El Papa Francisco nos está dando ejemplo y criterios para esta movilización evangelizadora: autenticidad y fervor, acercamiento fraternal y sincero a los no practicantes y no creyentes; propuesta directa y positiva del mensaje cristiano
(Jesús Bastante, Salamanca).- A los obispos españoles les cambia la cara cuando entran en la Universidad Pontificia de Salamanca. No en vano, es la «universidad de la Conferencia Episcopal». Muchos de ellos, además, tienen su nombre en la «escalera noble». «Yo me siento como en casa», nos cuenta el presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez. Llega un poco antes a su cita para la inauguración en el congreso por los 50 años de la CEE, para pasear por el claustro, recordar dónde comenzó a dar clases y, de algún modo, volver a los orígenes de sus estudios y de su vocación.
No es el único. Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, pasea por el claustro abrazando a antiguos compañeros, hoy profesores. Algo parecido sucede con Julián Barrio (Compostela), Braulio Rodríguez (Toledo) o Jesús Sanz (Oviedo), así como los obispos de Salamanca, Ciudad Rodrigo, Ávila… Los obispos están más relajados, amigables, afables. Están en «la ponti», están en su casa. Y tienen algo que celebrar: el medio siglo de la Conferencia Episcopal.
Y, por ello, no dudan en posar para Religión Digital en la «escalera noble«. Algunos, como Fernando Sebastián o Carlos Osoro, se buscan. Otros ven que el espacio dedicado a Ricardo Blázquez deja mucho hueco vacío hacia abajo. «Eso es que te esperan más misiones», bromea un prelado. El presidente de la CEE encaja con una sonrisa, y alguno bromea por la presencia en las fotos del portavoz episcopal, que «todavía» no es obispo. A su lado, perfecta anfitriona, la primera rectora en la historia de una Universidad Pontificia, Mirian de las Mercedes Cortés.
Todo el centro docente, pero en especial el Aula Magna de la Upsa es un lugar excepcional. Y más si la inauguración se abre con un Ave María a capella, en un día iluminado en la bella ciudad universitaria. La «Ponti» conjuga historia y renovación. Buena muestra de ello es la presencia, en una mesa repleta de hombres, de una mujer, quien presentó a los asistentes al congreso, destacando que «son tiempos de aniversarios, ocasión también para reflexionar sobre la misión de los centros».
Para Cortés, instituciones como la UPSA tienen «la responsabilidad de sostener y fomentar el diálogo fe-cultura, y el compromiso de prestar el mayor servicio a la Iglesia, las diócesis, sus obispos y comunidades eclesiales», para que la Iglesia siga siendo capaz, dijo citando a Adolfo Suárez, «de llevar paz y serenidad a los espíritus de la mayor parte de los ciudadanos».
La primera palabra vino del presidente de la CEE y gran canciller de la Upsa, Ricardo Blázquez, quien señaló que este medio siglo de Conferencia Episcopal «merece ser recordado, haciendo memoria, pensando hoy, y también cara al futuro».
«Tengo la convicción -subrayó Blázquez-, de que hay dos instituciones surgidas del ámbito conciliar que en estos 50 años han tenido una eficacia singular para la recepción del Concilio y para su actuación. Concretamente me refiero al Sínodo de los Obispos, y las conferencias episcopales»
Por su parte, el portavoz de la CEE, José María Gil Tamayo pidió «un mayor empeño evangelizador» en los próximos 50 años de la Casa de la Iglesia, así como un «compromiso de edificar una Iglesia sinodal, que es el camino que se espera de la Iglesia en el tercer milenio».
Jacinto Núñez, vicerrector de Relaciones Institucionales, presentó brevemente el programa de las jornadas, que se prolongarán hasta el próximo sábado, antes de la conferencia inaugural, pronunciada por el cardenal Fernando Sebastián, bajo el título «La Conferencia Episcopal y la renovación conciliar en España».
Sebastián hizo un recorrido por la historia de la Iglesia española, desde la «discutible unidad católica de los españoles» surgida tras la Guerra Civil, «tutelada por un estado confesional y bastante aislada de la vida internacional», pasando por los años del Concilio, del que «muchos obispos regresaron escandalizados», hasta la actualidad, pasando por la apuesta, primero por obediencia, después convencida, por los frutos del Concilio.
