Beatriz: "El Papa está favoreciendo que el papel de la mujer sea más activo, que estemos más presentes"
(Jesús Bastante).- El descenso de vocaciones es evidente en nuestro país. En toda la vieja Europa. Apenas 19.163 sacerdotes -por primera vez en años se baja el listón de los 20.000- y 57.986 religiosos y religiosas (de las que 10.899 son de clausura). Los datos no engañan, aunque las razones del mismo siguen sin afrontarse en la Iglesia española Así se dejó de manifiesto este mediodía durante la presentación de las Jornadas de Oración por las Vocaciones y Vocaciones Nativas, que por primera vez se presentaron juntas en la sede de Obras Misionales.
Fernando Bielza, seminarista de Madrid, ex diplomático, achaca la crisis de vocaciones a la falta de fe. «Hay menos vocaciones donde se vive menos la fe, como en Europa. Donde decae la vida de la fe, hay menos vocaciones«, subraya, lamentando la existencia de «infinidad de prejuicios que se te generan en la sociedad, donde te dicen que la vocación es como un suicidio en vida».
Va más allá: «Los cristianos tenemos complejo de serlo, y vamos pidiendo perdón por serlo. Casi diría que sufrimos una especie de ‘tara’ por ser espiritual o vivir con una moral distinta a la que nos venden. Y o no la vivimos, o vivimos una doble vida. Nos cuesta mucho no pedir perdón por ser cristianos».
Beatriz Castelló, de las esclavas de Corazón de Jesús, achaca la crisis vocacional al momento vital: «Es verdad el descenso de vocaciones, pero va con el compromiso. A la gente hoy en día le cuesta más comprometerse para toda la vida».
Se les preguntó a ambos por iniciativas como la del reallity de Cuatro «Quiero ser monja», donde cinco chicas «retransmiten» su proceso de entrada en el noviciado. «Yo no tengo ni idea, pero soy un poco escéptico de que uno pueda hacer un discernimiento serio cuando tienes delante las cámaras de televisión», apunta Fernando.
Por su parte, Guy Bognon, sacerdote beninés que trabaja en la Santa Sede, apunta que «la vocación viene de la fe y de una relación entre Dios y el hombre. Si no hay vocaciones, significa que la fe se ha quemado», aunque diferencia «las regiones y los países». Así, «en Europa o América del Norte es así, pero en África, Asia, América Latina… sí hay vocaciones, y la fe no está escondida, se vive sin vergüenza, abiertamente».
Respecto al papel de la mujer, Beatriz incidió en que «tiene que cambiar, y estamos camino de ello. El Papa está favoreciendo que el papel de la mujer sea más activo, que estemos más presentes«. Sin embargo, Fernando se pregunta «¿qué hay que cambiar?», y critica los «mil tópicos en la opinión pública que, por simplificar, pretenden que la Iglesia se amolde a nuestros tiempos».
En su opinión, «tiene una cosa buena y una mala. La buena es que, sin duda, hace falta que hagamos todo lo posible para poder llegar mejor a la gente; lo malo, que muchas veces se interpreta con que la Iglesia tiene que amoldarse a la forma de pensar con la corriente mayoritaria de hoy, y eso supondría dejar de ser Iglesia».
Fernando se muestra radicalmente en contra del celibato opcional, y denuncia que «los que más defienden que tiene que haber un cambio en la ley del celibato no la ‘sufren’. Sin embargo, para mí, parte de mi vocación era que Dios me llamaba para amarle totalmente. Una mujer tendría un lugar importante, pero no iba a ser el amor de mi corazón. Y si Dios ya te ha robado el corazón, no puedes quererla con la forma en que ella necesita ser querida», responde, recordando que, antes de entrar al seminario, tuvo dos noviazgos, de cinco y dos años respectivamente.