Francisco está planteando interrogantes muy fuertes a los dirigentes nacionales e internacionales. A todos los dirigentes políticos. Y además, él va por delante con los hechos y con una vida muy austera
(Jesús Bastante).- Don Ciriaco Benavente es obispo de Albacete y Responsable de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Profundo conocedor del fenómeno de las migraciones en nuestro país, afirma que «la famosa Ley de Dependencia fue posible en España gracias los inmigrantes»: «Detrás de las sillas de ruedas casi siempre hay un inmigrante empujando«, dice, reconociendo el papel que los inmigrantes han desempeñado y están desempeñando en el cuidado a enfermos y mayores.
Sobre las situaciones que llevan a una persona a emigrar, asegura que «sólo se entienden desde una lógica que responde al corazón». Como dice el refrán: «Hay razones que la razón no puede entender». «El hambre no entiende de fronteras ni de leyes«, añade Benavente.
Por último, opina que «el mensaje que Francisco nos está lanzando es que ya está bien de ver los toros desde la barrera», y comparte con él los «planteamientos claros, lúcidos y radicales del Evangelio» cuando concluye denunciando que, «cuando prevalece el interés, sobre todo en la economía, aquel que no es rentable se va quedando en la cuneta».
El próximo día 19 es la Jornada Mundial de las Migraciones…
Sí, y además este año hace en número 100.
¿Y ha cambiado mucho el fenómeno migratorio en un siglo entero?
Ciertamente ha cambiado mucho, empezando por nuestro país. Hasta hace unos lustros éramos un país de emigración. ¡Cuánta gente de nuestras tierras se fue a Alemania en los años 60! Desde Extremadura, Castilla La Mancha, etc… nos marchábamos a Europa. También los sacerdotes: cientos de sacerdotes se fueron para acompañar a los emigrantes. Surgieron las misiones católicas españolas en Europa. Todavía se conservan algunas en activo. En Alemania hay unas cuarenta, y en otros países europeos también. Aunque muchas se han ido cerrando. Otro cambio es que los primeros españoles que se fueron para allá ya están muy integrados, por lo que ahora las misiones se dirigen a otros inmigrantes de habla hispana: los latinos.
¿España es, en cierto modo, la puerta de acceso a Europa tanto para Latinoamérica como para África?
Claro, porque los latinoamericanos que quieren acceder a Europa empiezan acudiendo a donde saben que se habla su misma lengua. Por eso las Misiones Españolas son ya más bien «misiones de lengua española».
Como decía antes, en muy poco tiempo nos hemos convertido en un país de inmigración, y con una intensidad muy fuerte. Esto es quizá la explicación de que hayan surgido ciertos problemas, porque ha sido una transformación muy grande y en muy poco tiempo.
¿Cree que la española es una sociedad de acogida, y que son los contextos, o las políticas, los que son excluyentes?
Bueno, mientras estábamos en una época boyante, en la que había trabajo para todos, los inmigrantes no creaban problema. Y hasta nos han venido muy bien. La famosa Ley de Dependencia la hicieron realidad los inmigrantes, que son quienes están acompañando a los ancianos y a los enfermos. Detrás de las sillas de ruedas casi siempre hay un inmigrante empujando. En otros campos ha pasado lo mismo: los inmigrantes han ocupado los trabajos que no querían los españoles. Pero en cuanto hay escasez de trabajo, pueden surgir fácilmente algunos conatos de xenofobia. Se reactivan los discursos de «estos son los que vienen a quitarnos el trabajo». Y de esa forma surgieron problemas. Pensemos en El Ejido.
Pero pienso que la sociedad española ha evolucionado bastante, y que muchos sectores han dejado de ver a los inmigrantes como un peligro, e incluso mucha gente ha empezado a valorar su trabajo y su servicio.
En una sociedad globalizada como la actual, ¿no deberíamos darle menos importancia a las fronteras, y más a la comunicación entre culturas?
Evidentemente. A veces no pensamos suficientemente en lo que nos aportan los inmigrantes, y lo baratos que nos salen. La enseñanza de un niño hasta que llega a su puesto de trabajo cuesta mucho, son muchísimas las atenciones y necesidades que hay que cubrir hasta la edad laboral. En cambio, los inmigrantes llegan ya como una fuerza de trabajo que no nos ha costado nada. Eso es muy importante, aunque pocas veces se repare en ello.
