Tengo esperanza: muchos de los curas que rehabilitaron la Iglesia en el Concilio, venían de la tradición pero se reciclaron
(José Manuel Vidal).- Jesús López Sotillo es un teólogo que no tuvo libertad de palabra ni elaborando su tesis doctoral. Profesor de Derecho Religioso, Doctor en Teología Pastoral por el Instituto Pastoral de la Universidad Pontificia de Salamanca y sacerdote diocesano, viene a hablarnos de ser cura en Madrid, una ciudad gobernada por políticos que roban mientras desprecian a los pobres y se dicen cristianos. De los medios de comunicación controlados por la Iglesia y, por el contrario, de que hay que luchar por ser creyentes sin dejar de ser por ello críticos. Y de que, en definitiva, para ponerse al día, la Iglesia española tiene que ganar primero el terreno que ha perdido, en treinta años de retroceso después del Concilio.
¿Cuántos años hace que eres cura?
Me ordené en el año 78, y este año va a hacer 50 de mi entrada en el seminario.
Distintos cargos, imagino, pero ¿siempre en la diócesis de Madrid?
Primero estuve ejerciendo en San Mateo, una parroquia de Ciudad de los Ángeles. Luego estuve de párroco en el Barrio de San Fermín, en la parroquia del Buen Pastor. Y después le pedí licencia a Rouco para hacer la tesis doctoral; la hice y desde esos años hasta ahora estoy adscrito a la parroquia de Santa Adela, en Canillejas.
O sea que siempre estuviste en las periferias…
En las periferias de Madrid.
Eras un hombre de periferias antes de Francisco.
Yo mismo nací en la periferia, al otro lado del Río Manzanares.
Acabas de escribir un artículo en Religión Digital que ha tenido mucho eco, sobre el nuevo plan pastoralista de la Archidiócesis de Madrid. Como pastoralista que eres, ¿cuál es tu juicio? ¿Cómo debería ser este plan?
Lo escribí a raíz de que el obispo dijo que va a estar tres años haciendo ese plan. Entonces yo pensé que pasarse tres años en la diócesis elaborando un plan era demasiado tiempo. En la diócesis tenían que pasar cosas desde antes para que el plan pastoral que saliera pudiese ser distinto.
Venías a sostener, en el fondo, que tiene que haber un antes y un después: que se ha terminado la época de Rouco y tiene que empezar otra nueva. ¿Con otras características distintas?
Sí. Por lo menos esa es nuestra esperanza y nuestro deseo. Los años de Rouco, en línea con Juan Pablo II y Benedicto XVI, han sido años de alabanzas al Concilio Vaticano II, pero resaltando de él solamente las concesiones que se hicieron a la tendencia conservadora para que se pudieran aprobar los documentos. Quiero decir que neutralizaron los aspectos más renovadores del Concilio y que pienso que hay que retomar ahora el agionamiento de la Iglesia.
Pero ya han pasado tantas décadas que, lo que fue ponerse al día en los años 60, ya es un ayer. Tenemos un trecho perdido que la Iglesia ha de ganar para ponerse al día.
¿La Iglesia de Madrid tiene mimbres suficientes como para hacer ese agiornamiento?
Con respecto a los curas, nos pasa como en Farenheit: los viejos conservamos en la memoria lo que fue la época conciliar, pero los curas jóvenes nos llaman «curasaurios» por hablar del Concilio, porque la mayor parte del clero madrileño de hoy no capta la importancia que tuvo porque después no se ha desarrollado…
Eso pasa en Madrid, en todas las diócesis de España y en las de otras partes pero, ¿por qué? ¿Por qué el clero joven ha prescindido del Concilio? ¿Por culpa propia o porque se les ha educado así en los seminarios?
