Hay sectores dentro de la Iglesia que han interpretado el Concilio Vaticano II desde una hermeneútica que no usa la eclesiología del Vaticano y sí la de Trento. Con esta eclesiología no se puede interpretar lo nuevo
(Luis Miguel Modino, corresponsal en Brasil).- Celso Pinto Carias es uno de los más destacados teólogos laicos del panorama brasileño, doctor en teología por la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, donde hoy es profesor, desempeña en la CNBB, Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, por sus siglas en portugués, la función de Asesor del Sector CEBs de la Comisión del Laicado.
Entre sus obras teológicas se pueden citar Espiritualidad Cristiana en Tiempos de Cambio o Teología para todos. Recientemente, junto con su esposa, Aureliana de Jesus Cruz Carias, acaba de publicar su último libro, Otra teología es posible, otra Iglesia también. Situada en la perspectiva del Papa Francisco y teniendo como base el Documento de Medellín, esta obra destaca la opción por los pobres, muy presentes en la realidad social brasileña y latinoamericana, y pide que éstos sean prioridad eclesial y formen parte fundamental de la reflexión teológica.
En esta entrevista nos habla sobre las Comunidades Eclesiales de Base en Brasil (CEBs), la importancia del Papa Francisco para las CEBs, el papel de los laicos en la Iglesia brasileña, reconocido en el último documento de los obispos sobre el laicado, las dificultades que los teólogos laicos encuentran para desempeñar su labor teológica y de su último libro.
Celso Pinto Carias cree que es posible y necesario hacer realidad otra Iglesia, nacida de una nueva forma de hacer teología, una Iglesia que vislumbra en la figura del Papa Francisco, que tiene que tener a los laicos como artífices principales y a las comunidades eclesiales de base como un buen instrumento para llegar a las periferias y concretizar la Iglesia en salida.
Desde el servicio que estás desempeñando, ¿cómo ves actualmente la realidad de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) en Brasil?
A partir del pontificado del Papa Francisco las CEBs ganaron una energía extra, pues veníamos de un proceso de gran resistencia. Las CEBs naturalmente están vivas, pero no estabamos más en la misma dimensión, proporción, que estábamos hace unos años. Con el pontificado del Papa Francisco ese ánimo ha vuelto y se está trabajando en la rearticulación de algunos regionales de la CNBB, en un esquema que las CEBs se encontraron ya hace tiempo, aunque todavía es necesario continuar caminando y renovando algunos cuadros, pues hay gente cansada, pero se abren buenas perspectivas de volver a tener una presencia más impactante en la Iglesia de Brasil.
¿Cuál es el papel del laico en la Iglesia brasileña?
Recientemente, la Comisión del Laicato y su Presidente, Monseñor Severino Claessens, han aprobado un documento sobre o papel del laico en la Iglesia y el gran eje del documento reafirma una idea que viene del Vaticano II y que dice que el laico no es apenas alguien que está al servicio de la jerarquía y sí alguien que es sujeto, no sólo en el mundo, en las actividades más propias del universo laical, sino también, como consecuencia del bautismo, dentro de la Iglesia. En esa discusión y profundización la comisión ha estado muy atenta, buscando su aprobación en el documento 107 de la CNBB.
Hemos tenido una reunión en la que ha sido elaborada una programación para buscar que la formación del laicado, en la perspectiva de sujeto eclesial, pueda ser fortalecida. Pero, de nuevo, como ya dije en la pregunta anterior, todo esto es un proceso. Se percibe que hay una cierta resistencia a traer para dentro de la Iglesia esa conciencia de que todos los bautizados son parte integrante, son sujetos, desde una perspectiva más ministerial.
¿Quién alimenta esa resistencia?
Hay sectores dentro de la Iglesia que han interpretado el Concilio Vaticano II desde una hermeneútica que no usa la eclesiología del Vaticano y sí la de Trento. Con esta eclesiología no se puede interpretar lo nuevo. Se tiene que usar la propia eclesiología del Vaticano II, que es la Lumen Gentium, para poder hablar del Vaticano II.
