Y como es el cumpleaños de la Virgen, el cura invita a cantar el cumpleaños feliz en euskera. Escucharlo así, dirigido a la virgen y en una iglesia multicolor que canta desde el alma, emociona
(José Manuel Vidal).- Invitado por la Cofradía de la Virgen Blanca he estado cuatro días en Vitoria, para dar una conferencia sobre el Papa, conocer y visitar diversos proyectos y realidades eclesiales. Esperanzadores unos, preocupantes otros, repletos de gracia y paz, todos. Laicos, curas, monjas y frailes que han hecho posible la «primavera» de Francisco y siembran con alegría y con proyectos nuevos y viejos las semillas del Reino.
Hacía tiempo que no volvía a Vitoria. La he reencontrado cada vez más bella, limpia, cuidada, culta (la Atenas del norte), con el toque cosmopolita de la inmigración y con una vida religiosa floreciente. De la mano de Vicente Luis García, excelente periodista, bloguero de RD, corresponsal de Vida Nueva y, sobre todo, militante cristiano, he ido conectando, durante estos cuatro días, con una realidad creyente realmente esperanzadora en el contexto de una Euskadi pacificada y batida, como las demás comunidades de España, por los vientos de la secularización.
La primera parada fue la Cofradía de la Virgen Blanca. Sin duda, la más importante de la ciudad. Con 400 años de historia y de fe popular a sus espaldas. Un pasado elocuente, con un presente espléndido. Dirigida desde hace 14 años por el Abad Ricardo Sáez de Heredia, cuenta con 3.600 miembros y con un imponente legado material e inmaterial.
El primero se plasma sobre todo en su Museo de los Faroles. Un espléndido edificio en el que la cofradía conserva las imágenes de la Virgen Blanca y los cientos de faroles procesionales. Obras de gran valor artístico y, sobre todo, espiritual. La fe del pueblo fiel transmitida de generación en generación y proclamada a las claras, en la calle, con sus procesiones en honor de la patrona de Vitoria.
«Estamos orgullosos del Museo de nuestra cofradía, que recoge la fe de nuestra ciudad y su amor a la Virgen Blanca, la cultiva y la preserva», explica el Abad, Ricardo Sáez de Heredia. Un abad laico, casado, con hijos y nietos y que, desde que se ha jubilado, entrega lo mejor de sí mismo a esta institución emblemática de la ciudad. Y la relanza hacia el futuro.
De hecho, el jueves por la tarde asistimos a la admisión de dos nuevos y jóvenes vocales de la Cofradía. En una ceremonia sencilla y emotiva, celebrada en la capilla que tienen los cofrades en la emblemática parroquia de San Miguel, en cuya entrada luce, bella y majestuosa, la imagen de la Blanca, presidiendo el corazón de la ciudad desde su plaza. ¿Para cuándo la reconversión de la parroquia de San Miguel en Basílica de la Virgen Blanca? La situación parece pedirlo a gritos.
Pero quizás más importante todavía que el material sea el legado inmaterial de la Cofradía de la Virgen Blanca. Su presencia permea la vida de la ciudad, tiene una enorme influencia social y proclama públicamente la fe de un pueblo. No sólo con procesiones y actos marianos, sino también con una importante labor social. Porque, como dice, el abad Ricardo, «las cofradías tenemos que ir orientándonos cada vez más hacia la fraternidad y la hermandad, seña de identidad de nuestra fe y sello de nuestra credibilidad».
Francisco quiere recuperar la piedad popular y relanzar la fe sencilla y humilde, pero profunda y vital, del pueblo. Cofradías como la de la Virgen Blanca están preparadas y dispuestas. Predicando y dando trigo de solidaridad y caridad.
