Francisco no es un Papa simpático, que está siempre sonriendo, sino un Papa dramático, que carga con las heridas de la historia
(José M. Vidal).- No le gusta que le llamen «asesor» u «hombre de confianza» del Papa. Pero la verdad es que Antonio Spadaro sj, director de la Civiltá Cattolica, le acompaña en todos sus viajes y tiene muy claras las claves del pontificado de Francisco y así lo demostró, una vez más, en el I Encuentro de Periodistas «Pro Francisco», organizado, en Madrid, por Religion Digital y Mensajeros de la Paz. «El Papa no necesita que se le defienda», «no es un Papa ideológico» ni «pacifista», aseguró en su conferencia en la iglesia de San Antón.
El jesuita italiano, siempre brillante en sus ideas y en la forma de exponerlas, habló en italiano y le tradujo, con maestría, el salesiano Javier Valiente. Desde el principio, quiso dejar muy claro que Francisco «no necesita defensores» ni le sgustan las trinchera ni los frentes. «El Papa se defiende sólo», añade, al tiempo que pide a los periodistas «no desfigurar la figura del Papa» ni «proyectar sobre Francisco sus propias ideas».
Porque, a su juicio, el verdadero problema son los que propagan ‘fake news’ sobre Francisco o «los que le atribuyen lo que ellos piensan, pero no lo que dice el Papa».
Es evidente, según Spadaro, que el Papa tiene críticos y se encuentra con resistencias dentro y fuera de la Iglesia. Pero, a pesar de todo, «está sereno» y «no se siente molesto por las personas que van contra él». Entre otras cosas, porque las críticas son «un indicador de que sus reformas funcionan».
Y es que Francisco sabe perfectamente y lo asume como una característica de su pontificado que la historia avanza gracias a la dialéctica tesis-antítesis, que se supera en una síntesis. De hecho, al Papa le preocupa más, según Spadaro, que «las cosas estén demasiado tranquilas». Le encanta el lío y que se agiten las aguas. Y, cuando no hay debate, él mismo lo provoca. Como pasó en el Sínodo de la Familia.
«El Papa no tiene miedo», aseguró el jesuita e instó a los periodistas que quieran ser ‘pro Francisco’ «a no dar demasiada importancia a los ruidos, voces y rumores, que se alimentan gracias a la excesiva atención que se le presta». Además de ser pocas y no demasiado relevantes, las críticas contra el Papa son, según el jesuita, «voces de sacristía, cuya importancia alimentamos, si las contrarrestamos».
Además, se trata, según el director de la Civiltá Cattolica, de «una oposición sin gramática», «polémica e irrespetuosa, porque pone en discusión el primado petrino, pone en discusión que el Papa sea Papa». Y esto la convierte en una oposición «que no sabe hablar: chilla y nada más».
Eso sí, aunque le resta importancia, Spadaro reconoce que «hay movimientos de oposición», pero no considera este fenómeno como algo negativo, sino al contrario. «El que la oposición se exprese es positivo, porque Francisco quiere que haya debate en la Iglesia, para el bien de la Iglesia».
Ni Quijote ni reformador
Es evidente también que algunos, en la Iglesia, se oponen al Papa por las reformas que está implementando. En una ocasión, Spadaro le preguntó directamente al Papa:
-¿Quiere usted reformar la Iglesia?
-No. Sólo quiero colocar a Cristo cada vez más en el centro de la Iglesia. Será Él el que haga las reformas, contestó Francisco.
Para Spadaro, el Papa no es, pues, «un Don Quijote, que se propone como el gran reformador de la Iglesia». Su papado es «un pontificado de discernimiento: busca donde está el señor y qué quiere el Señor para su Iglesia».
Este principio de discernimiento genérico se plasma en algo más concreto. «El papado de Francisco es un papado del Vaticano II», porque, al igual que el Concilio, «Francisco siente que el diálogo es imprescindible en la historia del mundo y de la Iglesia».
Siguiendo con sus «provocaciones», el jesuita italiano asegura que «Francisco no es un Papa simpático, que está siempre sonriendo, sino un Papa dramático, que carga con las heridas de la historia». De hecho, «su sonrisa es bálsamo o aceite sobre las heridas abiertas», porque, para él, «la Iglesia es un hospital de campaña».
Otro elemento fundamental del pontificado de Francisco, según Spadaro, es «su pensamiento abierto e incompleto». Es decir, «el Papa no tiene un plan para la Iglesia», porque «no es un Papa ideológico».
Su caminar al frente de la Iglesia es un proceso, que «se basa en la dinámica del acierto-error» y, por eso, «desestabiliza a quien busca certezas», porque «el discernimiento no se basa en certezas humanas, sino en posibilitar el despliegue de la voluntad de Dios en la historia».
Para ejemplificar esta dinámica, el jesuita se refirió a los viajes papales. A su juicio, «son viajes que se van haciendo durante los viajes», teniendo siempre en cuenta que, en ellos, «al Papa le gustan dos cosas: tocar heridas y muros y correr riesgos».
Y por eso, en sus viajes, no le dice a las autoridades lo que tienen que hacer, sino que «abre los ojos y los oídos y trata de entender lo que es bueno para la humanidad», concluye Spadaro, que recibe una ovación de gala. El jesuita demuestra, una vez más, que es un auténtico ‘gurú’ de la informacióon vaticana. Y, sin darse importancia, lo que acrecienta su figura.
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