No hay más que salir a la calle, porque allí donde un cristiano ofrece su vida por hacer presente el amor de Dios, se hace visible la Iglesia. Esa es la Iglesia en salida, o la Iglesia hospital de campaña
(Jesús Bastante).- «No será congreso de grandes discursos, sino de testimonios reales». El presidente de la ACdP, Carlos Romero Caramelo, abrió esta tarde el XIX Congreso ‘Católicos y Vida Pública’, que este año versa sobre «La acción social de la Iglesia». Un evento en el que, por primera vez, se presentará toda las diversas actividades de docenas de ONG católicas, para animar, como pidió el Papa Francisco en su saludo, a «reforzar el compromiso con los que sufren«.
El mensaje papal, enviado a través del secretario de Estado, Pietro Parolin, sirvió como pórtico para unas jornadas que, curiosidad evangélica, coincidirán con la celebración, por primera vez en la historia de la Iglesia católica, con la Jornada Mundial de los Pobres, instituida por Jorge Mario Bergoglio. «Dar voz a aquellos que son vulnerables», pidió el Papa en sus palabras.
Un congreso de denuncia, y anuncio, como señaló Romero. Denuncia de un mundo donde «sigue habiendo 800 millones de personas que sufren el gran escándalo del hambre«, ante el que «no podemos quedar impasibles». El también presidente de la Fundación CEU-San Pablo recordó los 65 millones de refugiados, «muchos de ellos procedentes de nacionalismos extremos o fundamentalismos religiosos», o los más de 300 millones de cristianos perseguidos o discriminados por su fe. 6 de cada 10 seres humanos viven en países con déficit de libertad religiosa.
También en España, donde, destacó Romero citando a Cáritas, «vemos cifras alarmantes». «Ellos y ellas son el rostro doliente de los hombres y mujeres de nuestra tierra. Pero, junto al dolor, hay razones para la esperanza, una esperanza fundada en la alegría del Evangelio».
Para el presidente de la ACdP, dicha esperanza se muestra especialmente a través de la acción social de la Iglesia. «Casi 4,8 millones de personas fueron acompañadas en los centros de la Iglesia. Esta es la Iglesia«, proclamó. «No hay más que salir a la calle, porque allí donde un cristiano ofrece su vida por hacer presente el amor de Dios, se hace visible la Iglesia. Esa es la Iglesia en salida, o la Iglesia hospital de campaña».
Y eso es lo que se va a ver en este congreso que, como adelantó, no será de grandes discursos, sino de «testimonios vivos de la acción social de la Iglesia, la expresión más elocuente de la presencia de Dios en el mundo».
Por su parte, el nuncio en España, Renzo Fratini, destacó la elección del tema de este año, que enseña mejor que cualquier otro la presencia de Dios en el mundo. «Un Dios que se hizo carne, abrazó la pobreza y se colocó el último de los pobres, a quienes llamó bienaventurados», señaló.
Y es que, para el representante papal, «amar la pobreza y los pobres es una cuestión espiritual, en la que se reconocen los límites. El santo que no es sensible a los pobres, no existe«, proclamó, subrayando que un verdadero cristiano «intenta defender a los pobres» y que, en España, la labor de social de la Iglesia «ha tenido, y tiene, un puesto providencial». Más allá de los datos, lo cierto, destacó, es «el significativo impacto económico y social de la actividad asistencial de la Iglesia» en nuestro país.
«Quien ama a los pobres, ama a Cristo», culminó Fratini, quien agradeció la continuidad de la ACdP a las enseñanzas del cardenal Ángel Herrera Oria, cuyo camino «es el del Papa Francisco».
Finalmente, uno de los consiliarios de la Asociación, Fidel Herráez (que llegó tarde por un atasco a la entrada a Madrid), destacó la importancia de «compartir, testimoniar y reflexionar sobre una realidad tan viva como la acción social de la Iglesia», donde se muestra «la imaginación de la caridad» para «responder con valentía, compromiso y esperanza a los retos que la sociedad propone al Evangelio».
Tras la inauguración, tuvo lugar la primera conferencia, una vibrante charla de Víctor Ochen, quien se preguntó «¿dónde está la humanidad en nuestra religión?», y relató su experiencia en Uganda, y su lucha por la paz en África. Él es vivo ejemplo de ello: «No tomé las armas aunque tenía muchos motivos, y no lo hice porque he sufrido mucho dolor, y no deseo convertirme en fuente de nuevo y más dolor».
«Es necesario plantar la semilla de la paz y del perdón. Y crecerán y se convertirán en árboles de paz. Y antes o después se convertirán en bosques enteros de hombres y mujeres que luchan por la paz. Las religiones tienen que funcionar en la realidad. Hoy tenemos crisis, personas que pasan hambre y mueren. ¿Cuándo vamos a dar el paso al respecto? Debemos crear un espacio que nos permita volver a ser humanos», culminó.