Porque han sido educados así, claro. Ellos, cuando entran en el seminario, no saben qué es la Iglesia. Salvo alguno que entre un poco adulto, los chavalillos jóvenes no saben la Historia de la Iglesia. Los profesores, de alguna manera, se van a ganar la admiración de sus discípulos y, si critican el Concilio, pues los seminaristas pensarán que es criticable. Además, en los seminarios de Madrid por lo menos y, en concreto, en la Universidad San Dámaso, no puede entrar la pluralidad teológica: solamente puede haber profesores de determinadas líneas teológicas… Entonces, esos chavales sólo conocen la línea conservadora. No se les ha enseñado otra.
Yo no critico a los profesores: estarán muy bien formados, habrán hecho muchos estudios especializados, sabrán muchas lenguas, habrán escrito muchos libros…pero su inteligencia la están poniendo al servicio de conservar la línea tradicional de la Iglesia.
¿Lo que criticas es la falta de pluralismo?
Si sólo hay una línea, ni siquiera se puede comparar. Cuando yo estaba en el seminario de Madrid, había diferentes profesores y podíamos comparar líneas y, entre unas y otras, sentir con cuál sintonizábamos. Eso hoy en día en Madrid no se puede: quizá sólo a nivel de matices dentro de lo conservador.
¿Cómo se desformatea a todas estas generaciones de curas jóvenes, formateadas en ese chip conservador?
Es difícil, pero hay que confiar en la fuerza de los argumentos. Si se les enfrenta, por ejemplo, con los datos de la exégesis bíblica, de la Historia de la Iglesia, del pensamiento científico…pueden empezarse a dar cuenta de que la dogmática y la moral católicas, nuestro Derecho Canónico, necesitarían una reformulación, porque no se adecúan ni a la verdad que conocemos de la Historia bíblica o de la Iglesia, ni a los datos de la ciencia o la política y la sociología modernas.
¿Eso lo pueden hacer los chavales por sí mismos o tiene que venir de fuera?
Igual que, cuando el Concilio, los grandes profesores ideólogos dieron montones de conferencias por toda España formando al clero, creo que estos chavales jóvenes necesitarían un reciclaje. Para ello, hace falta que el obispo nuevo quiera que la Teología la expliquen otros teólogos.
Incluso recuperar aquello que tú y yo vivimos en el Instituto Superior de Pastoral: había un curso de actualización por el que pasaban todos los años cien o doscientos curas de toda España. Era después del Concilio, en los años 80, con Juan de Dios y toda esta gente. Lógicamente, volvían a sus diócesis totalmente actualizados.
Tenemos recuerdos comunes porque somos casi de la misma edad. Sí, eso podría retomarse: el Instituto Superior de Pastoral tuvo esos años de gloria en el posconcilio, cuando estaba muy unicod con el Seminario de Madrid y otros seminarios de España y de Latinoamérica y mandaba profesores -curas, monjas, seglares- a reciclarse.
El Instituto Pastoral fue muy importante hasta que entró en una fase de ser perseguido, y entonces, para que no les quitaran de ahi, han dejado de ser vanguardia. Pero, si se permitiera que hubiera profesores un poco menos conservadores, podría volver a hacer ese trabajo.
Si no, tendrían que hacerlo las propias diócesis. Cursos de reciclaje de esta gente joven, para que conecte con el espíritu de Francisco…
Sí, pero hacen falta otros profesores. Con los que hay hoy en día en San Dámaso, es muy difícil. Habría que renovar el profesorado, y también es muy difícil, porque los más jóvenes a su vez ya fueron alumnos de esta línea conservadora… Han sido treinta años de Pontificado de Juan Pablo II, más los de Benedicto XVI.
Luego está por ver en qué medida el propio Francisco o, en concreto, nuestro obispo, apuestan por la renovación en este terreno de la Teología, etc. Porque está muy claro que tienen un compromiso con los pobres, pero la renovación ideológica -teológica- de la Iglesia también debería ser fomentada y no cambiar simplemente el tipo de moral (en vez de centrarnos en el mundo de lo familiar, preocuparnos de los pobres). Por lo menos aquí en Europa, es muy importante atender también la fundamentalización teológica. Si queremos ser una Iglesia agiornada, también hay que agiornar la Teología; no sólo la moral.
¿Y eso es lo que crees que va a costar?
Sí.