Por otro lado, gracias a los inmigrantes se está manteniendo en España el equilibrio entre natalidad y mortandad. Si no fuera por ellos, estaríamos ya en cifras demográficas negativas. Y aun así, los analistas sociales hablan de que en los próximos años Europa va a necesitar 50 millones de inmigrantes (si no cambias sus propios procesos demográficos), para que la sociedad emergente pueda sostener a la sociedad que envejece, a los jubilados.
Probablemente la Iglesia es la única institución que trabaja con los inmigrantes en sus lugares de origen (a través de misioneros y cooperantes), y en los países receptores, donde les ayudan al llegar…¿Ese trabajo se valora?
Yo creo que la Iglesia tiene una presencia muy importante, aunque también creo que nunca nos podemos sentir satisfechos, porque seguro que podemos hacer mucho más cada día. Todavía en nuestra Iglesia hay que insistir mucho para que se aprenda a interesarse y a acoger al inmigrante. Gracias a Dios han surgido organizaciones civiles que también se preocupan por los inmigrantes, con algunas de ellas tenemos una colaboración muy estrecha. Y es importante que surjan más. Pero creo que se puede decir que la Iglesia fue pionera en esto, porque estuvo junto al inmigrante desde el principio. Quienes son más jóvenes no se acuerda ya de esto, pero cuando comenzó el boom de la inmigración en España, enseguida surgieron los «Acoges«: Cáceres Acoge, Badajoz Acoge, Andalucía Acoge… y todos ellos estaban promovidos por la Iglesia. Aquello fue el puerto de salvación que encontraban los inmigrantes.
Yo recuerdo que en mi antigua diócesis, en la zona de la Vera, hubo un pueblo agrícola que llegó a hacerse famoso por a cantidad de inmigrantes que llegaron (porque había mucho trabajo en el campo). Llegó a haber casi casi un 30% de inmigrantes en el pueblo, así que nosotros les facilitamos locales, incluso un sitio donde aquellos que eran musulmanes podían rezar. Y hasta un domicilio para que pudieran recibir la correspondencia de sus familias, porque no tenían residencia fija. También les dábamos atención legal y clases de lengua para que empezaran a manejarse con el español.
Y ahora, independientemente de Cáritas y del trabajo que realiza con los inmigrantes, no hay congregación religiosa que no tenga algunos pisos o centros o algún otro proyecto para inmigrantes. Las Hijas de la Caridad, por ejemplo, o Pueblos Unidos, de los jesuitas, están haciendo una gran tarea.
¿Sólo de acogida, o también de denuncia?
También de denuncia de las situaciones que son lamentables, claro.
El arzobispo de Tánger, Monseñor Agrelo, denunció con dureza las vallas de Melilla…
Un grupo de delegados diocesanos hicimos un viaje de una semana por el norte de Marruecos, y vimos de cerca cómo trabajan las diócesis de Tánger y de Rabat con los inmigrantes, a pesar de la precariedad en la que viven (en el sentido de que allí no hay, evidentemente, una multitud católica). Son muy pocos, pero ¡hay qué ver cómo trabajan! Incluso intentando atender a las personas que están escondidas en el bosque esperando que les llegue la oportunidad para dar el salto. Están ahí en el bosque, entre plásticos, apenas con mantas… y después lo que les espera es la patera. Recientemente llamó Agrelo diciendo que necesitaba 500 mantas, porque las otras 500 ya las habían repartido. Ellos lo están viviendo muy intensa y muy duramente, porque están en juego los compromisos con Europa y los problemas con Marruecos. A veces la policía marroquí aparece y disuelve los campamentos, porque no quiere que vengan, e intentan poner dificultades.
Pero no se sabe dónde es más dura la situación: si en los países de donde parten, o en el tránsito. Porque no olvidemos que por el camino mueren muchas personas.
