“Nuestro celibato nos da facilidades para regalar el tiempo. Nuestro tiempo es para los demás. Tenemos que ser pastores con el móvil encendido todo el día, incluso de noche”
(José M. Vidal).- El Instituto Superior de Pastoral de la UPSA en Madrid celebró sus 50 años con su 25 Semana de Teología pastoral. Y para clausurarla, contó con un invitado de excepción: el presidente de la comisión episcopal de Pastoral. Sebastiá Taltavull, también obispo auxiliar de Barcelona, no defraudó las expectativas y pronunció una conferencia «sugerente y aterrizada», con olor y sabor al Papa Francisco. Y con una invitación clara a permanecer anclados en el espíritu conciliar, marca de la casa, para construir una «Iglesia servicial y corresponsable».
A monseñor Taltavull se le nota que es un obispo pastoral y con «olor a oveja». Quizás porque lleva sólo cinco años de obispo, pero ya 41 de sacerdote y más de treinta como párroco de tres parroquias de su diócesis de Menorca. Apoyado en ese bagaje, dictó una conferencia de pastor, titulada «Hacia una Iglesia servicial y corresponsable».
El prelado catalán comenzó recordando aquellos años del postconcilio «de cambio, de mucho gozo» y aseguró que todavía lleva dentro «la ilusión y el entusiasmo de aquella época de aplicación conciliar». Desde entonces pasaron 5 décadas de ilusión, pero también de dificultades y temores. Un tiempo en el que, según Taltavull, «el espíritu conciliar nos ha acompañado siempre», para seguir apostando, antes y ahora, «por una Iglesia en diálogo con el mundo y a su servicio».
Taltavull sembró su conferencia de continuas referencias al papa Francisco, que dice no a la conciencia aislada y a la autorreferencialidad de la Iglesia. O preconiza una Iglesia de salida o misionera. Porque «caminar hacia una Iglesia servicial y corresponsable es buscar una Iglesia adulta» y ése es precisamente «el sueño del Papa, que pasa por la impostergable renovación eclesial».
Una Iglesia de puertas abiertas
Dicho de otra forma, «una Iglesia de puertas abiertas, incluso físicamente abiertas. A veces, mientras bares y tiendas están abiertos, la única que está cerrada en una calle es la iglesia». Una institución abierta y que «achica distancias con la gente».
Una Iglesia con pastores que, como dice el Papa, vayan a veces por delante para guiar, otras veces al lado, para acompañar y oras veces por detrás «siguiendo al rebaño que tiene un olfato especial para averiguar el camino», dice Taltavull. Y añade que «ésta es, sin duda, una de nuestras asignaturas pendientes: seguir a la comunidad y al grupo«.
Para ser servicial y corresponsable, la Iglesia tiene que ser, según el prelado catalán, «una Iglesia humilde y que inspire confianza, algo en lo que nos ayuda mucho el Papa, porque no hay nada peor que el poder y la desconfianza». Aunque, «por desgracia, el poder sigue siendo una tentación muy fuerte entre los pastores».
Con estas luchas por el poder, por ser primeros o segundos en el protocolo, los eclesiásticos «provocamos o causamos envidia y, además de dar mal ejemplo, hacemos el ridículo». Y es que, como advirtió Taltavull, «la tentación del poder aparece sin darnos cuenta y de la forma más sutil». Para vencerla, hay que ser conscientes de que «la autoridad es un servicio y unión no a los honores, sino a la cruz».
Esa dinámica es, según el prelado, la que vive y enseña el Papa cada día. «Francisco escribe cada día la enclítica de los gestos y de los abrazos, la encíclica del amor y nos manda a los pastores hacia una pastoral de gestos concretos y amorosos con las personas».
Sólo así, como dice el Papa, «la Iglesia no se dejará robar el Evangelio por la mundanidad espiritual de buscar el bienestar personal y la gloria humana». Es decir, se trata de que «la Iglesia se sienta responsable tantos de los espíritus como de los cuerpos». Es «la corresponsabilidad como lugar teológico», para que los laicos pasen de verdad de «meros colaboradores a actores corresponsables».
Porque, a juicio de monseñor Taltavull, «la Iglesia se ha acostumbrado a los clérigos y el laicado ha quedado en segundo plano«. De ahí que sea necesario «abandonar ya la concepción piramidal de la Iglesia, para asumir la circular de pueblo de Dios». Y el prelado terminó su conferencia invitando a los presentes a rezar, con este espíritu, el Padre Nuestro.
Preguntas sin red
Tras la ponencia, monseñor Taltavull se sometió a una larga tanda de preguntas. Se veía a la gente con ganas de preguntar a un obispo sencillo y cercano, que se colocaba a su nivel. Como decía José Vicente, un cura de Cuenca, «da gusto oír hablar a un obispo de una Iglesia plural y corresponsable».
En sus respuestas, el prelado hizo hincapié en la importancia de que «los curas vivan su propia espiritualidad, no una espiritualidad alquilada» y apuntó a una espiritualidad encarnada. «Por ejemplo, a mí me gusta rezar en la calle y meter en los laudes la agenda del día, las personas a las que voy a ver e, incluso, los imprevistos. Es decir, estar atento a la vida. Ser normales, mirar a la gente a la cara, responder a sus preguntas, saludar con cariño, sonreír, salir de los estereotipos y de los esquemas fijos, no pelearnos por lo secundario e ir a lo esencial», dijo Taltavull.