En la jerarquía, ¿hay voluntad de hacerlo?
No lo sé. Pero, por ejemplo, es llamativo que Francisco está dando muchas muestras de su sincera solidaridad con los pobres y las injusticias del mundo, pero no se oye nada de que vaya a rehabilitar a los teólogos que han sido censurados durante las épocas de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sería una desgracia que se muriera Hans Kung sin que se le haya rehabilitado como teólogo católico. ¡Un hombre que ha hecho un pensamiento tan importante para la renovación de la Teología!
En esa línea no se ha oído todavía nada, y quien dice Kung dice todos los censurados de España…
En España hay montones: a nivel de moral, Marciano Vidal…y un etcétera. A mí me gustaría que fuéramos en esa línea, pero es cierto que el Papa está haciendo mucho poniendo orden en el interior de la Iglesia y, a la vez, despertando la solidaridad de la Iglesia con los pobres, porque eso también estaba muy mal visto. Aquí en Madrid es vergonzoso: los medios de la Iglesia desprecian a los pobres. Recuperar la solidaridad cristiana con los pobres en una sociedad que se ríe de ellos es un cambio. Luchar para que haya menos pobres y la sociedad sea más justa es fundamental.
Pero nosotros, además del compromiso con los pobres, tenemos una idea de lo que es Dios, de cómo darle culto, de cómo estructurar nuestro grupo… Esos también son temas importantes que no podemos abandonar, porque en muchos aspectos están anquilosados.
¿Notas que, ahora que viene una recuperación del Concilio, por parte del clero al menos no hay la ilusión con la que vivimos el posconcilio?
Entre el clero de una cierta edad -por ejemplo, los que llevamos ya casi un lustro de curas-, que sí que llegó a ver esa ilusión, a estar en el posconcilio, ahora que vemos que se podría recuperar esa línea después de tanto años, tenemos miedo de que no cuaje. Y a los jóvenes yo no creo que les haga demasiada ilusión: los que están abriéndose a conocer los datos, a lo mejor llegan a abrirse a ese modo de Iglesia, pero no es la que se les ha enseñado. Yo, sin embargo, creo en los jóvenes: creo que pueden reciclarse, igual que lo hicieron muchos curas en el posconcilio, pasando de defender el nacionalcatolicismo de Franco a ponerse en vanguardia. Esos curas rehabilitaron la Iglesia, y venían de la tradición. Los jóvenes son el futuro de la Iglesia: tienen que hacerlo ellos.
¿La fuerza de seducción del Papa Francisco puede actuar también sobre ellos? Si se trata de ser papistas, que funcione de veras el nuevo Papa…
Yo no dudo de que muchos de los curas jóvenes también entiendan el Evangelio como un compromiso con los pobres y, en ese sentido, sí podrían sintonizar con él, no sólo porque sea el Papa. Pero tienen que entender también que hay otra manera de entender la liturgia, la figura de Jesús, la organización de la Iglesia… Eso lo tienen que aprender.
Es pasar de funcionario sacramental (limitarse a dispensar sacramentos en un ámbito muy recogido) a estar en la frontera (salir a la calle y mezclarse con la gente).
Es un cambio muy importante: sobre todo porque, para que el catolicismo sea moderno, tiene que ser humilde. No podemos seguir con el convencimiento de que es nuestra la verdad absoluta en medio de una sociedad moderna, sobre todo la Europea. Si vamos así, no nos hemos enterado de nada. Tú puedes estar convencido de que es bueno lo que crees y puedes defenderlo con ilusión, pero tienes que estar abierto a comprender que nos enfrentamos al Misterio Absoluto y, entonces, nuestra manera de entender a Dios, aunque sea maravillosa y bella, es relativa. Tenemos, entonces, que aprender a convivir con el agnosticismo, con el ateismo, con otras maneras de entender la religión. Aunque no renuncies a enseñar lo tuyo, no les desprecies, porque si no te gustase lo tuyo, creerías en otras cosas. Creo que lo que haría moderna a la Iglesia sería entender que no posee la Verdad, pero que la busca.
