El sacerdote alicantino deja la CEE, tras tres décadas como responsable de Apostolado Seglar

Antonio Cartagena: «En la Iglesia, a veces confundimos la realidad con la ideología que tenemos»

"Hay lugares donde se prefiere a un mal sacerdote que a un buen cristiano. Eso es inaceptable"

Antonio Cartagena: "En la Iglesia, a veces confundimos la realidad con la ideología que tenemos"
Antonio Cartagena, en RD RD

Los problemas son graves, como la ideología de género por ejemplo, pero también es muy grave que muera la gente por hambre y por guerra. Y el ombligo del mundo no somos ni España, ni Europa

(Jesús Bastante).- Es uno de los ‘históricos’ y, sin lugar a dudas, el más reconocido y querido por todos, dentro y fuera de la Conferencia Episcopal. Más de treinta años después, Antonio Cartagena deja el trabajo en la sede de la CEE y regresa a Alicante para seguir llevando la alegría del Evangelio.

 

Hoy tenemos un regalo que no sé si es bueno, malo o regular. Antonio Cartagena, muy buenos días.

Buenos días.

 

Digo que no sé porque es una buena noticia que estés con nosotros, pero te vas de Madrid, así que es malo para nosotros. Aunque para ti, igual es buena noticia.

Hombre, abandono la ciudad, pero la tarea no la voy a abandonar del todo. Voy a estar menos responsabilizado con la tarea que llevaba hasta ahora en la Conferencia Episcopal pero creo que cuando uno es creyente y está en el sacerdocio desinteresadamente para todo, no existe el descanso hasta que el Señor disponga de la vida de uno. Mientras tanto, hasta que Dios quiera.

 

Antonio, para los que llevaban mucho tiempo en la Conferencia Episcopal trabajando en información religiosa, eres uno de los históricos; más de treinta años trabajando en la casa de la Iglesia.

Vine en el 85 a un congreso de evangelización. Me lo propusieron don Victorio Oliver, que era obispo de Albacete, y Don Felipe Fernández, que entonces era presidente de Comisión Episcopal de Apostolado Seglar. Ellos querían tener una responsabilidad en la Subcomisión de Pastoral Obrera, de la que solo existía el nombre porque pero no estaba desarrollado en el territorio de las diócesis españolas. Me preguntaron si podía ser, y yo estaba dispuesto. Les dije que hablaran con el obispo de mi tierra, don Pablo Barrachina que también lo estaba, aunque hubo problemas y no era posible la dedicación completa. Hasta que le dijeron que se decidiese a darme permiso o no dármelo. Y me lo dieron por unanimidad. Desde abril del 98 estoy aquí definitivamente y hasta ahora.

 

 

 

Primero en Pastoral Obrera y después vas a la Comisión Pastoral de Apostolado Seglar, que es un compendio de toda la acción social de los laicos en el mundo.

Como dice el papa Francisco de los laicos: la mayor parte de la Iglesia -más del 95%- está compuesta por laicos. Y efectivamente, es una comisión muy compleja; Pastoral Obrera, Departamento de Juventud, Subcomisión de Familia y Vida, las asociaciones y movimientos, la Acción Católica, el Foro de Laicos…

 

Vamos, que no te has aburrido. No son precisamente temas que no hayan ocasionado polémicas ni hayan sido conflictivos…

Exactamente. No me he aburrido y, además, me han dado mucha libertad los obispos. Sobre todo los presidentes que he tenido, desde don Victorio, don Jesús Domínguez -que ya falleció- don Julián Barrio, don Braulio Rodríguez y don Carlos Osoro. Y hasta el último, el auxiliar de Valencia don Javier Salinas.

Como digo, he tenido absoluta libertad por su parte, y yo, por supuesto, no me tomaba ninguna libertad sin contar con ellos. Sobre todo cuando se trataba de temas conflictivos, que los ha habido, como por ejemplo el conflicto de Manos Unidas, el tema del Apostolado Mundial de Fátima, etc.

 

Las misas en Colón…

De todo palo… Teóricamente la idea está aceptada plenamente, por lo del Concilio Vaticano II y demás. Y hay declaración de principios. Pero en la práctica, deja todavía mucho que desear. Hay todavía muchos clérigos que entienden a los laicos como sus colaboradores, como sus avalistas. Pero no entienden que tienen una función distinta que la suya pero de la misma categoría -por decirlo de alguna manera- y que arranca desde el mismo principio, que es la evangelización. Y, sobre todo, que no es una concesión que hace el clero al laico. Sino que el laico, por el bautizo o por la confirmación, tiene la misma obligación de evangelizar que un clérigo. Solo que en fórmulas distintas.