Misiones vascas
No tiene los 400 años de la Cofradía de la Virgen Blanca, pero también ha llovido lo suyo desde la creación en Vitoria de Misiones vascas. De la mano del célebre sacerdote Ángel Sagarmínaga, Vitoria consigue que el Papa Pío XI ponga, por primera vez en la Historia, una misión en manos de una diócesis. Por Vitoria entran en España las Obras Misionales Pontificias, con la entrega vial de curas emblemáticos de las misiones como Zunzunegui o Unciti, entre otros.
Y con excelentes frutos. Unos 800 misioneros vascos (entre sacerdotes, religiosas y laicos) que entregaron sus vidas al Reino en diferentes misiones, especialmente en Ecuador (diócesis de Los Rios), pero también en Angola, Ruanda, Venezuela, Brasil y Chile. Hoy, como consecuencia de la escasez del clero vasco, sólo quedan abiertas las misiones de Los Rios y de Angola.
Fran Izquierdo es el depositario de toda esta historia y el actual director de Misiones Vascas. Laico joven, casado y con una hija, estuvo de misionero en Angola y, a su regreso, se hizo cargo de la Procura de Misiones. Consciente de que la institución ha pasado de la gloria y del apogeo de hace 60 años a una realidad más humilde y modesta, pero no por eso menos ilusionante e ilusionada. La Iglesia de Vitoria sigue teniendo un alma profundamente misionera.
Por los caminos del arte
El universo del arte y del patrimonio religioso fue mi tercera etapa en Vitoria, con la visita al Museo de arte sacro de la girola de la catedral. Con dos guías de excepción. Catalina Sayas, la delegada de medios de la diócesis. Una mujer joven y preparada, casada y con hijos, que está tratando de imprimir un nuevo impulso a la política mediática diocesana.
La diócesis de Vitoria recurre cada vez más a los laicos, para incorporarlos a tareas de dirección diocesana. Fran y Catalina son dos claros ejemplos. Pero hay más. Unas veces por necesidad y siempre por convicción, la diócesis alavesa está poniendo en práctica (quizás tanto como la vecina Vizcaya) la tan traída y llevada corresponsabilidad laical. Y con excelentes resultados. Un camino que se debería intensificar. Me he encontrado con otros muchos laicos plenamente comprometidos en y por la Iglesia, que estarían dispuestos a dedicarse plenamente a la labor evangelizadora. Sería un pecado desperdiciar este capital humano disponible para la siembra.
Mi otro guía en el museo no podía ser otro que Zoilo Calleja, el delegado de patrimonio de la diócesis. Un cura experto, dedicado al patrimonio desde hace décadas. Es como un libro de historia del arte, que se iba desplegado a medida que, en una rápida visita, íbamos recorriendo las distintas salas del museo.
Un museo que está perfectamente integrado en el seno de la catedral nueva y, además, la realza con su presencia, sin interferir para nada en su dedicación al culto. Más aún, le añade un extraordinario plus estético. Lógicamente orgulloso, Zoilo explica que «según los expertos, nuestro museo está entre los 13 mejores de España». Con obras espectaculares. Desde la Inmaculada de Alonso Cano, el balén napolitano, obras de El Greco, José de Ribera, Luca Giordano, el retablo dde San Nicolás de Bari de Fontecha, el retablo de San Bartolomé de Olano o el tríptico flamenco de la Virgen con el Niño, Santa Catalina y Santa Barbara.
Y de la catedral nueva y su museo a la vieja en proceso de rehabilitación desde hace años y casi a punto de volver a ser reinagurada. Con un guía también excepcional, el arquitecto encargado de las obras, Ignacio Lasagabaster. De su mano recorrimos desde las profundidades de los cimientos a la torre, a la que se sube en ascensor y desde la que se disfruta, sin duda, de la mejor panorámica de la ciudad.
Lasagabaster y los suyos han conseguido el «milagro» de volver a reequilibrar la catedral que amenazaba ruina por sus cimientos defectuosos y sucesivas intervenciones que la habían dañando irremisiblemente. Además, durante estos largos años de trabajos de reconstrucción, lograron convertir la visita a la obras de la catedral en un atractivo turístico, del que siguen disfrutando miles de personas cada año. Un atractivo que hizo famoso mundialmente Ken Follet en su novela ‘Los pilares de la tierra’.
