La Comisión Permanente decidió esta tarde-noche la terna y mañana la Plenaria hará la elección
(Jesús Bastante).- Ginés García Beltrán, José María Gil Tamayo y, sorpresa, un auxiliar de Madrid, pero no Fidel Herráez, sino César Franco, formarán la terna para sustituir a Juan Antonio Martínez Camino. Así lo anunció a las 20, 23 horas la Conferencia Episcopal. A las once de la mañana sabremos el nombre del nuevo secretario general y portavoz. O los nombres, pues, a esta hora, parece haberse encontrado un consenso para separar ambas funciones.
Un «ticket» al estilo de las elecciones norteamericanas, en el que parecen destacar dos nombres: el obispo de Guadix, Ginés García Beltrán, como secretario; y el sacerdote José María Gil Tamayo como portavoz. Ambos, en la terna anunciada frente al candidato de Rouco Varela, César Franco.
El del sacerdote es el que genera más consensos entre todas las partes. Por tres razones: en primer lugar, porque Gil Tamayo conoce como pocos el interior de la Conferencia Epicopal; en segundo término, porque se trata de un personaje que cono ce a la mayor parte de los profesionales -y responsables- de medios de comunicación; y en tercer lugar, y quizá el factor más importante, porque este sacerdote extremeño, discípulo de D. Antonio Montero y miembro del Opus Dei, fue uno de los tres portavoces del Cónclave que acabó con la elección de Francisco. Y ha demostrado capacidad para afrontar grandes eventos como pudo ser éste, en el que se encargó de toda la prensa en castellano.
La separación de Secretaria y Portavocía parece, salvo sorpresas, cada vez más evidente, toda vez que los últimos diez años han mostrado, tanto hacia el interior como hacia el exterior, un profundo desgaste en la figura del Secretario-Portavoz y en la propia imagen de la Iglesia española cara a la sociedad. Además, esta opción ya se ha dado en alguna otra circunstancia -con Fernando Sebastián como secretario y Joaquín Luis Ortega como cara pública-. En todo caso, los estatutos de la Conferencia Episcopal son algo crípticos en esta tesitura, y permitirían -ya lo han hecho- esta diferenciación de roles.
En lo tocante a la Secretaría General -que es, más allá de la vertiente mediática, donde los obispos juegan sus cartas de poder-, y salvo sorpresas, parece que tres nombres se superponen al resto. El del obispo de Guadix, apadrinado por la mayoría conservadora del Episcopado; el citado Gil Tamayo; y el nombre propuesto por el cardenal Rouco. No fue finalmente Fidel Herráez, sino otro de sus auxiliares: César Franco.
En estos momentos, los obispos miembros de la Comisión Permanente siguen reunidos, en un ambiente cordial, pero también sabiendo que su decisión marcará indefectiblemente la votación de mañana, y ésta pondrá las bases -a la espera de la marcha de Rouco Varela de la presidencia- del futuro de la Iglesia española durante el pontificado de Francisco.