¿Eso es relativismo? Porque esa palabra hace saltar resortes…
No es relativismo. Es un sano agnosticismo que en la Biblia está. Si no se pueden hacer imágenes de Dios, por ejemplo, es porque es imposible que las tengamos, y sin embargo las hacemos y sólo nos vale que sea de una manera. El judaísmo, por su parte, no deja hacer imágenes, pero después describe en los textos con pelos y señales cómo es Dios. Son idolatrías.
Desde la profundidad religiosa, hay que entender que nuestro discurso religioso es provisional. Como Abraham, somos peregrinos. Si ya crees que le has atrapado en vez de estar en busca y que haces todo lo que quiere o te pide, creo que has hecho un ídolo. La mística más básica nos lo dice: cuando creas que más lo has encontrado, menos lo has hecho. Es San Juan de la Cruz… Es la modernidad de tener la sensación de que Dios es más grande de lo que podemos entender. También está en el Libro de Job, que le pide a Dios entender el dolor y Dios le dice que, si no entiende eso que está en el mundo, cómo le va a entender a él. Esa actitud de sano y religioso agnosticismo es básica para dialogar con los demás, y después para nosotros mismos: para no quedarnos cerrados y seguir profundizando en el conocimiento de Dios o en lo que podamos pensar que Dios quiera de nosotros.
Por eso sostienes que, para el cambio, hace falta un cambio de personas también. ¿Si no cambian las personas, no servirán los planes?
En Madrid hay que cambiar las personas, y a todos los niveles. A mí me gusta lo académico y por eso me parece importante que en la Fundación San Dámaso cambien los profesores, para que se empiecen a formar curas distintos. El seminario es muy importante: ¿quién forma a los seminaristas? Si los formadores no cambian la dirección, no hacemos nada. Los vicarios, lo mismo. Y, luego, es muy importante no marginar a quien quiere moverse un poco en una Iglesia que asuma lo que de nuevo vamos aprendiendo en los diferentes aspectos que tienen que ver con la fe.
Si a quien pide una pequeña reforma le marginas y le quieres tener por los bordes, no porque él los haya elegido sino porque tú le echas a esos bordes, pierdes un pensamiento muy importante. Es lo que pasó en el Sínodo de Madrid, que se prohibió expresamente que las comunidades o las personas que fueran a mantener posturas críticas participaran en el Sínodo. Se prohibió a través de una carta que nos mandó uno de los vicarios. Si a los que te pueden dar ideas no les dejas dártelas, te estancas.
¿Por qué se impuso esa línea tan férrea, tan falta de pluralismo? ¿Se tenía miedo a la inseguridad?
Como en el posconcilio, primero hubo un cierto desbarajuste, porque todos queríamos renovar la Iglesia y cada uno la renovaba a su manera, los conservadores cogieron mucho miedo y, cuando cogió el poder Juan Pablo II, quiso que todos fueran como Pedro, «y bajo Pedro»: esa expresión clásica la expresó muchísimas veces.
A su nivel, aquí Suquía pero sobre todo, después, Rouco, siguieron con el «todos con Pedro»: con Rouco y bajo su autoridad. Todo lo que sea distinto, queda excluido.
Además del obispo, ¿cuál fue ese determinado sector de la Iglesia que excluyó a los demás? ¿Kikos, Opus?
Rouco se fue rodeando de los que sintonizaron con aquello. No sé si él los buscó a ellos o ellos los buscaron a él, pero se gustaron e hicieron una familia unida. Se apoyó mucho en Neoliberación, los kikos, el Opus…
Por cierto, ¿qué te ha parecido su salida de escena? Ha dejado muy mala imagen en la opinión pública.
Poco elegante: de mal perdedor. Él tenía pensado estar más tiempo de obispo y, de no ser así, controlar un poco al que viniera; no ha pasado así y le ha sentado muy mal. Pero vamos, ya le sentó mal que no saliera elegido de Papa el cardenal Scola… Tú lo explicas muy bien en el libro que has escrito: él ha tenido mucho poder y ahora ve que no tiene continuidad.