Cuando hablamos del diaconado es, precisamente, para que se dediquen ellos a la predicación y al anuncio explícito del Evangelio. Sin embargo, me sorprende que los laicos siempre están para dar la comunión, porque podrían ser laicos metidos en el mundo obrero, en el teatro, en la política… Y digo en la política y en lo social, que son el gran handicap, porque ahora hay mucha ideología y confundimos los términos. Incluso en la Iglesia confundimos la realidad con la ideología que tenemos. No cambiamos; cambiamos ideas pero no la realidad, porque es más mostrenca.

 

¿Están los laicos católicos en la política o es un lugar donde falta evangelio?

Faltan laicos cristianos en la política. Los hay sueltos, pero no están asociados en ningún sitio concreto, ni como partido político. Aquí en España, ya desde Tarancón y cuando vino la transición, no se apoyó a ningún partido demócrata cristiano. Incluso el de Gil Robles y el de Ruiz Giménez no tenían marchamo oficial de la Iglesia. Después, los críticos discuten si ha sido positivo o negativo, pero lo cierto es que estos valores cristianos no están en ningún partido, ni siquiera en el PP.

Un partido, al ser partido ya no es cristiano. Este es un problema que también tenemos en las asociaciones del movimiento de Iglesia. Coinciden en muchas cuestiones, pero ideológicamente se lanzan a un sitio o a otro, según ellos se crean más o menos comprometidos.

 

 

 

¿Estamos haciendo asociaciones laicales o se están convirtiendo, algunas, más en asociaciones de derechas o de izquierdas que propiamente cristianas?

Se ha avanzado mucho en esto; eso de «derechas o izquierdas», hoy por hoy, es totalmente obsoleto. Si estás comprometido, eres comprometido. Porque hay gente en la derecha muy honesta, y hay gente muy honesta en la izquierda. Pero al revés también. Con tanto pillo de un sitio y de otro que están en la cárcel, nos quieren vender que nos van a transformar, pero lo que nos van a transformar es el bolsillo.

 

Los corruptos, que nos dan lecciones de honestidad.

Para cambiar una cosa hace falta estar dentro. Si no es así, realmente no puedes cambiar nada. Solo con una voluntad de cambio es posible. Si no soy levadura, esto no va a cambiar.

 

Durante mucho tiempo la Conferencia Episcopal, los obispos, estaban más en la línea de separarnos de un mundo que no nos entiende y no tanto en meterse dentro, en harina, en mancharse las manos.

Seguíamos, quizá mal, la orientación de Cristo cuando dice: «cuantas veces estuve entre los hombres, me volví menos hombre». Y, realmente, lo que hay que decir es: «si yo quiero anunciar el Evangelio, tengo que estar ahí». No hay otra forma. Y no imponiendo, porque si no hay libertad, no hay fe.

Es muy importante que los cristianos no le tengan alergia a la política, porque es, por desgracia, donde se deciden los problemas. Si nos fijamos ahora en los políticos de un signo y de otro, todos son salvadores, pero nadie hace propuestas aunque sí tumban las de los otros.

 

¿Es un trabajo perdido, o hay camino todavía por recorrer?

Hay mucho camino que hacer.

 

Pero, ¿se puede hacer, o ya está perdida la posibilidad?

Es obligatorio hacerlo; que una cosa vaya mal, no quiere decir que haya que dejarla caer: mejor, analizar y ser realistas. Hay que evangelizar el mundo en el que estamos, no el que inventamos, porque podríamos estar dando respuestas a preguntas que nadie nos hace.

Los problemas son graves, como la ideología de género por ejemplo, pero también es muy grave que muera la gente por hambre y por guerra. Y el ombligo del mundo no somos ni España, ni Europa. Las necesidades de los refugiados, las de los emigrantes, están ahí y tienen que conmovernos. No podemos estar tranquilos mientras haya una sola persona que lo esté pasando mal. Y no creo que esto sea una declaración de principios, ni un deseo; es, que realmente sea una realidad; que se hace carne con nuestra carne. Y si no hay una laicado maduro y responsable, entonces esto no tiene sentido.

 

¿Cuáles crees que son los ejes del laicado que necesita la Iglesia española hoy?

Primero, un laicado formado. Después, que sea maduro; que no se apunte a la política porque tiene unas connotaciones muy concretas: uno tiene que estar en el terreno de juego sabiendo cuales son las reglas. Y, en tercer lugar, un laicado responsable; hacerse la pregunta de «qué me pide la sociedad», para responder pensando en la sociedad, no según yo quiero responder. Ver la realidad, analizarla a la luz de la fe y responder a la luz de esa fe, no solo a la ideología. Porque en las asociaciones haya más ideología de lo que nos creemos.

 

¿Se superpone la ideología?

Sí: a la fe. Y la fe no es algo vaporoso; es nuestra textura. Y desde ahí tiene que salir.

 

Has vivido unas épocas en las que la Iglesia estaba no solo mal considerada por la sociedad, sino que parecía que se habían roto todos los puentes de diálogo con el mundo obrero, con los partidos de izquierda, con el Gobierno llegado el momento…
Tú has ejercido en muchas ocasiones de puente; todos los políticos que conocemos, los líderes sindicales, hablan maravillas de Antonio Cartagena. No es falsa modestia, lo sabes.

