Hoy es un día grande para España y pido oraciones por nosotros y por el Rey
El arzobispo de Toledo y Primado de España, Braulio Rodríguez, ha iniciado la homilía de la misa celebrada en la Catedral Primada con motivo del Corpus Christi pidiendo oraciones por el nuevo Rey Felipe VI.
Monseñor Rodríguez, que ha presidido la misa en rito hispano-mozárabe en Toledo, coincidente en el tiempo con el acto de proclamación del Rey en Madrid, ha asegurado que este jueves «es un día grande para España».
«Pido oraciones por nosotros y por el Rey», ha señalado el arzobispo, que ha recordado que el amor de este día de Corpus Christi «va sobre todo para los enfermos y mayores». (RD/Ep)
Homilía del Sr. Arzobispo en la Santa Misa en la Catedral Primada
Toledo, 19 de junio de 2014
Mis respetos y mi saludo a cuantos hoy celebráis en el Rito Hispano-Mozárabe la hermosa liturgia del Santísimo Cuerpo de Cristo; el amor del Señor en este día va sobre todo para los enfermos y mayores que conectáis con la Catedral por radio y televisión: os tenemos presentes y oramos por vosotros. Hoy es un día grande para España y pido oraciones por nosotros y por el Rey.
La Palabra de Dios es muy breve en esta Misa; pero la Escritura es siempre jugosa y nos deja ese olor a pan recién hecho, como gustaba decir san Francisco. Precisamente los Proverbios de Salomón hablan de cómo la Sabiduría del Padre, que es el Hijo, ha edificado su casa, ha labrado siete columnas, ha sacrificado víctimas, ha mezclado el vino y ha preparado la mesa. Sí hermanos, Dios tiene dispuesto un banquete, y ha enviado a sus criados a anunciar en los puntos que dominan la ciudad: «Venid aquí los inexpertos»; y a los faltos de juicio les dice: «Venid a comer de mi pan, a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la inteligencia».
Si tuviera que destacar en los libros de la Sagrada Escritura una imagen para expresar el amor salvador a los hombres y mujeres, esta imagen bien podría ser la del banquete preparado -para la boda de su Hijo se explícita en el NT- y la invitación insistente a que todos vengan a festejar semejante alegría. ¡Qué impresionante! Sin duda que nosotros, jóvenes siempre inexpertos e imprudentes, podemos rechazar semejante fiesta y banquete. Pero entonces no tendremos el gozo de quien encuentra a Cristo, ni encontraremos la vida ni el favor del Señor. Eso sí, Cristo siempre dirá: dichosos el hombre y la mujer que me escucha. La invitación sigue. Seguirá siempre abierta.
Nosotros, pues, no hacemos más que recibir una tradición, que procede de Jesús, y que transmitimos al mundo y la siguiente generación cristiana: «Que el Señor Jesucristo, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía». Es lo que ha proclamado el lector hace breves momentos.
Esta memoria o memorial de Jesús no es algo trivial. Bien lo saben los que desgraciadamente profanan la Eucaristía robando sagrarios o esparciendo formas consagradas. No. Es la fuerza del amor de Cristo que nos urge, nos juzga y nos saca de nuestro interés y desamor. Es el signo perenne del amor de Dios, tantas veces desconocido, ignorado al no apreciarlo. Este Cristo es el mismo que está en el más pobre, en el que sufre, al que nos acercamos, porque, si en este mundo no hay caridad y atención al ser humano en su totalidad, de poco valen tantos esfuerzos por procurar buena economía, como tampoco tanto gritar cambios antisistema sin comenzar a cambiar personalmente ni acercarse a la realidad de cada día.
No aprovechar la fuerza que tiene este Cristo, pan y vino para la vida del mundo, significa no tener en cuenta la carne que es verdadera comida y la sangre que es verdadera comida del que ha sido enviado por el Padre de los cielos, que vive por el Padre. Quiero decir que resolver el hambre y la sed de los hombres no termina con solucionar problemas de necesidad humana perentoria. Sin duda esta preocupación es muy importante; pero somos los hombres y mujeres sujetos de muchas necesidades: los humanos somos también ansias de gozo, deseos de justicia, ganas de belleza y armonía, búsqueda de la fraternidad. «El que me come vivirá por mí».
A lo largo de la historia, Jesús ha llamado siempre la atención de los humanos; desde los discípulos de Emaús, muchos han advertido hacia aquel hombre misterioso una extraordinaria atracción, y lo invitaron a quedarse con ellos. Jesús aceptó y entró en su casa. Y cuando estando en la mesa bendijo el pan y lo partió, ellos le reconocieron. Pero también reconocieron que en realidad era Él quien les invitaba al Banquete de un pan partido para la vida del mundo.
«Roguemos para que todo cristiano, reviviendo la experiencia de los discípulos de Emaús, especialmente en la Misa Dominical, redescubra la gracia del encuentro transformante con el Señor, con el Señor resucitado, que está con nosotros siempre. Hay siempre una Palabra de Dios que nos guía en vuestra desorientación; y un Pan partido que nos hace seguir adelante» (Papa Francisco, Regina Coeli, 4 de mayo 2014).