¿Pero no tiene amigos que puedan aconsejarle, que le digan que su ejemplo es malo para la Iglesia española? La imagen de ese ático…
Yo no sé, no estoy en su círculo: si se ha vivido teniéndole miedo, tal vez no tiene amigos que se atrevan a decirle algo distinto a lo que él opina. Lo que sé es que, si cuando vino Osoro él le hubiera dicho que le dejara dos o tres meses para organizarse y luego se hubiera ido, no hubiese saltado a los medios de comunicación ni dónde se habría ido a vivir. Cuando se fue Suquía y vino él, la mayoría de la población de Madrid no se enteró de adónde se fue a vivir Suquía.
Ni hubo polémica con ningún otro obispo.
Tarancón tampoco… Pero claro, si tú dices que no te quieres ir del palacio y que vas a cerrar la puerta del piso de arriba para que el otro se quede en el piso de abajo…los medios de comunicación ponen el objetivo sobre ti, y todo lo que hagas lo van a contar. Y la gente que lo vea va a opinar.
¿Cómo contrarrestar esta mala imagen de los obispos en la opinión pública? Como gesto, el último documento, por ejemplo, me parece histórico: Una iglesia servidora de los pobres… Pero no se le ha dado cancha. ¿Por qué?
Yo lo he leído y es un cambio importante, pero se ve que tiene varias manos. Cuando sale la línea del que lo ha redactado, tiene más fuerza, pero también sale la que más o menos ha sostenido Rouco, y el documento pierde fuelle. Me sorprendió, por ejemplo, que en un apartado importante se atribuya la crisis a que no creemos en Dios, diciendo que como no creemos en Dios hemos dejado también de creer en el hombre. Eso es relativo. Por ejemplo, aquí en España, ¡los grandes defraudadores no son ateos, sino que hacen alarde de catolicismo! No se le puede echar la culpa de la crisis al agnosticismo o al ateísmo. Aquí en España, la corrupción que estamos viendo la vemos de mano de la gente que está en las procesiones, en las visitas del Papa, etc.
En ese sentido, aunque el documento tiene partes muy bonitas (recupera la Doctrina Social de la Iglesia, el comunismo de los bienes…), pero en el análisis de la crisis sigue todavía en la línea de Juan Pablo II, echándole la culpa al pensamiento occidental y a Europa de que, como ha abandonado a Dios, le han venido todos los males.
O sea que en el documento hay un consenso.
Sí, entre la visión de Rouco y la de el que lo ha hecho, Omella.
¿Se está queriendo volver a la dinámica de los tiempos de Tarancón: una iglesia autoridad moral apartidista, pero no del todo?
Es un cambio muy grande que se diga que las estructuras no sólo tienen que hacer caridad, sino organizar el mercado de otro modo, por ejemplo.
A mí también me pareció que ha sido de las pocas veces en las últimas décadas que, con el documento, la Iglesia hace autocrítica, diciendo que no ha estado atenta al dolor de la gente.
Pero esa autocrítica tendría que verse en los medios de comunicación que controla la Iglesia. En sus reporteros y comentaristas.
¿No se está viendo?
A mi juicio, en absoluto. Todavía hay comentarios que hacen daño al escucharlos, porque desprecian a los pobres. La COPE y 13TV no sintonizan con los pobres. El mismo Alfa y Omega… En fin, yo no quiero echar a nadie de su trabajo, pero en los medios de comunicación de la Iglesia tiene que aparecer este espíritu que se ha elegido, de defensa a los pobres. Muchos cristianos son pobres y nosotros queremos estar junto a los pobres para que dejen de ser pobres. Y nos parece bien su causa. En vez de despreciar a los inmigrantes que se cuelan o a los parados que terminan engañando, tenemos que luchar por ellos. Pero en esos medios los comentarios que se oyen son los de que los malos son los pobres: estafadores, delincuentes, mientras que la gran delincuencia de este país ni la mencionan. En Madrid ha sido terrible: la Conferencia Episcopal ha tenido muy pocos pronunciamientos en contra de la corrupción. ¡Y eso que es una corrupción de los católicos! Desde toda la parranda de Camps en Valencia a Esperanza Aguirre, que también va de católica queriendo esconder a los pobres de Madrid. ¡Los que cobran sobres son católicos, apostólicos y romanos! Entonces, los obispos deberían decirles que, si llevan el nombre de católicos, no roben ni desprecien a los pobres, porque están haciendo lo contrario a lo que hizo Jesús.
