Tengo el convencimiento, o al menos la impresión, de que él sabe a dónde quiere conducir a la Iglesia. Y creo que va a lograrlo
(Jesús Bastante).- Pablo D’Ors es sacerdote y escritor y un amigo de hace mucho tiempo. Capellán en el hospital Ramón y Cajal y autor de éxito de muchos libros, nos habla de su último proyecto «Buscadores de la Montaña», que él mismo define como un «seminario de entrenamiento espiritual».
«Para mucha gente la meditación y el silencio son un descubrimiento, porque todavía no han hecho la aventura de la exploración interior», explica, y cuenta que en sus «búsquedas» o sesiones se trabaja el cuerpo, el silencio, la palabra y el rito.
Observa que «hay muchísimas personas que se han ido distanciando del ámbito religioso pero no así del ámbito espiritual y que, por tanto, están buscando y no encuentran». De ahí parte su deseo de trabajar la espiritualidad de las personas, a través de textos de diferente tradiciones que, en palabras de D’Ors, «conforman el patrimonio místico de la humanidad», y a través de la apertura, que el escritor considera «el rasgo por excelencia de la persona espiritual».
«La diferencia entre el creyente y el fanático es que el creyente siempre está dispuesto a encontrarse con el otro, con el diferente», concluye el sacerdote.
Hoy vienes a hablarnos de un proyectos más espiritual y comunitario que literario…
Sí. El proyecto se llama «Buscadores de la montaña«, es una iniciativa que tiene ya tres años de duración, y me gusta designarla como «seminario de entrenamiento espiritual». No nace tanto de una voluntad pastoral, sino de un deseo de compartir con otras personas mi propia búsqueda interior. También parte del convencimiento de que en nuestra sociedad hay muchísimas personas que se han ido distanciando del ámbito religioso pero no así del ámbito espiritual, y que por tanto, están buscando y no encuentran.
O sea que buscadores… ¿pero por qué en la montaña?
Bueno, la montaña es el símbolo del Absoluto, aunque yo prefiero decir que es el símbolo del anhelo de alcanzar la plenitud personal, que no se agota ni en lo físico ni en lo psicológico. El símil del montañismo evoca el ascenso, el hecho de llegar a un espacio más puro.
La idea parte de la intuición de que, al igual que existen gimnasios para entrenarse corporalmente, no existía en Madrid un espacio para entrenarse espiritualmente. Por eso la idea no fue crear un grupo, sino un seminario. Donde la gente pudiera ir y venir, y encontrar estímulos y cauces para entrenarse espiritualmente. De hecho, empezamos hace tres años de una manera muy humilde (con unos cuantos amigos en mi propia casa). Luego la cosa fue creciendo, y el año pasado estuvimos en una parroquia que nos dejaba sus salones. Y este año, desbordados por las personas que quieren participar, estamos en la Fundación Tomillo. Ahora mismo hay 120 personas matriculadas, es decir, que hemos crecido mucho.
Tengo que decir que la iniciativa no fue solamente mía sino también de una amiga mía que se llama Concha González y que es practicante de medicación zen. Ella se define como budista-cristiana, así que entre los dos hicimos una suerte de «matrimonio espiritual» entre el budismo y el cristianismo. Aunque la impronta fundamental de Buscadores de la Montaña es cristiana (y la mayoría de sus miembros se siguen definiendo como cristianos), tiene una vocación ecuménica y de apertura a otras confesiones, incluso a personas sin ningún tipo de confesión. Pero también tengo que decir que la mayoría de personas que participa, aunque se defina como cristiana, está alejada de la Iglesia institucional y no tiene una práctica religiosa regular.
¿Crees que en estos tiempos hay muchas personas en situación de búsqueda?
Sí. quizás también haya algo de movimiento pendular en esto: después de una época en la que se ha trabajado más lo social (también en el ámbito eclesial), el compromiso, etc. Ahora (desde hace por lo menos una década) hay una vuelta a lo espiritual, a las fuentes. Evidentemente, la crisis también afecta. En la época económicamente más difícil y políticamente más complicada que estamos atravesando en España y en Europa en general, la gente necesita más fundamento.
Hay cierta hartura de la sociedad del bienestar y también un deseo de dar cuerpo a los anhelos interiores. Por eso hay más personas en búsqueda.
Nosotros partimos de la importancia del silencio, porque estamos convencidos de que hay un bombardeo de imágenes, sonidos y palabras en nuestra sociedad de hoy, y que si no hay un tiempo de silencio para recrear todo eso, al final nos aturde.
