Diría que es uno de los mejores ejemplos, por no decir el mejor, de una racionalidad limpia, no contaminada por intereses ideológicos
(José M. Vidal).- Mañana se cumple un año del histórico anuncio de la renuncia papal al solio pontificio. Un gesto que sorprendió a propios y extraños. Con la perspectiva del tiempo transcurrido, preguntamos a tres obispos españoles (Carlos Osoro, arzobispo de Valencia, Amadeo Rodríguez, obispo de Plasencia y Ginés García, obispo de Guadix) qué sintieron en aquel momento, cómo califican la decisión de Benedicto XVI y qué consecuencias tuvo para la Iglesia y el mundo. Decisión ejemplar de un gran creyente, que abre a la Iglesia a una nueva época, explican los prelados.
Las preguntas
1/ ¿Qué sintió y pensó, cuando, hace un año, Benedicto XVI hizo pública su renuncia?
2/ ¿Cómo calificaría esa decisión del Papa Ratzinger?
3/ ¿Qué supuso, a su juicio, para la Iglesia y para el mundo?
Carlos Osoro, arzobispo de Valencia
«Gesto de entrega total de una vida orada, vivida y pensada por Jesucristo y al servicio de la Iglesia»
1. Quedé paralizado: sin sentir y sin poder pensar.
2. De entrega total de una vida orada, vivida y pensada por Jesucristo y al servicio de la Iglesia. Entrega que realizó con la misma decisión y pasión por Jesucristo y la Iglesia y al servicio de los hombres, el dia que le elegieron Papa y dio su sí.
3. Caer en la cuenta vitalmente que hemos entrado en una nueva época y en nuevo escenario en el que hay que anunciar el Evangelio, así como también el hambre de Dios que tienen los hombres unas veces consciente y otras inconscientemente, pero manifestado en todas sus situaciones y expresiones.
Amadeo Rodríguez Magro, obispo de Plasencia
«La renuncia era la búsqueda de un cambio, el deseo de algo nuevo y distinto»
1. Estaba en Madrid dando una conferencia a los responsables diocesanos del catecumenado de adultos no bautizados y, justamente cuando finalizaba, noté un cierto movimiento que no me explicaba y era que a algunos les acababa de llegar en el móvil la noticia de la renuncia del Papa Benedicto. En principio no nos lo creíamos del todo y nos fuimos a Internet a confirmarlo. Enseguida la incredulidad se convirtió en sorpresa y, al menos por mi parte, después de la sorpresa sentí un gran respeto y un profundo afecto por el ejemplo de amor a la Iglesia que Benedicto XVI nos daba. Superados esos momentos iniciales, enseguida pensé que era un hecho posible, aunque no previsible, y por tanto había que asumirlo con paz y esperanza. En mis primeras declaraciones y en mis consejos a amigos, colaboradores y diocesanos procuré, sobre todo, poner de relieve la ejemplaridad del Papa en su renuncia y también su actitud de servicio. Aunque algunos no lo vieran así, oídas sus razones se hizo comprensible que, al faltarle las fuerzas, renunciara para no ser un obstáculo al dinamismo de la Iglesia; sobre todo si se tiene en cuenta que el Papa tiene una visión de la Iglesia más abierta y global, que los demás no tenemos.
2. La de un hombre muy valiente y lúcido y la de un humilde trabajador en la viña del Señor, como él se consideró desde el primer día. Para un trabajo responsable y a pleno rendimiento en la Iglesia se necesitan las fuerzas que a él le faltaban. Es verdad que detrás del ministerio de Pedro está el Espíritu Santo; pero justamente por eso hay que estar a la altura de lo que el Espíritu le va pidiendo al que es pastor y guía de la Iglesia. Entiendo que la decisión de Benedicto XVI es una muestra de su profunda humildad, de su sencillez y de su santa indiferencia ante el honor y el poder, que a veces puede «mundanizar» hasta el más alto servicio en la Iglesia. Su decisión es otro modo de estar en la cruz que, por cierto, lo está cumpliendo a la perfección. Todo esto ha ido elevando el afecto y la gratitud que ya sentía por este Papa «maestro».
