No hay razones para cambiar la actitud que introdujo Juan xXIII en la Iglesia. Dios no se arrepiente de haber enviado a su hijo también a nuestro tiempo, no para condenar sino para salvar
(Jesús Bastante).- Al cardenal Ricardo Blázquez se le nota especialmente cómodo en este tiempo de Iglesia que nos ha tocado escribir. La Iglesia del Papa Francisco, una Iglesia «en camino», evangelizadora, concienciada. El presidente de la CEE es un vivo exponente del «cambio» que Bergoglio quiere para la Iglesia en España: ha cambiado en el fondo, y las formas, y así lo demostró durante su entretenida y clarificadora conferencia en el simposio-homenaje a Pablo VI en la sede de la fundación.
El cardenal de Valladolid habló de las similitudes entre la Evangelii Nuntiandi de Pablo VI y la Evangelii Gaudium de Francisco. De la carta-testamento de Montini a la carta-programa de Francisco. Y las similitudes entre ambos pontífices. Así lo presentó el obispo de Guadix, Ginés García Beltrán, quien definió al presidente de la CEE como «un hombre bueno, y no lo digo solo en sentido moral, que también, sino por lo que significa para la teología y la Iglesia en España». Un hombre «de diálogo, conciliador, de esas personas que siempre ven la media botella llena, que es muy importante. Es creyentemente positivo».
Durante su intervención, Blázquer reivindicó la figura «providencial» de Pablo VI en la marcha y conclusión «del mayor acontecimiento de la Iglesia universal en los últimos tiempos, en el Vaticano II». En lo tocante a nuestro país, «el pontificado de Pablo VI coincidió en gran medida con los últimos años del régimen anterior y con la aplicación del concilio en España«, lo que supuso «una gran vitalidad, pero también incomodidad, por los desajustes culturales, sociales y políticos».
«Fueron tiempos difíciles para el Papa, el Nuncio, la Iglesia, el gobierno y la sociedad», reconoció Blázquez, quien apuntó cómo «a Pablo VI le hizo sufrir que el desafecto que tenía a un régimen antidemocrático se reflejara como escaso afecto al pueblo español. Esa mezcla fue muy dolorosa para él».
«Con el tiempo, ha emergido la figura grandiosa de Pablo VI y su extraordinario servicio a la Iglesia, a la Humanidad y a España» proclamó Blázquez, quien incidió en que Montini y Bergoglio viven «en la misma longitud de onda», pues «ambos son muy profundos en la alegría de la evangelización».
De hecho, subrayó, «Evangelii Nuntiandi y Evangelii Gaudium mantienen la misma intención: promover, avanzar una nueva etapa evangelizadora», y la denuncia de que «la ruptura del Evangelio y la cultura es uno de los dramas de nuestro tiempo».
Hoy, como entonces, vivimos «un nueva etapa evangelizadora, marcada por la línea del Evangelio, y que marcará caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos tiempos. Francisco, como Pablo VI, sueña con una Iglesia misionera capaz de cambiar todo«, subrayó el presidente del Episcopado español, quien no obstante diferenció los «estilos propios» de ambos pontífices. «Pablo VI es más parco en palabras, y el Papa Francisco, tiene un estilo más esponjado, con el aliento de un predicador. Esto ocurre en todos sus escritos».
«Ambos papas toman la inspiración en el Concilio Vaticano II», definió Blázquez, quien hizo suyas las palabras del Concilio acerca de que «la Iglesia asiste en nuestros días a una gran crisis de humanidad. Un nuevo orden se está gestando, y la Iglesia tiene ante sí tareas inmensas, como en las épocas más difíciles de su historia». «Lo que se pide -añadió el cardenal- es que infunda la fuerza perenne, vivificante y divina del Evangelio. Estas palabras del Concilio Vaticano II son actualísimas. Se está gestando un orden nuevo, no terminamos de ver hasta dónde«.
Frente a ello, el presidente del Episcopado llamó a «responder a estos signos de los tiempos» aun reconociendo que el trabajo «es más lento y complicado. Ninguno tenemos el secreto». También hoy, no obstante, existen «profetas que nos indican algunas pistas. Es bueno que estemos atentos, con oración y vigilancia, auscultando las señales del porvenir, afianzados en la fe en Dios y apremiados por el amor a los hombres, vamos poco a poco respondiendo».
¿Cómo respondieron Pablo VI y Francisco? ¿Cómo podemos responder los cristianos? Blázquez trajo al discurso las palabras de otro Papa santo, Juan XXIII, que «no quiso que respondiéramos a los desafíos como profetas de desventuras. Son palabras que retoma Francisco en EG. No respondamos como profetas de desventuras, sino compasivamente, como Jesús«.
«No hay razones para cambiar la actitud que introdujo Juan xXIII en la Iglesia. Dios no se arrepiente de haber enviado a su hijo también a nuestro tiempo, no para condenar sino para salvar», subrayó Blázquez, quien recordó que «el amor de Dios no es únicamente al hombre como criatura, sino también al hombre pecador».
O, como dice Bergoglio de forma provocadora, «no seamos cristianos de Cuaresma sin pascua, no llevemos cara de duelo permanente, no seamos profetas de desventuras». Y es que, reclamó el presidente de la CEE, «hay consonancia entre Evangelio y la alegría. El Evangelio y el gozo están íntimamente ligados. El Evangelio es llamada a la alegría y no a la tristeza».
«Cada persona es amada por Dios en sí misma, no en función de nada ni de nadie. Ser perdonado es ser doblemente amado, como persona y como pecador. El Evangelio es en sí mismo, buena noticia, porque proclama con hechos y palabras que Dios nos quiere», señaló Blázquez, quien incidió en tres palabras «íntimamente unidas en el Evangelio: anuncio, denuncia y renuncia. El Evangelio es anuncio bueno, que pide conversión y renuncia. Y si nos negamos a él, Jesús es implacable en la denuncia, con una inmensa dureza, reclamando el derecho de todas las personas, de los pobres, al Evangelio Quien recibe el Evangelio queda íntimamente alegrado en su vida».
«La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús», así arranca Evangelii Gaudium. Y así quiere Blázquez que sea la Iglesia española hoy: «La Iglesia, para evangelizar, necesita ser evangelizada», insistió, pidiendo que «no nos dejemos robar el Evangelio, la alegría, el ideal del amor fraterno ni la fuerza misionera».
Todo ello, sin obligar a nadie. «No es lícito intentar imponer el Evangelio a nadie», apuntó Blázquez, reconociendo que «no siempre los métodos de la evangelización han sido el respeto o el diálogo. Ninguno tenemos el mecanismo para trasfundir la fe forzadamente al corazón. Sí debemos proponer con entusiasmo la verdad del Evangelio y la salvación. ¿Adónde vamos a evangelizar con las caras largas? A ningún sitio».
«Evangelizar y transmitir buenas noticias al mundo están unidos», añadió el purpurado, volviendo a las líneas argumentales de Montini y Bergoglio. Con ellos, asumió que «Dios no es un dios justiciero, sino un Dios que nos ama, y por tanto el Evangelio ha de ser transmitido de forma amable», porque «la Iglesia ha sido enviada a evangelizar con una alegría misionera. Tanto en Pablo VI como en Francisco, la Iglesia se identifica con misión. La misión no es algo añadido, no es opcional«.
«Debemos hacer una evangelización en camino. Pongámonos en camino», clamó Blázquez. «Dentro se puede estar muy bien, pero salgamos a la calle, porque el Evangelio brilla cuando los enfermos son curados, los pobres son tratados atendiendo sus indigencias múltiples, cuando los pecadores son tratados con compasión».