La rehabilitación es espléndida y Lasagabaster y su equipo trabajan en ella con mimo y a marchas forzadas. «Ya estamos tocando el final de las obras. Espero que en diciembre podamos inaugurarla», explica.
Berakah
Admirado por el arte y las piedras que recobran aliento, me llevan a descubrir un proyecto de piedras vivas, de solidaridad creyente, de comunión de bienes. Se llama «Berakah», término judío que significa «fuente de bendición».
El proyecto nace en 2006 de la unidad pastoral que conforman las cuatro parroquias del centro de Vitoria. Y, poco a poco, ha ido tomando cuerpo. Su ‘alma mater’ (aunque a él no le gusta el término) es Fidel Molina, diácono permanente casado y con hijos.
El centro de acogida de Berakah bulle de actividad. La llegada de emigrantes es continua. Jóvenes de color, mujeres con el velo, que suben y bajan en busca de orientación, de libros de texto, e clases o de comida. Las hermanas de la Caridad, dirigidas por Pilar Redín, son todo cariño y dedicación. Acompañadas de muchos voluntarios y voluntarias.
En su pequeño cuatro-despacho, Fidel trata de contar, en poco minutos, la intensa actividad que llevan a cabo y los diversos proyectos que engloba Berakah. Desde la despensa solidaria al centro Betania, pasando por Ain Karen, un centro de acogida de mujeres solas y con hijos. Toda esta labor social es posible gracias aun pequeño ejército de más de 250 voluntarios, que atienden unos 30 proyectos y cientos de beneficiarios.
Fidel Molina subraya especialmente la que, a su juicio, es la principal característica del proyecto. «No se trata de un proyecto subvencionado por instancias públicas o privadas. No tenemos ni una sola subvención. Es la simple y pura comunión de bienes de la gente la que hace posible este pequeño milagro de solidaridad».
Acogida, solidaridad, ayuda, pero también reivindicación. Porque también forman parte de Berakah, otras dos iniciativas: Círculos del Silencio y Sicar. Los primero son una concentración popular semanal que protesta contra las injusticia sociales. Se reúnen en la plaza del general Loma todos los viernes, en círculo y en silencio, con pancartas alusivas a la denuncia correspondiente. Se han manifestado por «la gente que pasa hambre», por «los que no tienen condiciones necesarias para vivir» o contra «la paralización de las ayudas o de los papeles para los emigrantes».
Sicar (como el pozo de la samaritana del Evangelio) es la capilla del Cristo o de San Ildefonso, donde se reúne gente joven y no ta joven a rezar. Pude asistir el sábado por la tarde-noche a la vigilia de oración por la paz en Siria, dirigida por la delegación de pastoral juvenil de la diócesis Clima profundo de oración, sentida y vivida. Peticiones desde el profundo del alma y un grito, compartido con el Papa, de ‘nunca más la guerra’.
De camino, entramos en el convento de las Dominicas. Estaban en misa, oficiada por el defensor del Vínculoa de la diócesis, el padre Félix. En la misa, una larga alusión a la paz en Siria, explicando previamente la situación que allí se vive. Al terminar, nos enseña el lignum crucis y nos presenta a la superiora (gallega, por cierto) y a otra hermana, que canta como los ángeles. Ambas nos conocen por la Web y se hacen lenguas de la «excelente labor que estaís haciendo desde RD».
Conferencia en Loiola
El viernes, conferencia sobre la «primavera» del Papa Francisco. Con la sala del centro Loiola a rebosar y con gente que se queda boquiabierta cuando le explicas que habíamos tocado fondo, que el Espíritu sopló en forma de huracán, que Francisco es una bendición y el Papa llamado a «reparar» la Iglesia y que, por mucho que unos pocos intenten resistirse y pararlo, la fuerza del Papa, apoyada por los fieles y por la cúpula, es como un viento huracanado de Pentecostés.