En tu libro «La Biografía del Silencio» ya tratabas este tema…
Es que el proyecto Buscadores de la Montaña nació cuando yo estaba escribiendo ese libro, a partir de mi propia práctica de meditación.
Queríamos ofrecer un espacio de silencio pero sin llegar a convertir el silencio en un absoluto. Nos juntamos dos veces al mes durante cuatro horas (ahora los domingos). De esas cuatro horas una es para trabajar con el cuerpo (porque somos cuerpo), otra para trabajar el silencio, otra para la palabra y la cuarta para el rito. Ésta última parte quizá sea la más novedosa, porque el rito tiene mala prensa.
¿Por cliché?
Sí, cliché de algo confesional, ñoño y aburrido. Entonces, nos hemos propuesto rescatarlo como acción liberadora, como gesto. Porque, igual que la palabra puede ser liberadora, también puede serlo el gesto. Queremos que recupere su significado genuino. Se trata de recuperar los mitos y los ritos esenciales del cristianismo, pero no de manera teórica. La explicación siempre es mínima. Se trata de hacer.
La parte del rito es siempre la que más sorprende y la que más gusta, porque, de alguna manera, en ella confluyen todas las demás. También trabajamos ritos de otras religiones, aunque menos, porque las conocemos menos.
Del cristianismo trabajamos la luz, el lucernario, el rito del cirio pascual, por ejemplo. La ceniza, el lavatorio de pies (con todo lo que significa: lavarle los pies a otra persona, abajarse, mirarla desde abajo…). La gente que participa que he tenido una educación cristiana coincide en que se ha ido alejando de los ritos porque normalmente los ritos los realizan otros. Ellos son meros espectadores, hay una solemnidad litúrgica que también aleja… En cambio, cuando se sienten protagonistas de los ritos y se dan cuenta de la fuerza expresiva del gesto, los ritos se convierten para ellos en algo muy liberador.
En el libro «Psicomagia», Jorodorowsky cuenta que la gente le va a visitar en París para contarle sus problemas, y que él les receta acciones. No palabras ni medicinas, sino acciones. Porque la acción, si es adecuada, es liberadora. Ése es un poco el planteamiento del rito en Buscadores de la Montaña.
Respecto a la palabra, trabajamos con distintos textos místicos de las distintas tradiciones. Es decir, con el patrimonio místico de la humanidad. Textos hinduistas, musulmanes, cristianos…incluso no confesionales. De pronto cogemos textos de Oscar Wilde, Rousseau… fragmentos luminosos de una gran potencia. Y nos acercamos a estos textos con un método de trabajo muy sencillo, de una manera que me gusta definir como sapiencial (no simplemente intelectual). Porque lo intelectual es lo que nos han enseñado: penetrar en el texto, mientras que el método sapiencial no es tanto penetrar el texto sino permitir que el texto penetre en ti. Por tanto, no importa comprenderlo, sino recibir. Entonces, todo lo que sea fomentar la capacidad de receptividad, creo que te hace una persona espiritual, abierta y estructuralmente tolerante.
¿Las 120 personas os reunís a la vez?
Hay 120 matriculados pero nunca hemos sobrepasado el número de 50 en las reuniones, porque a gente va y viene. Hoy pedir una fidelidad permanente en cualquier grupo es muy difícil, además de que no había espacio físico para tantísimas personas.
¿Cómo funciona una de vuestras sesiones?
De 10 a 11 es la hora dedicada al cuerpo, que es la que lleva mi amiga Concha. En esa hora se realizan ejercicios, de estiramiento y demás, para prepararnos corporalmente para la meditación. Porque al fin y al cabo la meditación no es otra cosa más que conciencia de ti mismo, de tu propio cuerpo.
¿Para encontrar el equilibrio cuerpo-mente o cuerpo-espíritu?
Exacto. Y de esa forma estar preparado para la palabra, habiendo silenciado primero la mente. Entonces tenemos la receptividad necesaria para acoger la palabra.
La parte del cuerpo es como si fuera una clase de gimnasia, pero no orientada solamente a estar bien, sino también a poder estar en otra dimensión, por así decirlo.
En la parte del silencio empezamos haciendo dos sentadas de 20 o 25 minutos cada una de tipo zen (es decir, con silencio riguroso y quietud absoluta). Luego nos dimos cuenta, con la práctica, que la meditación zen para mucha gente era muy dura, porque algunos no estaban acostumbrados a tanta quietud y a tanto silencio. Entonces cambiamos un poco el método, y la primera meditación es más guiada.
Para mucha gente todo esto es un descubrimiento, porque todavía no han hecho la aventura de la exploración interior. Es un pequeño desierto personal.
Luego viene la hora de la palabra, del acercamiento a los textos que ya he comentado. Y la última, la del rito.