«Nos creíamos los mejores y de repente nos vimos reducidos a la minoría perdedora», subrayó Sebastián, parafraseando al cardenal Tarancón, e incidiendo en que los obispos españoles se afanaron en la aplicación del Concilio «por respetuosa obediencia, más convencional que convencida». Después, la carta de Pablo VI a los obispos españoles, la Asamblea Conjunta y la muerte de Franco propiciaron que la Iglesia española apostara decididamente por la democracia y la convivencia. Entre los españoles y entre los propios católicos.
La visita de Juan Pablo II marcó un antes y un después en el devenir de la Conferencia Episcopal, apuntó Sebastián, quien sin embargo no profundizó en las tres décadas siguientes. «Hoy, culminó, nuestra Iglesia está toda ella claramente situada en el marco de una sociedad libre y pluralista, y vive firmemente apoyada en las enseñanzas del Concilio», con una serie de tareas pendientes que han marcado tanto Benedicto XVI como ahora Francisco. «Entender el mensaje profundo del Vaticano II y recuperar el fervor misionero de los primeros años conciliares».
Todo ello en un momento en que ser católico en España ya no se da por sentado. «Desde 2004 se ha incrementado la presión del laicismo», apuntó el cardenal Sebastián, quien añadió que «tenemos por delante una gran tarea conciliar, hoy más apremiante que en los años 60. La conversión y renovación evangélica dentro de la Iglesia, para evangelizar a una sociedad cada vez más alejada de la fe y la esperanza en la vida eterna».
Y es que, en su opinión, «hoy la evangelización en España requiere un esfuerzo de clarificación y autenticidad en nuestras comunidades. Necesitamos perfiles más claros, más perceptibles. Los obispos tenemos que ponernos al frente, necesitamos recuperar la autenticidad religiosa, en los sacramentos del Bautismo y el Matrimonio, entendido como auténticas celebraciones de fe y no como meros hechos culturales o sociales».
Y, también, el reto de «acercarnos a los bautizados alejados, y a los ya no bautizados», que cifró en torno al 30% de la población, así como «intensificar el ejercicio de la solidaridad, de la comunión fraterna, para que la Iglesia aparezca como la casa de la fraternidad y la misericordia». Porque «la CEE fue y debe ser un foro de reflexión y apoyo constante que estimule y potencie el trabajo misionero desarrollado en las diócesis«.
Para Sebastián, «el Papa Francisco nos está dando ejemplo y criterios para esta movilización evangelizadora: autenticidad y fervor, de las familias y las comunidades cristianas, acercamiento fraternal y sincero a los no practicantes y no creyentes; propuesta directa y positiva del mensaje cristiano». Y un llamamiento, especialmente a los obispos, «Tenemos que tomar en serio la responsabilidad con la fe, y el bienestar espiritual que la fe trae a los ciudadanos y a la sociedad», porque «la Iglesia es responsable del bienestar espiritual de los demás». Eso sí: «hasta cierto punto, porque somos libres, y ni Dios mismo puede evitar que alguien, libremente, le dé la espalda».
¿Qué supuso el Concilio para la Iglesia española? «Pienso que el Concilio nos ha transformado a todos mucho más de lo que pensamos, empezando por los obispos. Hemos cambiado bastante, y nos han cambiado los demás. Uno vive en la sociedad, y la sociedad te va configurando, o eso o te haces un bicho raro», aclaró.
«Hoy la Iglesia, gracias a Dios, está más metida en la sociedad que hace unos años. Lo cual no quiere decir que nos queden muchas cosas por hacer, incluso en nuestra propia vida. Tenemos que ser más pobres, más comprensivos, más sinceros... Hay muchas notas en las que tenemos que profundizar. Ahí está el Papa Francisco que nos está empujando a un estilo más cercano, más fraternal, no para ser más modernos, sino para que la figura de Jesús aparezca más claramente ante la gente en general, y el atractivo del Evangelio llegue a los corazones de la buena gente». Una auténtica propuesta de trabajo para el futuro. A la que han dedicarse los obispos españoles en esta época de cambios. Y a la que contribuyen congresos como el que este mediodía arranó en la Upsa.