Medidas como las cuchillas de la valla de Melilla hacen pensar en el inmigrante como alguien que viene al que hay que frenar. ¿Cómo se puede pensar en un inmigrante como en un delincuente cuando sabes que son personas que se juegan la vida, que lo arriesgan todo y que dejan atrás a su familia para llegar a malvivir a un bosque?
Para comprenderlo tienes que haber visitado alguno de los países donde te preguntas de qué viven y de qué se mantienen sus habitantes. Yo he estado en alguna zona así de África, donde en las ciudades hay kilómetros y kilómetros de una especie de chabolas de barro sin puerta ni nada. Zonas donde no te imaginas de qué pueden vivir, en qué pueden trabajar o de qué pueden alimentarse esas personas. Es una cosa tremenda.
Pero quien no lo haya visto, debería poder ponerse al menos en la piel del inmigrante, pensar un poquito antes de hablar, porque esas situaciones sólo se entienden desde una lógica que responde al corazón. Como dice el refrán: hay razones que la razón no puede entender.
Yo entiendo que tiene que haber controles y políticas migratorias, y no soy partidario tampoco de la inmigración clandestina (entre otras cosas, porque la clandestinidad convierte a los inmigrantes en víctimas de las mafias y del tráfico de personas). Pero también hay que pensar que muchas veces los inmigrantes se ven obligados a caer en situaciones de delincuencia para poder subsistir. Porque cuando tienes hambre, recurres a lo que sea. El hambre no entiende de fronteras ni de leyes.
Por eso digo que para entender las razones que empujan a un inmigrante a abandonar su país y a todo lo demás, hace falta una lógica distinta, que proviene del corazón. Es decir, una lógica evangélica. Solamente así se pueden entender sus razones.
¿Cambia la percepción cuando se ven las dos orillas?
Sí, a mí me pasó en este viaje que te he comentado que hicimos este verano. Fuimos a ver la realidad de los inmigrantes que tratan de cruzar a la otra orilla del Estrecho, y nos dimos cuenta de que la realidad supera la imaginación.
Paramos en una gasolinera en medio de la carretera, y de pronto salieron varios inmigrantes, que se ve que estaban en el bosque refugiados. Entonces vimos cómo los inmigrantes más jóvenes, aprovechando el descuido del conductor, se metían debajo de un autobús. Entonces alguien que también estaba en la gasolinera avisó al autobusero, que efectivamente les encontró. Yo no entiendo dónde podían agarrarse, dónde se colocaría ahí debajo… Ahí te das cuenta la desesperación que hay detrás de una decisión así, que pone en peligro evidente tu vida.
También entra en juego la imagen que a ellos les llega de Europa a través de los medios de comunicación. Creen que es el paraíso, y de pronto se encuentran con la tragedia. ¡Qué triste es la tragedia de dejar la vida en el mar!
Probablemente una de las imágenes que más ha golpeado las conciencias de todo el mundo en este año pasado haya sido la imagen del Papa Francisco en Lampedusa, y su famosa «vergüenza» ante los inmigrantes fallecidos al volcar la barca. ¿Qué está suponiendo Francisco para la Iglesia y para el trabajo con las personas inmigrantes?
Creo que es un hombre que tiene unos planteamientos muy claros, muy lúcidos y muy radicales del Evangelio. En ese sentido nos está removiendo a todos, aunque es posible que en ciertos sectores también produzca cierta molestia, o cierto miedo. Es un hombre sobre todo de hechos. También de palabras, pero sobre todo de hechos. Y yo creo que sólo eso ya es un mensaje muy importante que nos está lanzando: que basta ya de palabras, ya está bien de balconear y de ver los toros desde la barrera. Una expresión suya muy bonita lo define a la perfección: hay que empezar a tocar la carne de Cristo en el pobre y en el necesitado.
El día en que en la Iglesia seamos capaces de tocar la carne de Cristo en el pobre, y a ver la imagen de Cristo que está impresa en el rostro del inmigrante, ese día nuestra Iglesia habrá dado un paso muy importante. También para su propia credibilidad.
Empezando por mí, todos tenemos que convertirnos.
¿No es cierto que las palabras de Francisco tienen una gran carga de compromiso?
Sí, y además va al corazón del Evangelio. Se nota perfectamente al leer sus discursos y sus mensajes.
