¿Por qué agrandar lo malo y silenciar lo bueno? ¿Por qué no se ponderan las buenas obras de tantos cristianos ejemplares que viven haciendo el bien, consolando a los que sufren y anunciando con su vida los bienes admirables del Reino de Dios?
(Xtantos/RD).- Nuestra parroquia, la que tengamos más cercana, quizá la de nuestro barrio, o donde vayamos habitualmente a misa. ¿Qué vemos? Una construcción más o menos reciente, o que puede tener varios siglos, y con un determinado valor artístico.
Pero ese lugar, ese edificio, es la casa del Señor y de su Pueblo, que se congrega para celebrar los misterios de la fe y experimentar la fraternidad cristiana. Las piedras de antaño o los ladrillos de hoy son exponentes de una gran cantidad de historias personales y comunitarias.
Allí se han dado y se continúan realizando multitud de acontecimientos de fe, esperanza y caridad que se viven a diario durante todo el año. Se celebra el gozo de las uniones esponsales, las reuniones de las familias cristianas cuando alguno de sus miembros recibe un sacramento. También cuando despiden con esperanza a los seres queridos. Asimismo, son espacios eucarísticos, de oración y encuentro para todos. Igualmente es referencia para tantos jóvenes y adultos que buscan una respuesta al sentido de sus vidas.
Pasamos de lo visible a lo invisible porque los edificios, las iglesias, nos descubren el rostro de los que forman parte de ella. Nuestras parroquias deben ser, por eso, lugares de acogida, de creatividad, siempre como una madre de brazos abiertos para recibir a todos y no excluir a nadie. La Iglesia no es una historia pasada, sino un acontecimiento vivo.
Vamos a cuidar nuestra parroquia, siendo lo que somos, «piedras vivas del templo de Dios», unidos a nuestra diócesis. Como dice el papa Francisco: una diócesis es una familia dentro de la gran familia que es la Iglesia.
Con motivo de esta jornada, muchas diócesis ha presentado sus cuentas, y numerosos obispos han escrito cartas invitando a los fieles a participar, también desde el punto de vista económico, en la financiación de la Iglesia diocesana.
En Madrid, por ejemplo, el cardenal Osoro recalca que la Iglesia «es una gran familia donde se nos quiere aunque no lo merezcamos, se nos perdona aunque tengamos el corazón endurecido y siempre somos acogidos incondicionalmente».
«Como en todas las familias (esto lo saben muy bien los padres de familia) hay un aspecto que no es el más importante pero que es necesario y, en gran medida, condiciona las posibilidades materiales de la familia», apunta el cardenal, quien recuerda el lema del Plan Diocesano de Evangelización, «Entre todos, con todos y para todos».
«En el Día de la Iglesia Diocesana se nos invita a dar gracias a Dios por nuestra familia diocesana, a orar intensamente por ella y a colaborar responsablemente, en la medida de nuestras posibilidades, en el sostenimiento de su economía», añade Osoro, quien invita a hacer «una suscripción periódica, mejor que con un donativo puntual», para colaborar «con una aportación estable a que la Iglesia pueda cubrir los gastos recurrentes que genera una actividad continuada en el tiempo».
«Con la aportación de nuestro dinero ayudamos a pagar las cosas que cuestan dinero, ni más ni menos. Pero de ese modo posibilitamos que suceda lo que realmente vale infinitamente más que el dinero: que los hijos de Dios, por propia experiencia, descubran en la Iglesia el amor que su Padre les tiene», concluye.
Por su parte, el arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez, destaca cómo frecuentemente «la imagen que se desprende de la Iglesia proveniente de círculos, plataformas, asociaciones políticas, medios de comunicación social, no es muy halagüeña y consiguen lo que persiguen: que la gente no acepte la a Iglesia o la considere mera organización separada de Cristo, separada de la vida concreta de sus fieles».
«¿Por qué se habla más de lo malo que de lo bueno? ¿Por qué agrandar lo malo y silenciar lo bueno? ¿Por qué no se ponderan las buenas obras de tantos cristianos ejemplares que viven haciendo el bien, consolando a los que sufren y anunciando con su vida los bienes admirables del Reino de Dios?», se pregunta el primado, quien invita a los cristianos a pensar «qué hacemos realmente por nuestra Iglesia».
Hablando «de los dineros», Rodríguez destaca el portal de transparencia de la diócesis, y anima a ser «generosos». «Dad para vuestra Iglesia una aportación significativa, algo que exprese el amor y la gratitud hacia la que os ha enseñado a conocer a Jesucristo y al buen Padre del cielo».
«Una cosa es segura: sólo dependemos de nuestros católicos y de nuestra buena administración. Si recibimos dinero de los poderes públicos en nuestras obras caritativo-sociales o para sostener el patrimonio artístico, lo hacemos porque cuidamos de personas y problemas que ellos no cuidan o porque el patrimonio de la Iglesia genera riqueza y tiene una labor social y educativa», concluye.