Me sigue sorprendiendo que, en Vitoria como en Vigo, en Zamora, en Jaén y en otras ciudades donde he estado hablando de Francisco, nuestro pueblo fiel siga sin tener claves interpretativas de la realidad eclesial, de lo que está pasando y por qué está pasando en Roma. Me confirma en que una de dos: o los curas dan por hecho que los fieles tienen la suficiente información o algunos se la escamotean conscientemente. En todo caso, la gente, a pesar de todo eso, se ha entusiasmado con la figura seductora de Francisco. Y respira aliviada y levanta la cabeza y recibe las felicitaciones de los no creyentes o de los indiferentes que se fueron sin dar un portazo y, ahora, se plantean, incluso, la posibilidad de volver.
Álvaro Chordi y la pastoral juvenil
El sábado, tras un paseo turístico, visita al encuentro de pastoral juvenil que se estaba celebrando en el Jesús Obrero de Vitoria. Unos 50 jóvenes representantes de diversos movimientos juveniles, como Adsis, Jec, Salesianos, Escolapios, Marianistas, institución Teresiana y Acción Católica, que estaban reflexionando en su «Escuela de pastoral con jóvenes». Acompañados por el coordinador, Alvaro Chordi, el sacerdote de Adsis, Alfredo Delgado, Koldo Gutiérrez de los Salesianos, Carles Such, director de la revista de Pastoral Juvenil de los escolapios, Iñaki Sarasúa de los marianistas, Eloísa Montero, de la Institución Teresiana, Ignacio Aguila de La Salle, Ana Escobar de la JEC y Diana Garcia de la diócesis de León.
Tras comer con ellos, compartimos un café-tertulia muy participativo y animado. Con todo tipo de preguntas de ida y vuelta sobre el Papa y la situación eclesial actual en Roma y en España. Mi impresión es que los chavales católicos están ilusionados a muerte. Respiran aliviados. Se abre una nueva época, una nueva era, una nueva situación eclesial, donde prima el mensaje en positivo, lo que plenifica y hace feliz. El Papa conecta con ellos en sus gestos, en la forma y en el fondo. Los tiene encandilados. Hasta sus amigos ateos o indiferentes se acercan para decirles: «Este Papa mola». Están orgullosos de ser y de proclamarse cristianos. Y dispuestos a luchar por el Reino.
Esponja el corazón ver a tantos chavales jóvenes ilusionados. No todo está perdido. Hay potencial de recuperación. Hay una juventud sana y nada ñoña que reivindica el seguimiento de Jesús y una Iglesia madre más que maestra, samaritana, abierta, dialogante. Quieren testigos más que maestros.
El seminario
Desde Jesús Obrero nos fuimos al seminario de Vitoria, acompañados por su rector, Luis Mari Goikoetxea. Impone ver tanta memoria histórica. El celebre seminario, santo y seña del postconcilio. Llegó a tener unos 600 seminaristas, desde latinos a teólogos. Llegó a ser, sin duda, uno de los mejores seminario de España en casi todo. Por sus profesores y por sus músicos. Llegó a disponer incluso de un observatorio astronómico.
Como explica el rector, incluso aqrquitectónicamente estaba pensado y diseñado para reflejar la profunda relación entre fe-Dios-ciencia. Según se entra, a la izquierda la capilla, en el centro la cruz y a la derecha el observatorio científico.
Tras el acceso al hall, la imponente escalinata y sendos pasillos, que parece infinitos a derecha e izquierda. Con sus famosos azulejos de colores azules y amarillos, marca de la casa. Abierto, luminoso, higiénico, con grandes espacios y ventanales. En uno de los pasillos, el retrato de los obispos. Desde el primero al último fallecido, monseñor Larrauri. Entre los que más suenan, Bueno Monreal, Mateo Mújica, Lauzurica o Peralta.
