Lo primero y principal es que haya justicia y caridad, que trasciende y obliga más que la misma justicia
El arzobispo de Valencia, el cardenal Antonio Cañizares, defiende en su carta pastoral de la semana dedicada a la emigración la necesidad de «señalar una normativa que, respetando la dignidad inviolable de la persona humana y sus derechos fundamentales -y posibilitando lo que es el ejercicio de la caridad fraterna y la misericordia, no conduzca a un desbordamiento tal de los inmigrantes que entonces se vean sumidos en una mayor marginación».
Para el purpurado, este «desbordamiento» podría conllevar que no se pudieran atender debidamente a sus demandas y «acarrear un conjunto de injusticias mayores para con ellos y para la población autóctona», por lo que asegura que «canalizar esto no es racismo ni discriminación».
En la carta, en la que se pregunta «qué debe hacer la Iglesia» ante este fenómeno generalizado y «si debe dedicarse a ayudarles en lo material o tiene que intentar su evangelización», apunta que «lo primero y principal es que haya justicia y caridad, que trasciende y obliga más que la misma justicia«.
Recuerda que el catecismo de la Iglesia Católica señala que «las naciones más prósperas (y España lo es) tienen el deber de acoger, en cuanto sea posible al extranjero que busca la seguridad y los medios de vida que no puede encontrar en su país de origen».
Al mismo tiempo añade, «según la Doctrina Social de la Iglesia esto no supone negar a las autoridades públicas el derecho de controlar y limitar los movimientos migratorios cuando existen razones graves y objetivas de bien común, que afectan a los intereses de los mismos emigrantes».
«Para nosotros los cristianos, en todo caso, siempre está la indicación del Señor: ‘fui forastero, emigrante, y me acogiste’. La acogida no es sólo darle ayuda material. Acoger al emigrante, amar a la persona del emigrante, quererlo de verdad y con obras, servirle, exige también ofrecerle, presentarle, anunciarle el Evangelio con todo respeto a su libertad y sin imposiciones», apunta Cañizares.
Así, advierte: «si no lo hiciéramos, podríamos traicionarlo y traicionaríamos nuestra identidad cristiana y la misión y el mandato de amor que el Señor nos encomendó. Por eso, estimo que hay que intentar la evangelización de inmigrantes de otras religiones, lo cual no puede confundirse con proselitismo». (RD/Ep)