Un sacerdote de Salamanca le pidió que les dijese a los obispos de la Conferencia episcopal que «el pueblo necesita que bajen de nivel, que se encarnen más, que se acerquen más al pueblo, para servirlo». Taltavull prometió hacerlo y reivindicó la labor del colectivo episcopal, con gestos ocultos por arte de muchos de ellos, como rebajarse el suelo. «Hay mucha semilla de Evangelio esparcida que no sale en los medios».
Y, tras una breve pausa, añadía: «Claro que los obispos también tenemos que convertirnos El caso es que vayamos todos juntos a una Iglesia más sencilla, más auténtica y más normal. Ponernos radicalmente al servicio de la gente y con una gran sonrisa. Nuestro celibato nos da facilidades para regalar el tiempo. Nuestro tiempo es para los demás. Tenemos que ser pastores con el móvil encendido todo el día, incluso de noche».
A mi lado, un fraile salesiano comentaba: «¡Qué buen programa para cualquier obispo! Obispos así son los que necesitamos. ¡Ojalá le hagan arzobispo de Barcelona, porque encarna perfectamente el tipo de prelado-pastor que busca Francisco!«. Y la ovación resonó atronadora en el salón de actos de la Fundación Pablo VI.
Clausura oficial
Para clausurar la Semana de teología Pastoral, el director del Instituto, José Luis Segovia (al que muchos ven como un candidato perfecto, para suceder al cardenal Rouco, como arzobispo de Madrid, si Francisco se decanta por escenificar un nuevo ciclo en la Iglesia española) quiso dar las gracias «a los que forman esta gran familia del Instituto de pastoral, porque ustedes son formidables».
Como broche, monseñor Taltavull ofreció su colaboración total y la de la comisión episcopal de pastoral que dirige con el ISP. «Tiene que haber una relación más fluida entre nosotros. La pastoral nos hace amigos y, si no nos hace amigos, no es pastoral. ¡Animo, adelante y contad conmigo!«
El ISP merece un homenaje
Vuelve a estar de moda. No podía ser de otra manera. Con un Papa pastoral y profundamente conciliar, tiene que volver a brillar y recobrar todo su esplendor de antaño el Instituto Superior de Pastoral de la Pontificia de Salamanca en Madrid. Fue, sin duda, el centro que mejor recepcionó y aplicó el Concilio. Todo un faro. Con figuras tan relevantes como Casiano Floristán, Julio Lois, Burgaleta, Maldonado, Juan de Dios Martín Velasco, Marciano Vidal o el propio Antonio Cañizares, entre otros muchos. Entonces, los obispos de toda España mandaban a sus curas a reciclarse o a licenciarse en Teología pastoral. Y el Instituto estaba lleno de alumnos.
Después, sufrió el vacío de la época de la involución eclesial. Una larga etapa, durante la cual se le miró con recelo, se marginó a sus profesores y los obispos (como si de una consigna superior se tratase) dejaron de enviar a sus curas y seminaristas a formarse en él. Resistió como pudo. Con imaginación y creatividad: abriéndose a los laicos. Pero sin claudicar de sus principios y sin renunciar al espíritu del Vaticano II.
Han pasado 50 años del concilio y el Instituto también cumple su 50 aniversario. Y la primavera de Francisco comienza a notarse. Ha resistido y, al final, su labor se ve recompensada. Primero, en alumnos. Esperan que, a partir de ahora, se vuelva a poner de moda la teología pastoral, con un papa eminentemente pastor. Y que, por lo tanto, los obispos vuelvan a mandar a sus curas a reciclarse y a ponerse al día pastoralmente al ISP. Para que, después, fieles al Papa, puedan «armar lío» en sus diócesis de procedencia.
La recompensa también les llega en forma de reconocimiento. A su enorme y esencial labor pasada, como motor y animador esencial del Concilio en España. Y a la realizada durante los años «de largo invierno». Sin estridencias, pero sin vacilar ni claudicar. Allí estaban para demostrarlo dos de sus puntales: José Luis Corzo y Juan de Dios Martín Velasco. Los dos ya jubilados, pero siguen siendo referencias en sus respectivos ámbitos de reflexión teológica. Quizás por eso, los alumnos y los profesores de ahora (Juan Pablo Maestro, Antonio Ávila o José Luis Segovia) los tratan de «maestros». Lo fueron y lo siguen siendo.
Alguien, en la Iglesia española institucional (quizás la Comisión episcopal de pastoral, que preside monseñor Sebastiá Taltavull), tendría que promover una acto de homenaje y reconocimiento público y explícito a este Instituto de Pastoral. Por todo lo que hizo por la recepción el Concilio, la teología pastoral y la puesta al día del clero y de tantos agentes pastorales de la Iglesia española. Y portodo lo que sigue haciendo. Ninguna otra institución en España puede presumir de una labor así, tan redonda y tan fructífera, incluso en momentos duros, cuando los vientos soplaban en contra.