En el frontispicio de los pasillos, todavía se leen los antiguos letreros: «Latinos, filósofos, teólogos». Grandes comedores separados y, como dice el rector, dando todos a la cocina, centro neurálgico. Todos unidos en torno a ella, pero no revueltos.
Están de obras, como siempre, en esta especie de Escorial. Para hacer obras y poder mantenerlo en pie, han alquilado gran parte del edifico a instituciones del Gobierno y la huerta, a una empresa que lo ha convertido en campo de golf. En la parte trasera, una moderna residencia para sacerdotes ancianos, donde viven con sus madres o sus familiares.
En la parte central, la sede de la Facultad de Teología del Norte de España, donde siguen impartiendo su saber profesores de la talla de Toño Badiola, Angel Maria Navarro, José Ignacio Calleja o Santiago del Cura.
Un seminario venido a menos, pero que sigue conservando la memoria y el poso del paso de los años y de haber sido santa y seña de otros muchos seminarios españoles postconciliares. Como le dice un cura mayor al rector: «Mira que rezamos, pero los seminaristas no llegan». O como le dice una monja, que siempre estuvo en el seminario y, ahora, cuida a los curas mayores a sus hermanas: «Recemos a Dios para que mande vocaciones…pero para nuestro seminario de Vitoria».
Estíbaliz
Del seminario al monasterio de Estíbaliz, siempre acompañado de Vicente Luis. Nos recibe el prior, padre Victor y, mientras mi colega charla con la encargada del centro de interpretación del románico, yo hago lo propio con el prior. Sentados en la sacristía, a sus 77 años, el prior benedictino conserva una excelente lucidez. Me parece un hombre de Dios. Con la paz y la serenidad que da la sintonía con Dios y los años, me habla de lo mucho que simboliza su monasterio, como corazón mariano y espiritual de Álava.
Recuerda su paso por Lazkao. «¿Sabes que hasta tuvimos un seminarista que fue de ETA?», dice con pesar. Y recuerda otros episodios, como el año que pasaron con ellos el hoy obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, y su hermano Esteban. «Los mandó Setién. Nos dijo que, antes de recibirlos como curas en la diócesis, tenían que hacer una inmersión de un año en euskera en nuestro monasterio. Y allí estuvieron, muy tímidos y sin apenas rozarse con nosotros».
Reconoce que el futuro del monasterio es incierto, lo que «preocupa mucho al señor obispo». Pero el prior siempre le dice: «Monseñor, estamos en manos de la providencia». Son cinco monjes y todos mayores. Y no hay relevo. La solución, a falta de vocaciones, podría venir de la cesión de algunos otros monjes de otro monasterio o el cierre. Tal y como están las vocaciones, a su juicio, sólo están resistiendo holgadamente Montserrat y Silos.
Eso sí, está esperanzando y profundamente ilusionado con Francisco. «¡Hemos rezado tanto por la llegada de un Papa así! La Iglesia, por donde iba, no tenía futuro ni horizonte. Ahora, podemos soñar con volver a conectar con la sociedad, con una Iglesia abierta dialogante y samaritana». Y sigue hablando, sin cansarse, de Dios, de la oración, del mundo actual…me parece un monje sabio.
Nos despedimos, le pido que rece por nosotros, los periodistas, me da un par de consejos y se va, mientras por la otra puerta llega el padre Emiliano Ozaeta. Otro sabio, otro mística, historiador, cocinero, gastrónomo, expeto en quesos. Nos enseña el templo románico y se detiene especialmente en explicarnos el simbolismo de la pila bautismal y de la portada.
En una esquina de la portada,subraya las influencias islámicas o la presencia de alcachofas, símbolo de la vida, y un capitel donde está esculpida la avaricia: Una persona cargada y encorvada bajo el peso de todo lo que ha acumulado y ha hurtado al disfrute de los demás durante toda la eternidad.
