Isa sabía de los riesgos de la misión que había aceptado en Puerto Príncipe y no pensó en 'salvar' su vida pensando sólo en ella, sino en entregarla generosamente por el bien de los más desheredados, por los más pobres
(Jesús Bastante).- La capilla del colegio Jesús-María de Barcelona se llenó hasta rebosar anoche, con motivo de la misa en recuerdo de Isa Solá. La religiosa, asesinada el pasado viernes en Haití, fue despedida con una fiesta entre melancólica, alegre y reivindiativa. La homilía, presidida por Sebastiá Talltavull –probablemente la última antes de que se haga público su nombramiento como administrador apostólico de Mallorca-, quiso dejar claro que, en la vida de Isa, se hicieron realidad las palabras de Jesús: «El que quiera salvar su vida, la perderá, y quien la pierda por mí, la salvará«.
El obispo auxiliar de Barcelona subrayó cómo «Isa sabía de los riesgos de la misión que había aceptado en Puerto Príncipe y no pensó en ‘salvar’ su vida pensando sólo en ella, sino en entregarla generosamente por el bien de los más desheredados, por los más pobres». «Se cumplen en ella las preferencias de Jesús, las bienaventuranzas y todas las obras de misericordia. Todo el evangelio, evangelio puro, transparente, encarnado en la propia vida y en la de los demás«, añadió.
Tras recordar cómo la religiosa se implicó, hasta vivir en la calle, con los más empobrecidos después del brutal terremoto que asoló el país caribeño, Talltavull incidió en que «a la solidaridad, ella le ha añadido ‘educación’ y ‘desarrollo'», le hicieron posible construir escuelas y centros para personas mutiladas. «Con ello expresa el secreto de su trabajo, el auténtico motor de toda su acción y compromiso en favor de los más pobres. Cuando Isa se pone tanto a su lado, está tocando la carne de Cristo en ellos, por eso su profunda identificación con Cristo le hace estremecerse cuando le descubre vivo, presente, encarnado en ellos».
«Ante el asesinato de Isa, el hecho que le ha provocado la muerte, uno piensa, intenta pensar en cristiano: ‘¿Qué le pasa al corazón del hombre que incluso es capaz de matar para conseguir algo en beneficio propio?’,», se preguntó el obispo auxiliar. «De forma anticipada, el testimonio de Isa Solá constituye este anuncio que está impregnado de pasión por la dignidad de la persona humana, por atender a los más abandonados y entre ellos los niños, por entregar su vida de forma tan generosa y siempre con la sonrisa en los labios».
«Un mártir es un testigo, testigo de Cristo Resucitado, que sabe qué lugar ocupa en su vida y qué lugar ocupan los pobres en su corazón», apuntó el prelado, quien animó a ver «un boquete de esperanza» en mitad de la incomprensión y el dolor por el asesinato de la religiosa. «Con la muerte de Isa, tan fiel al Señor en su vida religiosa y, por ello, tan entregada a la causa de los pobres, vivimos el reconocimiento de una mujer mártir que empieza a dar frutos en aquellas personas que valoran el paso del buen samaritano en su vida».
Tras la ceremonia, sus hermanos, Javier y Fernando, quisieron despedir a Isa, y homenajear su vida «allí donde la necesitaban». «¿Qué tenía Isa que no tenemos la mayoría de las personas para vivir toda su vida en estas circunstancias de tremenda austeridad y pobreza, con grandes dificultades para realizar su trabajo, y queriendo continuar después del terremoto?», se preguntó uno de ellos.
«Sólo tengo una respuesta: la llamada a su espíritu, y su tremenda fe en Dios». Mañana iremos a verla por última vez, y serán miles las personas que quieren despedirla en su Haití por el que ha dado su vida«. El entierro será en Puerto Príncipe, el lugar que la religiosa eligió en vida, y donde descansarán sus restos.
«Silencio. Esa será a partir de ahora tu respuesta a las llamadas», comentó su otro hermano. «Necesitaremos una vida entera para dejar de llorarte, y puede que hasta para el perdón», pero «no olvidaremos que dedicaste tu vida a ayudar a los más desfavorecidos, educando, sanando, reinsertándoles en la sociedad, recordándoles que vale la pena vivir sin un brazo, un pie o una pierna».
«Isa era una guerrera sonriente. Puede que haya perdido esta batalla, pero no la guerra, la de luchar por los que más lo necesitan. Y ahora será ese silencio ensordecedor para nosotros, pero un grito por la vida para ellos en Haití, lo que con el tiempo le dará la victoria».