este proceso de secularización, unido al fenómeno de la globalización, han dado lugar, según añaden, a «una crisis en la transmisión de cultura, tradiciones, valores» y a «una cultura consumista, secularizada y materialista que erosiona los cimientos tradicionales de la familia y hace que esta institución se encuentre hoy con «serias dificultades» para la transmisión de valores y tradiciones.
«El resultado es un hombre débil, sin fuerza de voluntad para comprometerse, celoso de su independencia, pero que considera difíciles las relaciones humanas básicas como la amistad, la confianza, la fidelidad a los vínculos personales. Un hombre falto de consistencia, fragmentado y líquido», puntualizan.
No obstante, ante la «pérdida del sentido de Dios» y una «especie de sequía vocacional progresiva y aparentemente irremediable» en un tiempo en el que, según indican, la voz del Señor parece «ahogada por otras voces y la propuesta de seguirlo, entregando la propia vida, puede parecer demasiado difícil», los obispos responden que es «la hora de la fe».
En esta línea, afirman que es «un tiempo apasionante para vivir el sacerdocio» y para ello, según indican, los sacerdotes han de mostrarse como lo que son: «Hombres de Dios, amigos del Señor Jesús, que aman a la Iglesia, que se entregan hasta dar la vida por la salvación de los hombres, maestros de oración que dan respuesta a los interrogantes del hombre de hoy, aspirando siempre a la santidad y ofreciendo un testimonio de una alegría incesante».
Además, consideran que es necesario superar la secularización dentro de las familias y recuperarlas como el primer lugar de educación en la fe del joven. «No es fácil que broten vocaciones al sacerdocio en un ambiente de secularización y consumismo como el nuestro. Por eso, la primera tarea consiste en ayudar a los padres a superar los condicionamientos y presiones de la cultura dominante», añaden.
La influencia «negativa» de esta secularización afecta a la misma concepción del matrimonio y de la familia y, según remarcan, si la vocación matrimonial se resiente, también lo hace la familia como lugar de educación vocacional. Además, otra amenaza para el futuro de las sociedades europeas y que influye en el descenso de vocaciones es, a su juicio, «el descenso alarmante de la natalidad».
Entre los ambientes para promover las vocaciones, destacan la acción caritativa, la parroquia, el testimonio de vida personal como el mejor medio para tender puentes con los jóvenes de hoy y las escuelas católicas donde los obispos piden «proyectos educativos equilibrados y completos» y que los educadores cristianos, además de competencia y preparación, tengan «un firme sentido de pertenencia eclesial».
Igualmente, reclaman un «cuidado especial de las clases de religión y de otras actividades de carácter religioso» y sugieren la realización de actividades extraescolares, en las que se promueva la dimensión vocacional. Además, consideran «muy importante» la presencia del sacerdote, siendo necesario, a su juicio, en cada escuela al menos un director espiritual y siendo de gran valor incorporar la figura del promotor vocacional.
No obstante, advierten de que cada vocación es personal y diferente pues los caminos del Señor pueden tomar «la forma de descabalgar súbitamente a Pablo del caballo que le conducía por la vida» o tomar la forma de «una suave y persistente inclinación en el ánimo que experimenta el llamado desde su infancia».
En esta línea, precisan que «no cabe ningún tipo de manipulaciones que pudieran inclinar la balanza de la decisión en una dirección concreta» y que también «debe quedar excluido todo planteamiento del sacerdocio como posible camino de promoción social o de modus vivendi» pues el sacerdocio es «un don de Dios».
Camino y el matrimonio gay
El portavoz y secretario general de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, ha achacado la crisis de natalidad a «la falta de protección del matrimonio en España», ante preguntas sobre las declaraciones del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, quien señaló que el matrimonio entre personas del mismo sexo «no debe tener la misma protección por parte de los poderes públicos» pues no garantiza la pervivencia de la especie.
En este sentido, Martínez Camino ha reiterado que las leyes actuales sobre matrimonio en España son «gravemente injustas». «Hay una especie de destrucción del matrimonio por la vía legal. El matrimonio en su especificidad como unión del hombre y la mujer no es reconocido por la ley. Es un retroceso en los derechos de gran calado», ha subrayado, remitiéndose al documento ‘La verdad del amor humano’.
Así lo ha indicado durante la presentación del documento ‘Vocaciones sacerdotales para el siglo XXI. Hacia una renovada pastoral de las vocaciones al sacerdocio ministerial’, aprobado por la Asamblea Plenaria de abril de 2012.
Preguntado por la opinión del ministro del Interior y sobre la reacción de algunos miembros de su partido, el portavoz de la CEE se ha cuestionado «cómo puede ser que las leyes españolas no reconozcan el derecho de los españoles a ser esposo y esposa». «¿Cómo puede haber un orden legal justo que no lo reconozca?», ha insistido, al tiempo que ha precisado que no va a contestar sobre cuestiones políticas concretas ni menos, entrar en el debate interno de un partido.
Asimismo, ha añadido que aunque el matrimonio entre hombre y mujer no está excluido en la legislación —«¡Estaría bueno que estuviese prohibido!»–, no está reconocido y es «una gravísima injusticia».
Martínez Camino ha subrayado que el matrimonio es «la unión entre un hombre y una mujer» y se ha mostrado preocupado ante el hecho de que haya leyes que regulan la especificidad de una marca de un producto agrícola y, en cambio, no haya leyes que reconozcan en su especificidad «un hecho humano de tanta trascendencia» como el matrimonio que, según ha recordado, ha sido reconocido «en todas las leyes positivas del mundo».