O sea que hace falta más denuncia profética. Pero en este momento viene auspiciada desde Roma. ¿Es más fácil denunciar?
Pues sí, porque cada día da el Papa razones para una crítica. Si no tienes tus propios argumentos, la Evangelii Gaudium está llena de ellos. Es una crítica a los desahogados, a los corruptos, porque hay que criticarlos sean ateos o sean católicos. Pero nuestra Iglesia todavía no está en esa línea. Aunque es indudable que estamos mejor como estamos que como estábamos.
Vamos caminando poco a poco, porque la esperanza sí que ha vuelto, ¿no? Si nos hablan de esto hace dos años y medio, no nos lo hubiésemos creído.
De entre el tipo de cardenales que había, salió Francisco y no nos lo creíamos; y que esté haciendo el tipo de papado que está haciendo tampoco nos lo esperábamos. Y que aquí a Madrid haya venido Osoro también es mejor a que hubiera habido otra sustitución. Lo que pasa es que estamos nerviosos esperando a que empiece a nombrar: cuando empiecen los nombramientos se verá adónde quiere ir.
Hablan de que están al caer, ahora en mayo…
Estarán a punto, sí. Y los que conocemos la diócesis nos haremos una idea de por dónde quiere ir.
Al menos, me da la sensación de que sí va a abrir más el abanico.
Desde que vino ha dicho que es mejor sumar que restar y que no va a prescindir de nadie…
Os ha pedido, incluso, nombre. ¿Has mandado el tuyo?
Sí, nos pidió los nombres de los sacerdotes o frailes que creyéramos que podían tener cargos dentro de la diócesis. Y ahora, parece ser que ha leído las cartas -como de unos mil curas-, y habrá que ver qué hace con los nombres, porque también es verdad que ha habido movimientos que se han organizado para repetir los mismos nombres… Si un cura tiene muchos nombres, a lo mejor es por eso.
¿Le está pesando la herencia que ha recibido o, independientemente de ella, tendría que empezar ya a ponerse en marcha?
No creo que mucho. Le debe de pesar más el no conocer Madrid. Porque ayer por ejemplo yo hablaba con un vicario, y me contaba que no les pregunta por la gestión de la diócesis. Además de sus propios consejeros, tendría que valerse de los que ha dejado Rouco, porque ahora el obispo es él.
¿Es que la sombra de Rouco sigue siendo alargada?
A lo mejor el hombre está queriendo intervenir, pero no creo que lo consiga…
¿Hay gente de Rouco todavía?
Claro que tiene que haberla: la mayoría de los sacerdotes ha sido ordenada por él y destinada a las parroquias por él. Lo que está por ver es cómo van a asimilar al nuevo papa y al nuevo obispo. Desde luego, muchos estarán deseando que esto dure poco y vuelva su esencia. Pero yo tengo mucha esperanza en los curas jóvenes: si ellos, como se dice teológicamente, están abiertos al espíritu; si en plan filosófico, están abiertos a la verdad, verán otras cosas y se podrán cambiar muchas otras.
Tu tesis doctoral sobre Juan Pablo II, ¿sobre qué versaba?
Sobre algo que fue muy importante en su magisterio desde el principio: la nueva evangelización de Europa. En cuanto le hicieron papa, empezó a hablar de esa necesidad, y yo lo estudié por qué decía que Europa estaba necesitada de ello y qué quería decir con la nueva evangelización. Y, por último, si la Iglesia tendría que tomarse eso como algo digno de ser en práctica, o si sólo era algo personal del papa que no tendría mayor importancia.