Carlos y Bea, Vicente y Rosa
Huele a silencio y a paz, mientras llovizna en la tarde noche alavesa de Estíbaliz. Vicente Luis y yo regresamos con nostalgia a Arkaia, a la casa de espiritualidad, donde me alojo. Pequeña y coqueta, un caserío antiguo, bien reconstruido, que dirigen Carlos y Bea, un matrimonio, con tres hijas preciosas.
Allí reciben, con cariño, bondad y trato exquisito a todo el que se acerca o a los peregrinos del Camino que pasan por allí. Carlos estuvo de misionero laico y, ahora, es enfermero. Forman una de esas parejas de militantes cristianos que rezuman evangelio en estado puro. Gente que no hace acepción de personas ni de sensibilidades eclesiales y que busca sumar. Consideran que el paso por su casa de personas de todo tipo y condición es el paso de Dios y un caudal de gracia que reciben sin parar. Ya sean ateos, agnósticos, kikos, gente de comunidades populares o del común de mártires, para ellos son regalos divinos.
Sin casa de espiritualidad, pero también profundamente militante el matrimonio de Vicente Luis, mi guía, y su mujer, Rosa, que, con sus cuatro hijos, forman una familia encantadora. Vicente Luis estuvo en el seminario, salió y encontró su camino con Rosa en una familia que podría ponerse de modelo de educación en valores cristianos.
Viven su fe en la comunidad de Berakah y con ella comparten sus gozos y sus sombras. Vicente Luis es un todoterreno, un perfecto relaciones públicas, un «liantes», un hombre dotado de esa capacidad de tender puentes que pocos tienen. Es amigo de todos y conecta entre sí las distintas sensibilidades eclesiásticas de Vitoria sin esfuerzo. Está con los de la cofradía de la Virgen Blanca y con los de Berakah y con los círculos del silencio. Fue de la adoración nocturna, respeta a los movimientos conservadores y va a misa con los curas más lanzados de Vitoria.
Amigo de protestantes, judíos o musulmanes. Practica el diálogo interreligioso en la vida. Estupendo periodista, corresponsal de Vida Nueva, es un típico ejemplo de laico comprometido desaprovechado por la institución. Se gana la vida como conserje de la Facultad de Medicina de la UPV, pero podría prestar un excelente servicio eclesial. En medios de comunicación, en ecumenismo, en Cáritas, en pastoral familiar, en pastoral juvenil…Alguien tendría que decirle a Don Miguel Asurmendi, obispo de Vitoria, que es un «pecado» que la institución no debería poder permitirse, prescindir de los servicios, de la dedicación y de la entrega de gente como Vicente Luis. Y eso que él no pide nada y está perfectamente bien como está.
Pero, como es de bien nacidos ser agradecidos, desde aquí te agradezco, Vicente, tu buen hacer. Gracias a ti he podido conocer una serie de realidades diocesanas. Algunas extraordinarias y, hasta me atrevería a decir, punteras y exportables a otras diócesis. Como bien decías, por ejemplo, antes de despedirnos, «puedo presumir de Berakah». O como añadía tu mujer, Rosa, «es hora de que los periodistas deis a conocer no sólo la Iglesia del mamotreto, sino también las de estas realidades que crean vida, comunión y solidaridad».
La misa de los pueblos
Como broche de oro de mi estancia en Vitoria, el domingo, a las doce, misa mayor, con la comunidad Berakah en la parroquia de Santa María, adosada a la catedral vieja. La entrada a la sacristía es un hervidero de gentes de todos los colores y nacionalidades. Sobre todo, negros y latinos. Y por supuesto vitorianos.
Por algo en la puerta de la sacristía dice: Pasen sin llamar. Es la casa de todos. Y la misa de los pueblos. Una misa multicolor. Con un difícil equilibrio : solemne y sencilla a la vez; sería y alegre; de España y del mundo.
El coro Betong, por ejemplo, es de Guinea. Cinco mujeres negras ataviadas con sus túnicas verdes (el color litúrgico que corresponde) que suenan divinamente. Un trozo de África en pleno casco antiguo de la capital alavesa.