Lo que ha ocurrido es que la eclesiología de Trento todavía está muy arraigada, es muy fuerte. Está en la cabeza de mucha gente y podríamos decir que de muchos obispos. Con esa eclesiología el papel del laico queda apenas, usando una expresión más fuerte, como súbdito y no como sujeto. Pero si tomamos en serio la eclesiología del Vaticano II, inclusive para intepretar el Derecho Canónico, que a veces no facilita, debemos decir, como señalan algunos buenos canonistas, que el mecanismo para interpretar el Código de Derecho Canónico debe ser la eclesiología del Vaticano II.
Eres teólogo laico, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, cada vez están apareciendo más teólogos laicos en Brasil y éstos van ganando más nombre dentro del mundo teológico brasileño. ¿Sientes que todavía hay gente que pone ciertas reticencias a los teólogos laicos?
En el fondo, los teólogos y teólogas laicos también están sufriendo la misma resistencia que las CEBs, que el universo laical ha sufrido, pues las escuelas teológicas se han cerrado, inclusive en los tres últimos años con el Papa Francisco, a una participación más efectiva de profesores y profesoras en el mundo teológico. No ha sido fácil, inclusive donde yo trabajo.
Aunque haya un buen número de laicos y laicas, la ascensión del laicado a determinadas funciones no es tan fácil. Es necesario continuar trabajando para facilitar una participación más homogenea. Es bueno recordar que no se trata de oponer clero y laicos, pues esa es una oposición equivocada, y sí de poner a todos dentro del mismo proceso.
Acaba de ser publicado tu nuevo libro, que tiene por título, Otra teología es posible, otra Iglesia también. ¿En ese libro defiendes es tipo de ideas?
Sin duda y creo que voy hasta un poco más lejos. Defiendo que la teología, inclusive la teología de la liberación por la que me inclino, todavía tiene un esquema que no es muy popular. Por eso defiendo que la teología, en primer lugar, tiene que estar de acuerdo con la dinámica socio-cultural del pueblo, en segundo lugar, que se articule mejor no apenas con la sociología o la filosofía, como tradicionalmente ha sucedido, sobretodo con la filosofía, sino también con otras ciencias, que ella sea capaz de repensar su propia estructura de organización a través de aquello que en los últimos doscientos años las ciencias nos han ofrecido.
Por ejemplo, hablando sólo de un tema para simplificar, no es posible hablar de escatología, proceso de vida eterna, con categorías fixistas, aristotélicas. Aristóteles en ese aspecto, en otros no, evidentemente, está completamente superado. El tiempo es dinámico, dialéctico, no puede ser configurado de una forma fixista, y si se quiere pensar la eternidad con categorías fixistas, usando los símbolos de cielo e infierno de forma fixista, hasta dándoles una condición de lugar, va a distanciarse del pensamiento más dominante. Entoces la teología también necesita ser renovada, ser estructurada dentro de ese nuevo horizonte.
En Brasil, la Teología es reconocida por el Ministerio de Educación desde 1998 y hoy, en una universidad que tenga Curso de Teología reconocido el Ministerio de Educación, en principio, un ateo podría inscribirse y realizar las pruebas de acceso y legalmente tendría ese derecho. Pero desde el punto de vista de la estructura de un curso de teología un ateo no tiene nada que hacer en un curso de teología. Entonces el diálogo con la sociedad es todavía muy elemental. Si quiere ser una teología reconocida por la sociedad en su conjunto, por el mundo académico, necesita estructurarse, que es lo más difícil, pues la teología todavía está muy estructurada a partir del mundo eclesial, o mejor eclesiástico.
Ese querer llevar la Teología para dentro de la sacristía, ¿no dificulta la presencia de la Iglesia en el mundo, esa Iglesia «en salida» de la que el Papa Francisco tanto nos habla, la posibilidad de otra Iglesia?