¿Y en qué quedó esa insistencia en una nueva evangelización? Porque a veces nos acusan a los progresistas de haber arruinado la Iglesia y de que ahora ella esté como está.
Para empezar, la nueva evangelización no se ha producido, o por lo menos no ha dado frutos. Sí que ha habido muchas reuniones multitudinarias (que si la juventud, que si encuentros con las familias…): el papa ha hablado a las masas por toda Europa y le han aplaudido pero, igual que le han aclamado, eso ha quedado sin fruto. Es curioso que en las zonas más ricas de Madrid sea donde haya más fervor católico. Pero en el extrarradio donde yo siempre me he movido, la asistencia por parte de los jóvenes, por ejemplo, prácticamente ha desaparecido. No por culpa nuestra, sino porque el mensaje que viene de arriba los matrimonios jóvenes se hartaron de estar escuchándolo. Y los chavales no nos hacen ni caso, aunque seamos curas jóvenes.
Pero ahora el mensaje que viene de arriba os ayuda a los progres.
Nos ayuda, pero irse es fácil y volver cuando te has ido, no tanto. Va a ser difícil que la Iglesia recupere a los que se fueron, porque la indiferencia es poderosa. Pero no hay que descartarlo.
Mi tesis fue complicada de hacer porque no se podía criticar al papa, pero yo creo que lo que en Europa podríamos hacer los católicos no es tanto una nueva evangelización como una evangelización nueva. No hay que enseñar lo mismo otra vez (de nuevo toda la moral, el Derecho Canónico y la dogmática tal como están), sino hacer una evangelización nueva: hablar de Jesús y de las comunidades primeras teniendo en cuenta lo que hemos aprendido a través de la Biblia; de Dios teniendo en cuenta todo lo distinto que se ha dicho de él y del universo… No pasaría nada malo: seguiríamos creyendo en Dios aun sin verle ni oírle y seguiríamos sabiendo que tenemos que ser buenos. No acabaríamos con el Evangelio, pero sí diríamos la doctrina de tal manera que se pueda unir lo que sabemos por las distintas investigaciones con lo que creemos. Aquello que se dice de que para ser cristiano no haga falta quitarse la cabeza. Sabemos de universo, de Biblia y de Historia: no podemos seguir creyendo todo igual que siempre.
El credo tiene que modificarse, y la manera moral tiene que modificarse, y la manera de organizarnos como Iglesia también tiene que modificarse. Entonces seremos un grupo renovado y enseñaremos algo nuevo. El Concilio generó ansias de renovarlo todo, y en las parroquias todo eran conversaciones sobre la nueva Iglesia, la nueva moral, la nueva liturgia, la secularización de la Iglesia… Habiendo aprendido del mundo moderno, teníamos que modernizar la Iglesia, y estábamos como locos porque había vitalidad en las parroquias para ello: cursillos de Biblia, de moral, de liturgia… Y entonces llegó Juan Pablo II a decir que había que hacer una nueva evangelización. ¡Si era lo que estábamos haciendo! Evangelizar a todas horas y por todos sitios: charlas, homilías dialogadas…intentando enseñar lo nuevo del Concilio.
Pero es que eso no era lo que quería el Papa: Juan Pablo II quería que volviésemos a enseñar de nuevo lo que siempre se había enseñado antes del Concilio. En el primer encuentro con los fieles en el Vaticano, en su pequeño discurso utilizó un término explícito: volver a comenzar de nuevo. Él tenía la idea de que, después del Concilio, la Historia de la Iglesia había cogido un camino equivocado, que la llevaría a la disolución. Sin embargo, eso que siempre se había enseñado era lo que estaba vaciando la Iglesia ya antes del Concilio. Lo que enseñábamos como doctrina no tenía ni pies ni cabeza y Juan XXII lo entendió: que había que escuchar y entender en qué había que renovar la moral.
