Hay un nuevo clima, que ha suscitado una aceptación mayor de la Iglesia, frente a reticencias que había antes. Y eso nos va a venir bien a todos
(José Manuel Vidal).- En Barajas, mientras esperamos las maletas, charlamos un rato con monseñor Vicente Jiménez Zamora, obispo de Santander. Define la JMJ 2013 como «un gran Pentecostés eclesial» y se muestra todavía impresionado por la respuesta de los jóvenes ante la visita de Francisco: «Cuando el Papa pedía silencio, se hacía silencio absoluto», cuenta, y valora que el Papa «no se ha dirigido a los jóvenes como un bloque aislado, sino que ha enviado mensajes también a los políticos y a los obispos».
También asegura que pretende transmitir en su diócesis el deber de ‘salir a las periferias’, un «leitmotiv constante en los mensajes y en la doctrina de Francisco», en palabras de Jiménez Zamora.
¿Qué sensación trae, Monseñor?
Una sensación de gozo inmenso y de gran esperanza. Creo que ha sido una Jornada Mundial de la Juventud con muchas novedades frente a las anteriores jornadas, en primer lugar por ser el nuevo Papa latinoamericano; por los mensajes directos que ha tenido, con un estilo pedagógico muy cercano a los jóvenes.
Creo que ha entusiasmado a la gente y que ha despertado una gran esperanza, no sólo en la Iglesia sino también en la comunidad internacional.
¿Puede decirse que ha sido un éxito arrollador a todos los niveles, tanto para el Papa como para el resto de la Iglesia?
Por supuesto. Por la participación masiva, por la organización y por el propio Papa, al que se le veía contentísimo, sobre todo ayer, en la misa última de envío.
¿Con qué se queda, de todos los actos y gestos que ha habido?
Me quedo con la fortaleza del Papa, con su libertad para decir lo que tenía que decir, y sobre todo con la alegría y el orden que han tenido los jóvenes. Ha sido emocionante ver esa inmensa masa de casi tres millones de jóvenes sin ningún desorden, con alegría… A los obispos nos paraban por las calles, nos pedían la bendición, querían sacarse fotografías con nosotros… Ha sido una gran fiesta de la fe, un gran Pentecostés eclesial.
¿Y de oración?
Sí. Cuando el Papa pedía silencio, se hacía silencio absoluto. La Vigilia fue preciosa, además muy bien organizada desde la imagen de la construcción de la Iglesia. La organización de las celebraciones creo que ha sido perfecta, y ha habido mensajes muy directos que todos los jóvenes han podido captar.
¿El estilo celebrativo ha cambiado?
Sí, se nota. Es más sobrio y más directo, como los mensajes del Papa: muy cortos, muy breves, siempre con tres puntos o tres imágenes.
¿Responde eso a la didáctica jesuita?
Sí, a la línea ignaciana. Francisco ha sido director de ejercicios espirituales, maestro de novicios… Por eso introduce tres temas y los desarrolla, añadiendo bastante a lo que lleva y recogiendo también. Además se ha defendido muy bien porque ha hablado poco en portugués, y el resto lo ha hecho en español. Con lo cual, ha estado en su salsa.
¿Se le ve rejuvenecido?
Sí. Han sido unas jornadas maratonianas, y estaba más fresco que nosotros.
¿Qué imagen le ha parecido más impactante?
Cómo acaricia a los niños, cómo les sonríe, y con qué gestos de admiración le ven lo pequeños. Eso me ha impresionado. También el diálogo en el que convirtió la homilía, con esa masa tan inmensa que repetía con él lo que él pidiera.
Le ha impresionado la interacción con los jóvenes en las misas?
Sí. Eso es una técnica pedagógica para atraer la atención, que hace que se graben los mensajes de tal manera que a cualquier chico que se le pregunte qué ha dicho el Papa, lo sabrá resumir en tres palabras.
¿A los obispos les ha tirado de las orejas?
Lógicamente. Nos ha pedido que seamos auténticos y coherentes, y que acompañemos a la juventud y a los sacerdotes. Ha sido una Semana de la Juventud que, no obstante, no se ha centrado sólo en los jóvenes: ha habido mensajes para los dirigentes, para los políticos, para los obispos, para los sacerdotes, para los religiosos… A los jóvenes les ha pedido integrarse en la sociedad, mirando por los ancianos, mirando por los niños… No se ha dirigido a los jóvenes como un bloque aislado.
Se ha centrado mucho en el mensaje de la salida, de ir al mundo, salir a las periferias… El envío es un leitmotiv constante en sus mensajes y en su doctrina, y en Latinoamérica suena más todavía. Porque en Europa puede haber problemas de relativismo, de culturas emergentes, etc. Pero en Latinoamérica el problema es social, y el Papa lo ha captado perfectamente, y ha indicado dónde hay que ir.
Dentro de tres años, Polonia. ¿Con el recuerdo de Juan Pablo II?
Sí, quien fue el iniciador de las jornadas.
¿Toda esta ilusión la lleva a Santander?
Sí, ahora tengo que transmitirla en mi diócesis a la vida consagrada, y en la comisión permanente que tendremos los obispos en octubre, para ver cómo podemos llevar todo esto a nuestras diócesis en España.
¿Se abre una nueva etapa real? ¿Se consolida?
Sí, hay un nuevo clima, que ha suscitado una aceptación mayor de la Iglesia, frente a reticencias que había antes. Y eso nos va a venir bien a todos. Los mismos sacerdotes, obispos y religiosos tenemos un nuevo empuje, un nuevo entusiasmo. Y vamos a convertirnos al Señor y a los hombres.
Algunos titulares
-La JMJ ha sido un gran Pentecostés eclesial
-Cuando el Papa pedía silencio, se hacía silencio absoluto
-No se ha dirigido a los jóvenes como un bloque aislado, sino ha enviado mensajes también a los políticos y a los obispos
-‘Salir a las periferias’ es un leitmotiv constante en sus mensajes y en su doctrina