No cabe duda. Por eso en el libro yo hago una unidad entre una cosa y otra. Una teología abierta exige una Iglesia abierta, en salida, con capacidad de penetración en la sociedad, pero una teología dentro de la sacristía no tendrá capacidad de articularse con la sociedad.
En un país como el nuestro donde, a pesar de la pérdida, el catolicismo continúa siendo mayoría y contempla el sesenta y cinco por ciento de la población, cada vez tiene menos capacidad de penetrar en la realidad cultural, en el comportamiento, en las actitudes, porque no dialoga con profundidad. No estoy diciendo que el catolicismo tiene que dejar de lado muchos de sus principios y valores, sino que se trata de un proceso de inculturación necesario y que el Evangelio exige. No es cambiar el Evangelio, sino inculturar aquello que es necesario.
¿De dónde vienen los miedos a dialogar? ¿Qué es lo que hace que la Iglesia Católica, hoy en día, tenga miedo de entablar un diálogo abierto con la sociedad?
Apunto dos posibilidades. Una llamemosla honesta, es que las personas se quedan preocupadas, pensando en que una mayor integración con la realidad social, política, económica, esto venga a perjudicar la fe, la participación, a una disminución de la presencia cristiana católica en medio del mundo. Esta sería la posición honesta.
La otra sería la posición de poder, pues mantener ese modelo se convierte en algo que hace más fácil someter a los otros. Como el catolicismo, cristianismo, tiene una presencia muy fuerte, muy impactante, en muchos lugares, no diría en todo el planeta, evidentemente, pero sí en buena parte del planeta, en Europa y América Latina sobretodo, esa presencia de poder acaba bloquendo cualquier posibilidad de una articulación más próxima de la realidad, porque ahí entra el elemento del poder.
En la primera posibilidad hay un dato honesto, yo diría equivocado, pero honesto, de miedo, de no tener su propuesta o su mensaje tan bien vivificado. La segunda, en la que tendríamos que entrar en detalles difíciles de ser dichos, podríamos hablar de una forma más amplia, que es la situación que acabo de presentar. Hay una estructura de poder que beneficia a las personas, grupos, inclusive desde el punto de vista material, del suceso material, económico y de privilegios que una vez que esta estructura ceda también tendrán que ser abandonados.
Las CEBs en Brasil, durante mucho tiempo fueron identificadas con el ámbito rural. En el próximo Intereclesial el tema es «CEBs y los desafíos del mundo urbano». Vives en una ciudad de la periferia de Río de Janeiro y vives la fe en las comunidades eclesiales de base, ¿cuáles son las dificultades, los desafíos que hoy viven las comunidades de base en el mundo urbano brasileño, sobretodo en las grandes ciudades?
Ese es el gran salto que debemos dar, no sólo como CEBs. He insistido mucho en que no podemos permanecer más en unas comunidades eclesiales de base desde un modelo rural. Eso no significa que no deberemos continuar haciendo el trabajo desde el punto de vista de la mentalidad rural, pero cada vez tenemos mayor conciencia que el universo urbano penetra en la mentalidad del mundo rural. Entonces no es posible continuar en un modelo que se configura, desde el punto de vista territorial, apenas en lo rural.
He sentido eso prácticamente toda mi vida. Nací en un barrio de la periferia de Río de Janeiro, llamado Realengo, a los nueve años mi familia se mudó para la Baixada Fluminense, siempre en la perifería, y la Baixada Fluminense se puede decir que es la periferia de la periferia, donde las personas tienen un modelo de vida que no se configura más con determinados estereotipos que fueron penetrando a lo largo de los años.
Por ejemplo, ¿qué es una familia? ¿cómo organizar una familia? ¿cómo orgnizar el tiempo, si la gente pasa buena parte de su vida desplazándose para ir para ir al trabajo, a otros lugares? Otro elemento, su morada es casi siempre, aunque sea una casa fuera del espacio tradicionalmente conocido como favela, un local pequeño, aglomerado, en el que se relaciona con muchas personas alrededor. Todo eso exige un nuevo estilo.