O sea que un cura como tú, del extrarradio de Madrid, mientras no haya esa renovación moral y de todo lo demás tiene muy difícil recuperar a la gente que se ha ido…
Sí, es difícil. Nos quieren como personas, nos admiran un poco pero, que quieran otra vez militar en la Iglesia, es complicado.
¿Ni siquiera con la dinámica de una Iglesia «hospital de campaña»?
Eso puede ayudar, porque la solidaridad con los pobres es muy importante, pero también lo son los fundamentos desde los que nos dedicamos a la solidaridad con los pobres. A mí me gusta mucho la Historia y, por eso, me parece importante ayudar a los pobres no sólo porque estoy en una parroquia pobre, sino porque echo una ojeada a mis principios y conocimientos y es lo que reconozco justo. Somos una religión, no un partido político que hace caridad y denuncia. No somos solamente un sindicato. Somos una religión y es muy importante, en nuestro discurso sobre Dios, lo que Dios espera de nosotros. ¿O nos deja libertad y no espera nada? Hay que preguntarse, porque no sólo somos un movimiento social.
Mucha gente cristiana ha vuelto a lo de asociar el cristianismo con el compromiso con los pobres como una ONG, pero hay que entrar también en el corazón de la fe cristiana, del credo que profesamos.
Pero eso de la fe y el credo en estos momentos se ve muy lejos. Se ha tocado un poquito lo de los divorciados vueltos a casar, y fíjate lo que se ha montado.
Esto del Sínodo yo lo hablo con los curas y lo ven muy difícil. Meterse a cambiar la dogmática es de soñadores… Ya, pero hay que cambiar el catecismo y el código y mucho más. Si no cambiamos el código y el catecismo, después de Francisco vendrá otro papa y podrá imponernos otras Iglesia con el mismo código y catecismo. Sus cambios tienen que impedirlo.
¿Vas a publicar tu tesis?
El problema de mi tesis es que no pudo ser mi tesis.
Ya sufriste…
Es que la defendí en el año 2009. Empecé a hacer el doctorado ya siendo cura viejo. No tuve problemas en las partes en que el papa hablaba de Europa (el análisis de qué entendía él que era Europa y qué quería que fuera), pero cuando entraba a decir lo que yo opino de esa imagen que tenía el papa de Europa, no me dejaron hacerlo.
Y eso que estabas en el Instituto Pastoral.
Tuve que hacer un comentario muy light, y entonces no estoy orgulloso de mi tesis.
¿Ese clima de miedo se está resquebrajando un poco?
Algo se está superando, y ojalá fuera del todo. Si los que pensamos no podemos expresar nuestro pensamiento, si los que estudiamos no podemos comunicar lo que aprendemos, porque si lo hacemos nos echan de nuestras instituciones, estamos perdidos. Ahora, si es verdad lo que dice Osoro de que todos cabemos, es necesario permitir la libertad de expresión. Permítame estudiar y, según eso, enseñar lo que sé, pero no a mis amigos en un bar, sino donde se enseñan estas cosas. Llevémoslo a los centros de enseñanza de la Iglesia, publiquémoslo y debatámoslo. Si la fuerza de mis argumentos tiene capacidad de convicción, a lo mejor no son locuras.
Lo que estás proponiendo es lo más normal del mundo; es de sentido común.
La vida académica en las universidades civiles es eso: el que sabe algo lo pone sobre la mesa y se discute. Pero la Iglesia no llega a eso que es básico. A Juan Pablo II le gustaban mucho los teólogos, pero porque aplaudían. Redujo la Teología a aprehender lo que enseña el magisterio y a buscar razones para decir que está bien. Si el teólogo lo que tiene que hacer es escuchar a la jerarquía y buscar argumentos para afianzar lo que ha dicho, está siendo un esclavo. El carisma del teólogo es el estudio, el juicio libre desde lo que él ha aprendido, de lo que dice el papa, el obispo o quien sea. Yo juzgo desde los datos: esa es mi misión de teólogo y no la de hacerles el trabajo de justificar las tonterías que dicen.
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-Yo juzgo desde los datos: es mi misión de teólogo, y no la de hacerles el trabajo de justificar las tonterías que dicen