Son estímulos para que luego, en la vida ordinaria, uno puede tener recursos para cultivarse por dentro.
¿Cuál es el plazo de matriculación, los costes, etc.?
En la página del Centro Abierto de la Fundación Tomillo si tecleas «Buscadores de la Montaña» o mi propio nombre, «Pablo D’Ors», encuentras el calendario de nuestras búsquedas (llamamos búsquedas a las sesiones), y qué hay que hacer para matricularse y demás. Ahora no se aceptan más matrículas porque ya está lleno el cupo, pero la gente se apunta igualmente porque algunos matriculados van y vienen. Este domingo pasado había bastantes miembros nuevos, porque la gente está anhelando encontrar espacios como el nuestro. En la web se puede consultar el calendario, y los interesados pueden acercarse el día que les venga bien.
Lo que he descubierto es que cuando hay creatividad «pastoral» la gente responde. En cambio, cuando sólo es simple repetición del mismo esquema de siempre, la gente se harta y no acude.
Pero ese deseo existe en las personas, desde luego.
¿Cómo afectan a tu fe y a tu ministerio esas «búsquedas» o ejercicios?
Afectan mucho y bien. Creo que el rasgo por excelencia de la persona espiritual es la apertura. La diferencia entre el creyente y el fanático es que el creyente siempre está dispuesto a encontrarse con el otro, con el diferente. Mientras que el fanático siempre piensa que el otro es una amenaza. Entonces, todo lo que sea acoger al otro es un desafío y una fuente de enriquecimiento.
Así es como yo vivo este trabajo «pastoral», y también así vivo la literatura: como una forma de fomentar la capacidad de recibir, para que luego puedas transmitir algo que esté vivo y que no sea simplemente tu ombligo, que es lo que suele pasar muchas veces en la literatura.
¿Crees que las grandes religiones tienden a ver al otro como diferente, más que como reflejo del mismo Dios?
Sí, pero por una parte es comprensible. Chesterton decía que las personas, cuando son felices, crean instituciones. Lo que pasa es que muchas veces la institución se vuelve contra la persona. Y hay que pensar que no se trata de mantener por mantener, que hay instituciones que hay que reformar, y quizás otras nuevas que hay que formar. Es el binomio carisma-institución, que siempre está ahí. Los dos son importantes: la institución necesita de los carismas y de los «carismáticos» para sobrevivir, pero también los carismáticos necesitan la institución para organizarse.
¿Cómo ves al Papa Francisco ante esa dicotomía?
Yo estoy muy ilusionado, porque me parece que es un hombre que está haciendo gestos de acercamiento con una potencia simbólica extraordinaria. Veo a muchas personas ilusionadas con este nuevo estilo, y también veo que hay un horizonte muy grande por explorar.
¿Estás de acuerdo con quienes le acusan de quedarse en el mero gesto, en la simbología? ¿O crees que cada uno de sus gestos tiene detrás conceptos y planteamientos potentes?
No, no creo en absoluto que se vaya a quedar sólo en los gestos. Tengo el convencimiento, o al menos la impresión, de que él sabe a dónde quiere conducir a la Iglesia. Y creo que va a lograrlo, con la mano firme en el timón pero al mismo tiempo atento a las circunstancias y a la realidad, dentro de las posibilidades que tiene.
Para mí es una bocanada de esperanza, y creo que para muchísimos cristianos lo es. Y también para los no cristianos.
El día que fue elegido papa, yo estaba viajando a Italia para dar una conferencia sobre silencio. Cuando llegué a la casa del anfitrión que me había invitado (de una institución cultural italiana), me llamó un amigo mío por teléfono y me dijo: «¡Es argentino! ¡Ha salido el Papa y es argentino!». Y los señores de la casa me abrazaron celebrándolo, y me decían «¡El Papa habla castellano, como tú!». Fue como una fiesta, una cosa muy divertida. Algo muy familiar y muy especial.
Otros titulares:
-Hay muchísimas personas que se han ido distanciando del ámbito religioso pero no así del ámbito espiritual y que, por tanto, están buscando y no encuentran
-Hemos querido recatar el rito a pesar de que tiene mala prensa
-Los textos de las distintas tradiciones conforman el patrimonio místico de la humanidad
-Para mucha gente la meditación y el silencio son un descubrimiento, porque todavía no han hecho la aventura de la exploración interior
-El rasgo por excelencia de la persona espiritual es la apertura
-La diferencia entre el creyente y el fanático es que el creyente siempre está dispuesto a encontrarse con el otro, con el diferente
-Los gestos del Papa Francisco tienen una potencia simbólica extraordinaria