Una comunidad grande, una matriz paroquial de gran extensión territorial, pierde cualquier posibilidad de atender satisfactoriamente esa demanda más personal. Ahí necesitamos de comunidades pequeñas, de comunidades de base bien estructuradas. Cuando hablo de comunidades pequeñas veo necesario organizarse como red de comunidades, donde tienen autonomía, tienen su propia posibilidad de celebración, de engancharse a aquella realidad local y no la dependencia de un centro distante que no las atiende.
Se percibe que muchas Iglesias parroquiales están llenas en sus tres o cuatro misas por domingo, pero si vas alrededor, a las periferias, no vas a encontrar comunidades católicas. Aparentemente se ha encontrado la solución, porque las iglesias parroquiales están llenas, pero buena parte de la población está distante de ese contacto con su dimensión sagrada, religiosa, cristiana. Creemos que las CEBs, y mi experiencia personal ha sido así, pueden, deben y son capaces de responder a esa demanda, con esa presencia más próxima de la realidad de las personas.
Para terminar, el ejemplo de una famosa favela en Río de Janeiro, la favela Santa Marta. Desde lo alto de la favela hasta la parte de abajo, en una callejuela, que no es la única, encontré cinco comunidades evangélicas. Esto no es para entrar en una demanda de comparación, pero eran cinco presencias de una determinada Iglesia en medio de los pobres. No había ni una sola comunidad católica. Si no vamos hasta donde la gente está, hasta donde están los pobres, ¿vamos a querer que vengan hasta las grandes Iglesias, muchas veces hasta para ser discriminados? Nosotros somos quienes tenemos que ir hasta ellos y no ellos hasta nosotros.
Pero para eso, volviendo a nuestra conversación del principio, es necesario creer en los laicos.
Sin ninguna duda. Yo digo eso, e incluso ya lo comenté con algunos obispos. Se trata de renovar el ministerio ordenado, para que se pueda atender a las demandas. Primero desde el punto de vista teológico, pues es una necesidad teológica y no apenas circunstancial, pero también circunstacial. Una Iglesia en red, ministerial, va a tener muchas más posibilidades de penetrar en esa realidad, y ahí tú tienes toda la razón, sin un cambio en la perspectiva de la presencia, de la pertenencia del laico como sujeto eclesial, ahí se hace más difícil.
Eso es lo que el Cardenal Oullet dió a entender recientemente al decir al CELAM que ls CEBs son una presencia capilar que refuerza la sacramentalidad de la Iglesia en América. ¿Esa capilaridad, ese poder de llegar a la vida de la gente, no es el gran desafío de las CEBs en el mundo urbano?
Por supuesto, ese es el gran desafío. Es poder llegar a donde la Iglesia, en su estructura digamos más fuerte, no está consiguiendo llegar. Asumimos completamente esa definición del cardenal, esa capilaridad necesita del apoyo de la pertenencia, del sentimiento de pertenencia del mundo laical dentro de la Iglesia.
El ministerio ordenado, por sí sólo, no consigue más eso, aunque yo diría que no es sólo una cuestión de cantidad, sino de identificación, de que puedas estar presente en diversos ambientes sin la necesidad de la figura institucional.
Entender y hacer realidad las palabras de Jesús, que dice que más que masa debemos ser levadura en la masa.
Sal, levadura, luz que pueda estar, aunque sea de forma invisible como estos elementos, estableciendo una nueva postura, una nueva condición social. Me gusta mucho una expresión del Papa Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi, número 20, donde dice justamente eso, el Evangelio necesita penetrar las raíces de la cultura y no estar de forma superficial, pues hemos percibido muchas veces a lo largo de los últimos años, y mira que el Papa escribió eso en 1974, una superficialidad en la sociedad y no penetrar en la realidad cultural. Es fundamental esa capilaridad, esa penetración más profunda.
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«Renovar el ministerio ordenado, para que se pueda atender a las demandas»
«Sal, levadura, luz que pueda estar, aunque sea de forma invisible como estos elementos, estableciendo una nueva postura»