¿Cómo vive un obispo el hecho de tener un Papa que habla contra la tentación del «carrerismo» dentro de la Iglesia, y que dice que los pastores tienen que oler a oveja y que todos nos tenemos que arremangar?
Cuando escucho al Papa veo claramente el camino, el proceso importante de conversión que yo mismo tengo que realizar.
¿Nota algún cambio en la gente de su diócesis, en las bases? ¿La gente se acerca de otra manera a la Iglesia tras estos 10 meses de pontificado?
Creo que todo el mundo está muy impresionado positivamente. También me he encontrado muchas personas que no son de Iglesia, y lo dicen expresamente, pero confiesan que el Papa «les convence». No hace mucho tiempo me lo decía un intelectual, y añadía que Francisco está planteando interrogantes muy fuertes a los dirigentes nacionales e internacionales. A todos los dirigentes políticos. Y además, él va por delante con los hechos y con una vida muy austera.
¿El poder de ejemplo, que invita a comprometerse?
Sí.
¿Puede imaginarse un momento en el que no tuviera que haber más Jornadas Mundiales de las Migraciones?
En el mensaje de los obispos, creo que en la misma línea del Papa, lo que decimos es que las migraciones se están realizando con tanta problemática y con tanta tragedia porque nuestro mundo está organizado en clave de intereses, especialmente económicos. ¿Podría ser distinto? Sí, pero eso implicaría pensar en el bien común, que significa el bien de todos, no solamente de un grupo. Porque claro, cuando prevalece el interés, sobre todo en la economía, aquel que no es rentable se va quedando en la cuneta, se va quedando marginado. Y eso es terrible.
Si edificáramos el mundo en base al don y a la solidaridad, y empezáramos pensar todos (desde arriba hasta abajo, sin excluir a nadie) en claves de fraternidad, ese día construiríamos un mundo distinto en el que a lo mejor no tendríamos necesidad de más Jornadas Mundiales de las Migraciones, sino sencillamente de hacer fiesta, porque nos sentiríamos hermanos. Entonces estaríamos haciendo de esta tierra nuestra una verdadera profecía del Reino de los Cielos.
No olvidemos que el Papa Francisco dijo en su mensaje de año nuevo que la fraternidad es la solución de los problemas.
Otros titulares:
-Mientras estábamos en una época boyante, en la que había trabajo para todos, los inmigrantes no creaban problema
-Los inmigrantes nos vinieron muy bien a los españoles
-La famosa Ley de Dependencia fue posible en España gracias los inmigrantes
-Detrás de las sillas de ruedas casi siempre hay un inmigrante empujando
-Si no fuera por los inmigrantes, en España estaríamos ya en cifras demográficas negativas
-Creo que se puede decir que la Iglesia fue pionera en acoger al inmigrante desde el principio
-Para comprender por qué una persona emigra tienes que haber visitado alguno de los países donde no puedes imaginarte de qué pueden vivir o de qué pueden alimentarse sus habitantes
-Las situaciones que llevan a una persona a emigrar sólo se entienden desde una lógica que responde al corazón, una lógica evangélica
-Hay razones que la razón no puede entender. El hambre no entiende de fronteras ni de leyes
-¡Qué triste es la tragedia de dejar la vida en el mar!
-Francisco tiene unos planteamientos muy claros, muy lúcidos y muy radicales del Evangelio
-Francisco nos está removiendo a todos, aunque es posible que en ciertos sectores también produzca cierta molestia, o cierto miedo
-Francisco es un hombre sobre todo de hechos. También de palabras, pero sobre todo de hechos
-El mensaje que Francisco nos está lanzando es que ya está bien de ver los toros desde la barrera
-El día en que en la Iglesia seamos capaces de tocar la carne de Cristo en el pobre, y de ver la imagen de Cristo que está impresa en el rostro del inmigrante, ese día nuestra Iglesia habrá dado un paso muy importante. También para su propia credibilidad.
-Todo el mundo está muy impresionado positivamente con Francisco, incluso personas que no son de Iglesia confiesan que este Papa «les convence»
-Cuando prevalece el interés, sobre todo en la economía, aquel que no es rentable se va quedando en la cuneta