El 9 de diciembre concluye el mandato -cinco años- de Cañizares en la Curia romana. Y todo parece indicar que, ese mismo día -si no antes-, se oficializará la marcha del cardenal de Madrid y la nómina de su sucesor
(Jesús Bastante/José Manuel Vidal).- «Es un hombre de diálogo y de conciliación, sin que ello le impida decir la verdad o defender con fuerza sus posturas. Si nombran a don Antonio no lo harán por ser un antagonista de Rouco, sino porque se trata de un hombre del Papa. Un hombre bueno, y un buen nombramiento para reequilibrar la delicada situación en Madrid… y en España». En la Curia lo tienen claro: la renuncia de Rouco Varela es inmediata, y su sucesor tiene nombre y apellidos: Antonio Cañizares Llovera.
Fuentes consultadas por RD en Roma y en Madrid coinciden en señalar que los acontecimientos «se precipitan». Este martes, y hasta el jueves, Francisco vuelve a reunir al «G-8» cardenalicio, que ya tomará decisiones en lo tocante a la reordenación de la Curia. Y el viernes, el Papa concluirá la semana con «importantes audiencias cardenalicias». Entre ellas, y aunque no se ha anunciado oficialmente, al cardenal de Madrid. Y también a Antonio Cañizares.
El prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos tenía audiencia prevista con el Papa el pasado 15 de noviembre, pero la fiebre de Francisco impidió el encuentro. El próximo lunes, 9 de diciembre, concluye el mandato -cinco años- de Cañizares en la Curia romana. Y todo parece indicar que, ese mismo día -si no antes-, se oficializará la marcha del cardenal de Madrid y la nómina de su sucesor.
Fuentes consultadas consideran que «sería raro» que Francisco aceptara la renuncia de Rouco pero le dejara como administrador para mantenerse en la presidencia de la Conferencia Episcopal hasta marzo. Lo más lógico es que se designe ya a Cañizares, y éste pueda tomar posesión de la sede de Bailén pasadas las Navidades.
En cuanto a la Casa de la Iglesia, el actual vicepresidente, Ricardo Blázquez, asumirá provisionalmente la presidencia en funciones, para convertirse de manera oficial en Presidente de la Conferencia Episcopal, con el aval de los obispos -que regresarán de visita Ad Limina- y del propio Bergoglio, a mediados de marzo.
Las maniobras de útima hora del entorno del cardenal de Madrid parece que no han dado fruto, ni en la Secretaría General de la Conferencia Episcopal -donde el repaso dado al candidato de Rouco fue rotundo- ni en el Arzobispado, donde Rouco Varela pretendía perpetuar su poder. El purpurado ha intentado, hasta última hora -y salvo sorpresa mayúscula, sin éxito alguno-, que su sucesor no fuera Antonio Cañizares.
Y lo cierto es que las relaciones entre ambos sufrieron un duro deterioro durante el trienio 2005-2008, cuando Rouco -también en tiempos de Cónclave- no pudo revalidar la Presidencia de la CEE. En esos tres años, el tándem Blázquez-Cañizares (con el apoyo del Nuncio Monteiro) dirigió la Iglesia española, si bien con Rouco Varela en la sombra. Ahora, puede reproducirse el esquema, aunque con un Cañizares «mucho más hecho» tras su paso por Roma y con el convencimiento que su papel pasa por ejercer de puente entre distintas sensibilidades existentes en la Iglesia y la sociedad españolas.
Con el paso de los años, algunos han olvidado que fue Cañizares quien alcanzó acuerdos con el Gobierno socialista en materia económica y educativa, y que evitó -gracias a sus magníficas relaciones tanto con Zapatero como con María Teresa Fernández de la Vega- la aprobación de la Ley sobre Eutanasia. A diferencia de Rouco Varela, Cañizares sí supo mantener buenas relaciones tanto con el PSOE como con el PP, aunque ello le valiera el desprecio de los anteriores conductores de los programas estrella de la cadena Cope. También a Monteiro de Castro y a Blázquez. Una cuestión, la de los medios de propiedad episcopal –Cope y 13TV– que preocupa, y mucho, en Roma, y que en la nueva etapa habrán de admitir una mayor pluralidad, tanto en lo político como en lo eclesial, pues ya son mayoría los prelados -no sólo los catalanes- que urgen a un cambio de rumbo, más propósitivo y menos agresivo, en los medios de comunicación de la Iglesia.
A nadie se le escapa que Cañizares no es un arzobispo «progresista», y que sus opiniones sobre doctrina moral o la unidad de España son muy similares a las de Rouco. Pero tampoco que Roma da una visión más universal de las ideologías, y a la vez, el trabajo en un dicasterio permite tener conocimiento de casos y excepciones concretas. «Los que vuelven de Roma lo hacen con una visión más abierta«, apuntan fuentes vaticanas.
Con todo, la etapa que se abre no debiera ser interpretada como una derrota -que lo es- del cardenal Rouco y una victoria de Cañizares. Su designación responde al mismo espíritu del Papa Francisco, que conoce perfectamente la situación española y que, antes de tomar una decisión, ha escuchado las opiniones de obispos, religiosos y diplomáticos, tanto eméritos como en activo.
«El Papa cree que España necesita un período de tranquilidad, en el que la Iglesia continúe ejerciendo su papel de defensa de una serie de valores, pero también como motor de la solidaridad», afirman desde Roma. «Y Cañizares tiene la ‘finezza’ y la amplitud de miras que en ocasiones le faltaron a Rouco». Un hombre capaz de entender el «cambio de aires» que se vive en Roma, y para colaborar en que la «primavera» llegue, al fin, a la Iglesia española.
Lo que sí parece claro es que Cañizares no será el único «hombre» del Papa en España. Su llegada a Madrid no implicará la presidencia de la Conferencia Episcopal -Blázquez será el líder de la Iglesia española-, que a la vez cuenta con varios nombres en ascenso, como el arzobispo de Valencia, Carlos Osoro -para el que algunos ven nombrado cardenal en febrero-, o el arzobispo castrense, Juan del Río. Obispos moderados, dialogantes y, sobre todo, capaces de aplicar el programa de Francisco en nuestro país.
Mientras tanto, en San Justo -hogar del cardenal Rouco- el todavía arzobispo de Madrid prepara la que será su última vigilia de la Inmaculada como obispo en activo. Una fiesta, la de la Inmaculada, muy ligada a España. Todos los años, los pontífices suelen hacer una ofrenda a la imagen de la Virgen situada frente a la Embajada de España en la Santa Sede. En esta ocasión, el reconocimiento papal a nuestro país puede llegar, de otro modo, y en forma de nombramiento episcopal. Y el reloj se pondrá a cero: la hora de Cañizares.