3. Además de un gran ejemplo, la renuncia del Papa Benedicto XVI abrió el camino a una novedad excepcional en la vida de la Iglesia. Estoy seguro de que en su discernimiento ya él vio el futuro y sintió lo que necesitaba la Iglesia. Se puede decir muy bien que la renuncia era la búsqueda de un cambio, el deseo de algo nuevo y distinto. Tras Benedicto vino Francisco, que leyó bien el gesto de su antecesor, y ha traído aires excepcionales de renovación espiritual, pastoral y de formas de vida. El Espíritu Santo, que sin duda acompañó a Benedicto en su difícil discernimiento, preparó en el precónclave y en el mismo cónclave la llegada de un Papa, que vino del fin del mundo, y que no sólo se está ganando con su sencillez arrolladora el afecto del mundo, sobre todo de los más sencillos, sino que también está renovando la conciencia y los modales de los pastores y de los fieles cristianos, para que toda la Iglesia se ponga en estado de misión. Hoy todos miramos más a las «periferias existenciales» que a los asuntillos que a veces tanto nos ocupan, como si no tuviéramos nada que hacer en orden a la evangelización. Ya se nota que el nuevo aire de Francisco nos está situando a todos en salida tras las huellas de Jesucristo, en quien somos discípulos y misioneros.
Ginés García Beltrán, obispo de Guadix
«Es uno de los mejores ejemplos, por no decir el mejor, de una racionalidad limpia, no contaminada por intereses ideológicos»
1. Ante todo sorpresa, que si somos sinceros fue la primera reacción de todos. Después incredulidad y necesidad de verificar la verdad de la noticia. No faltó en mí tampoco el desconcierto -¿qué ocurrirá ahora? ¿qué supone este gesto?. Pero conforme iba reflexionando sobre el hecho de la renuncia de un Papa al ejercicio del ministerio petrino, iba naciendo en mí una aceptación de la providencia de Dios que se manifestaba en la decisión de un hombre honesto. Mirándolo despacio respondía a la visión y al corazón del Papa Ratzinger. Por último, agradecimiento al Señor por este Papa y por la grandeza de su decisión.
2. Lo más común, y quizás lo más fácil, es darle el calificativo de histórica, porque realmente lo es. Pero creo que va más allá. La decisión nos muestra a un hombre con una honestidad intelectual extraordinaria. Diría que es uno de los mejores ejemplos, por no decir el mejor, de una racionalidad limpia, no contaminada por intereses ideológicos. Un hombre que en su interior madura y discierne qué ha de hacer, y lo hace. Es la fuerza de la conciencia. Lo que nos descubre lo más importante de la decisión: estamos ante un hombre de fe, que no se cree el protagonista de la Iglesia ni de su misión, pues sabe que el que mueve y gobierna la nave de la Iglesia es el Señor. Las intervenciones desde el anuncio de su renuncia, son una buena interpretación del magisterio de Benedicto XVI y de su misma persona. En definitiva es la decisión de un hombre honesto, y sobre todo, de un creyente.
3. Muchos se ha escrito ya sobre las repercusiones de la renuncia, pero, honestamente, creo que es demasiado pronto para hacer una valoración en profundidad. Habremos de esperar más tiempo para valorar esta decisión. Creo, no obstante, que marca una nueva etapa para la Iglesia, una nueva concepción del ejercicio del ministerio del Sucesor de Pedro. Es un acto de libertad del Papa. Y no podemos olvidar que esta decisión ha posibilitado un pontificado como el actual, el del Papa Francisco. Estoy convencido que Benedicto XVI está encantado con el Papa Francisco. Además, aquello que parecía que iba a ser problemático, los dos nos están demostrando que no lo es; dos papa que conviven, que hablan, que se ven, que se abrazan, y nadie duda quien es hoy el Papa: Francisco. Y es que cuando los creyentes nos dejamos llevar por Dios todo es más sencillo.