Los grandes derrotados de esta histórica jornada para la Iglesia española son los afines al sector rouquista, que aun en plena retirada contaba con numerosísimos apoyos
(Jesús Bastante).- «Es la mejor elección que podría haberse hecho. Hemos tratado de hacer lo mejor para la Iglesia, siguiendo las indicaciones de Francisco. Y creemos que hemos acertado». Así resumía un obispo español los resultados de las elecciones en la Conferencia Episcopal que, a falta de culminar las presidencias de las comisiones episcopales, deja la clara sensación de cambio de ciclo, y de victoria del sector moderado frente a los «rouquistas», en evidente retirada.
Exactamente un año después de la elección de Bergoglio como Obispo de Roma, los vientos de la primavera de Francisco, al fin, parecen llegar a España. Un país, el nuestro, que continuaba siendo una suerte de «aldea gala» contra el «efecto Francisco». «El estilo es la persona», decía este mediodía el flamante presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, refiriéndose a su antecesor, Antonio María Rouco Varela. Y lo que resulta evidente es que el clima, el estilo, las formas, han cambiado. «Y más que van a cambiar», aseguraba otro prelado, del sector moderado.
Ricardo Blázquez y su vicepresidente, Carlos Osoro -designado como muchos como la extensión natural de Bergoglio en España, y hoy por hoy el candidato mejor colocado para suceder en Madrid a Rouco Varela- que representan una Iglesia amable, moderada, que apostará por la colegialidad y por seguir los signos de los tiempos.
Como hicieron los cardenales en la Capilla Sixtina, los obispos españoles no han apostado por las medias tintas. Podían haberlo hecho, nombrando a Juan José Asenjo -el candidato de Rouco Varela- como vicepresidente, pero han preferido un tándem a un contrapeso. Blázquez, el teólogo sereno al que lee el Papa y mucho más asentado ahora que cuando en 2005 tuvo que afrontar su primera presidencia; y Osoro, el hombre extrovertido, el «peregrino», como lo denominó el propio Francisco.
Rouco deja la Casa de la Iglesia -aunque, por estatutos, continuará en el Comité Ejecutivo mientras sea arzobispo de Madrid- con la sensación de que nadie va a echarle de menos. No lo harán los trabajadores de Añastro, que ya comenzaron a respirar cuando José María Gil Tamayo -otro de los artífices del cambio que hoy ha cristalizado-, y tampoco los obispos, que bien por convencimiento, bien por el peso de la realidad, han constatado que el tiempo del cardenal de Madrid toca a su fin. Y que su modelo de Iglesia no sirve para estos tiempos.
No cabe duda que el tándem Blázquez-Osoro cuenta con todas las bendiciones del Papa. Ambos fueron recibidos recientemente por Francisco, quien demostró que conocía sus capacidades -y sus actividades- al dedillo. Aunque Roma no ha dado una consigna directa, pocos dudaban de que Bergoglio apostaba por este estilo pastoral.
Los grandes derrotados de esta histórica jornada para la Iglesia española son los afines al sector rouquista, que aun en plena retirada contaba con numerosísimos apoyos. Una derrota que se plasma en la configuración del propio Comité Ejecutivo, donde Rouco sólo ha podido ubicar -además de a sí mismo, pues el arzobispo de Madrid cuenta, por estatutos, con un sillón en el máximo órgano deliberativo- al arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, su gran candidato para sucederle.
En cambio, el sector más aperturista ha elegido a los arzobispos castrense –Juan del Río, uno de los muñidores del cambio en la Conferencia Episcopal- y de Santiago, Julián del Barrio, un obispo sensato y poco dado al conflicto. Junto a ellos, el portavoz, José María Gil Tamayo, sin lugar a dudas el «hombre del Papa» para la comunicación de la Iglesia española.
Como anécdotas, queda el voto que obtuvo Juan José Omella, el obispo de lo «social», y tal vez el tapado para el futuro que vendrá cuando, definitivamente, Francisco se decida a aceptar la renuncia del cardenal Rouco -probablemente a la par que la del cardenal Sistach en Barcelona-, o la desaparición de algunos de los grandes candidatos para influir en el Ejecutivo, como Francisco Pérez -el único del anterior Comité que no repite- o el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz. Desaparecido, como no podía ser de otra manera, el arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez, incomprensiblemente postulado por algunos como hipotético presidente del Episcopado.
Un año después, la primavera, al fin, comienza a llegar a Añastro. Y pocos parecen extrañar el crudo invierno.