En el altar Angel Mari Navarro, profesor de cristologia y de eclesiologia, uno de los curas de la parroquia, acompañado de Fidel, el diácono que lidera Berakah. «Ejerzo el sacramento del orden, ordenando este caos», dice Ángel Mari antes de iniciar la celebración. Y el caos de pueblos y culturas se ordena en una misa clásica, pero con toques de actualidad. Se celebra con el misal de un lado y el periódico del otro. Y el altar rodeado de cuadros de la Virgen de Guadalupe, la de Aranzazu, la de Caacupe y el Cristo de los milagros peruano.
Por eso, desde la monición de entrada se recuerda la Natividad de María y lo que esta pasando en Siria. Siguiendo siempre el canon, Ángel Mari consigue conectarlo con la actualidad mediante pequeñas morcillas que parecen estar en el texto.
La homilía le toca a Fidel. Breve, clara, directa e interpeladora. Glosando la parábola del hombre que antes de ponerse a construir una torre calcula sus posibilidades. Es decir, hace la cuenta.
«De un lado el debe: «Estamos dispuestos a trabajar por un mundo mejor con los que menos tienen, con ideas para crear igualdad, con ojos para ver otras formas de vivir; con nuestra voz dispuesta a gritar las injusticias y lo que hace mal a otros».
Pero del otro lado, continúa Fidel, está el haber: «Nuestros miedos, envidias, comodidades, lo que nos lleva a buscar poder o a sobrevivir y a olvidarnos de los demás».
Y tras la explicación, la interpelación: «¿Que pesa más en mi vida y en mi cuenta, el debe o el haber? Jesús vivió a tope el amor entregado, ¿y yo? ¿Puedo sentir y vivir lo que Dios quiere de mi?»
Y concluye: «Cuando caminamos sin llenar la cuenta de Jesús, no somos discípulos suyos. Tengamos coraje. No caigamos en la dinámica del es que : Es que no valgo, es que no me da la vida, es que no tengo medios…»
«Esa dinámica resta. En cambio, acoger el proyecto de Dios da sentido a la vida y la llena de felicidad. Ayudar a llevar la cruz de los demás llena a rebosar la vida de felicidad. Ayúdanos Señor, queremos ir contigo. Que así sea».
En las peticiones, nueva mención a Siria: «Ni guerra ni muerte, siempre vida». O por los que llevan cruces en sus vidas, los más pobres, los sin techo, los parados. O por los que acaparan y, al hacerlo, construyen un mundo más injusto para muchos. Antes de la paz, Ángel Mari volverá a pedir que «el perdón venza al odio y la indulgencia a la venganza».
Y como es el cumpleaños de la Virgen, el cura invita a cantar el cumpleaños feliz en euskera. Escucharlo así, dirigido a la virgen y en una iglesia multicolor que canta desde el alma, emociona. era la primera vez que le cantaba el cumpleaños feliz a María.
Tras la bendición, compruebo con alegría que se va imponiendo la fórmula de despedida de Francisco: «Que paséis todos un buen domingo», dice Ángel Mari.
En la sacristia saludo al otro párroco José Ángel, que se recupera de una neumonía. Al presentármelo, Vicente Luis dice: «Éste es nuestra alma mater, el que nos da cancha y caña». Y el cura, sin darse importancia, contesta: «Lo único que hacemos aquí es dejar que entre la vida y tratar de darle respuesta».
También esta por allí Pilar Redin, la hermana de la Caridad. «Esta es nuestra conciencia», apostilla Vicente Luis. Humilde, la monja sonríe, me da las gracias «por la labor que hacéis en RD» y me enseña a su sobrino, profesor con los jesuitas en Roma, saludando a Francisco. Me despido de todos y regreso a Madrid, dejando en Vitoria un buen puñado de amigos, de creyentes convencidos que luchan por el Reino.