La mitad de las personas atendidas por Cáritas vive en familias con trabajo
(José M. Vidal).- Cáritas española puede presumir, aunque no lo haya hecho en la presentación de su Memoria 2014, de una hoja de servicios impecable a favor de los más pobres: 305 millones de euros invertidos, 4,3 millones de personas acompañadas u 82.000 voluntarios. Pero no presume, porque todo es poco: los pobres no están notando la salida de la crisis, la pobreza en España se cronifica y «los hijos de los pobres están condenados a ser pobres».
En cualquier caso, la Memoria del brazo solidario de la Iglesia española muestra «profundas huellas» de solidaridad, como indicó su presidente, Rafael del Rio. Porque, a su juicio, «Cáritas, que es la Iglesia, llega a donde no llega nadie en el servicio a los últimos. Y sin competir con nadie».
Y es que, siguiendo la estela del Papa Francisco, la Iglesia española quiere ser, como reza el título de su reciente documento, «servidora de lo pobres». Y, por eso, el obispo responsable de Cáritas, Atilano Rodríguez, comenzó su intervención, en la rueda de prensa, pidiendo disculpas. «Pedimos disculpas por no haber sabido estar a la altura de las circunstancias y prometemos seguir trabajando al servicio de los más pobres».
Una dedicación completa y a fondo perdido. Porque, según el obispo de Sigüenza-Guadalajara, «la caridad de la Iglesia no puede reducirse a determinados momentos y a determinados aspectos». Entre otras cosas, porque «el campo de la pobreza se dilata y surgen nuevas pobrezas, como la soledad, los ancianos, la trata de mujeres, los emigrantes, los refugiados y aquellos que pierden el sentido de Dios y de la vida».
De ahí que el prelado pida que tanto Cáritas como la Iglesia «sigan abriendo el corazón a los más pobres» e insta a la colaboración necesaria para conseguirlo. Primero, la colaboración, ya en ciernes entre las diversas instituciones eclesiales de solidaridad, como Confer, Conferencia episcopal, la Compañía de Jesús o Justicia y Paz. Después, la ineludible colaboración con todas las instancias sociales y políticas. Porque la mies de los pobres es cada vez más abundante, y los obreros pocos.
Una mirada a la realidad
Por eso, la Memoria de Cáritas quiere ser, como explicó su secretario general, Sebastián Mora, una «mirada a la realidad». Una realidad de «desigualdad, injusticia y sufrimiento inocente, con mucha gente en la pobreza severa y con niños sin el mínimo vital para sobrevivir, con un modelo que instrumentaliza la naturaleza y trata a las personas como meros engranajes».
No hay cabida, pues, a los cantos de sirena del fin de la crisis, aunque ésta esté menos presente en los medios. Porque la verdad, según Sebastián Mora, es que «seguimos perdiendo la batalla contra la pobreza y la exclusión, más allá de la mejora en algunos datos macroeconómicos».
Otro drama que asoma a los medios y a la mirada sobre la realidad social es el de los refugiados. Los de ahora, los de la frontera del Este. Y los de siempre, los que España retiene en su frontera Sur. Por ambos lados, llaman a nuestras puertas. Y su llamada «no admite demora». Un problema que, según Mora, «va más allá de la seguridad en las fronteras».
En cualquier caso, «los refugiados del Este no nos pueden hacer olvidar a los de la frontera Sur», explica Mora. A su juicio, la política migratoria tiene que ser «global», al tiempo que hay que evitar la consideración positiva de los refugiados, mientras se habla negativamente de los emigrantes. De ahí que Cáritas se congratule con «la ola de solidaridad con el Este», pero pide que no sea «epidérmica» y que «se convierta en voluntad política»
Tanto Cáritas como la Iglesia española siguen considerando a los refugiados (del Este y del Sur) como una prioridad. De hecho, la Iglesia mantuvo varias reuniones ya con el Gobierno y puso toda su capacidad a disposición. En esas reuniones quedó claro para las partes intervinientes que, en España, hay ya una red de asilo y refugio. Por lo tanto, conviene reforzarla y no montar redes paralelas. Por eso, «Cáritas va a apoyar la integración e inclusión social a largo plazo, y no tanto la acogida».
Junto a los emigrantes y refugiados, Cáritas ha atendido nada menos que a cuatro millones de personas, dos de ellos dentro de nuestras fronteras. «Se estabiliza el número de personas atendidas, pero a los que seguimos atendiendo sufren más la pobreza».
El perfil de las personas atendidas por Cáritas es el de parejas con hijos o mujeres solas con hijos. Lo cual quiere decir, según Mora, «que la pobreza se transmite de generación en generación» y «los hijos de familias pobres tienen todas las papeletas para ser pobres». También proceden de hogares, en los que alguna persona trabaja, pero, aún así, la familia no alcanza un mínimo vital.
Por otra parte, la mayoría de las personas atendidas por Cáritas son ya españolas. Cristaliza, pues, un cambio de ciclo en este ámbito, porque cada vez acceden más españoles a las ayudas, mientras baja el número de emigrantes que las solicitan.
Muchos de los españoles que acuden son los que Cáritas denomina «trabajadores pobres». Trabajadores que trabajan con sueldos tan bajos que no pueden aportar a sus familias el mínimo vital para vivir con dignidad. Porque, como dice Mora, «el salario no es justo ni digno, en muchas de las ocasiones en que hay trabajo». Y, por eso, a diferencia de épocas pasadas, «el trabajo por sí sólo ya no asegura la integración social».
A todo eso, hay que añadir que «las ayudas de los servicios sociales son insuficientes» y, por lo tanto, la pobreza «se cronifica». Porque, incluso los que acceden a estos trabajos no dignos, no suelen ser ni los más pobres ni los que llevan más tiempo en paro.
Pero dentro de las sombras, la memoria demuestra que también hay salidas y, por lo tanto, esperanza. «Porque, entre otras cosas, es posible otro modelo, siempre que trabajemos en común, para construir otro mundo, nos centremos en la persona, aglutinemos a una importante base social y sigamos denunciando, sin perder la crítica social y la resistencia», explica el secretario de Cáritas.
Porque, como dice Sebastián Mora, preguntado por si su institución y otras ONG están salvando la cara al Gobierno, «a Cáritas no le importa a quién salva o a quién critica. Sólo nos importa estar al lado de los pobres. En lo que nunca nos podemos equivocar es en estar cerca y en defender los derechos de los empobrecidos«. Y así es, en la joya de la corona de la Iglesia española.