¿Cómo se trabaja en esa tesitura? Tú, como miembro y responsable de al Iglesia, lidias con personas que tienen una idea de la institución y de sus máximos dirigentes que no es la mejor del mundo. ¿Cómo se consigue que esos puentes no se rompan?

Esa opinión, que tienen muchos, son prejuicios la mayoría de las veces. Esos prejuicios se rompen hablando y mirándose a los ojos. Y de corazón a corazón. Yo me precio de haber mantenido buenas relaciones con José María Fidalgo, con Rafael Catalá o con el mismo Guerra… Con una serie de políticos de altura de aquí, porque los obispos me pidieron entablar relaciones. Montamos unas cuantas reuniones y quedaron todos encantados: el gran problema que tenemos a veces es de diálogo: al tener prejuicios, ya no hablamos con el otro o vamos con el prejuicio por delante.

A mí, personalmente, me ha servido para ser una persona abierta y preguntarme cómo entrar al otro. Todos con los que he hablado han tenido enfermos, muertes, problemas graves…, y cuando ellos ven que no vas por ningún interés político o social, sino por ser persona, alguno me ha dicho: «lo que queda, Antonio, es la amistad. Y lo otro pasa». Y es verdad; el que encuentra un amigo, encuentra un tesoro.

 

¿Hay futuro en esas relaciones con la Iglesia, o todo se va a reducir a si seguimos con los acuerdos o no seguimos, a cuestiones puntuales, que son importantes, como la clase de religión, financiación, etc., o hay un camino distinto que todavía no hemos explorado?

No sabemos qué puede ocurrir; a partir de unos días el mapa va a cambiar. Eso está clarísimo. Ayer celebramos la eucaristía y hablábamos de predicar en desierto. Puede ser que estemos predicando en el desierto, pero hay que anunciarlo y estar ahí.

 

Y estás preparando el camino al Señor en el desierto.

Y sabiendo que yo no soy el que anuncia. Que no soy digno de atarle las suelas del zapato. Pero hay que estar ahí. Nunca buscando nuestros intereses, que en esto a veces la Iglesia se equivoca: hay que estar en los momentos difíciles también. Yo, libremente, me he encontrado con Cristo y él no me dice «ven e imítame», me dice «ven y sígueme». El camino tengo que hacerlo yo, la Iglesia. Todos a una, en comunión: es la riqueza que me llevo.

En el Foro de laicos, hace veintitantos años había un desconocimiento total de de cada movimiento. Estaban los movimientos de «pro», los de «no pro», movimientos muy devocionales y otros muy comprometidos capaces de firmar manifiestos con todo el mundo, pero entre nosotros. Entonces, si el denominador común es el laico cristiano, tal como lo quiere la Iglesia, eso nos tiene que unir. Hablar de comunión es vivir en comunión y eso conlleva dificultades, aceptaciones, la psicología también juega, la ciencia…

 

Algunos piensan que es imposible juntar a kikos y a HOAC, por ejemplo.

Pues será problema de ellos, pero no puede ser problema del Evangelio. Y muchas veces se lo he dicho. Cuando tuvimos la asamblea de laicos, después de «Christifideles laici», en la Conferencia Episcopal, en la asamblea que se aprobó el «Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo», hubo quien dijo que prefería a un mal sacerdote que a un buen cristiano. Eso es inaceptable. Menos mal que al que intervino así, algún obispo le contestó diciéndole lo que había que decirle.

La Iglesia no es una aglomeración de movimientos, es un movimiento en sí misma. Y la asociación, o el grupo, es para ayudar a hacer más Iglesia, no para quitarle protagonismo.

 

 

Uno de los proyectos que dejas en el camino, ahora que abandonas las responsabilidades directas en la Conferencia Episcopal, es el de hacer que la Acción Católica en las parroquias funcione como motor, no para convertir a toda la gente en la Acción Católica. Además, habéis presentado al cardenal Farrel, que es el presidente del nuevo dicasterio, una de las primeras patas de la reforma visible del papa Francisco. Háblanos un poco de este proyecto.

Fue cosa de la providencia: hablamos con Fernando Vérgez, que fue secretario con del cardenal Pironio, y ahora es el secretario general del Gobernatorato. Como siempre tienes que buscar la mediación hablamos con él, le llevamos los materiales del itinerario de formación cristiana de adultos e incluso de la Acción Católica. Nos consta que el Papa los ha ojeado al menos.

Luego hablamos con el cardenal Farrel, presidente del Dicasterio de Laicos, de una manera muy abierta y muy libre y contando que los movimientos tenían que cambiar todos, porque no se puede convertir al pastor diocesano en el florero de los movimientos. El movimiento llama al obispo para que la celebración sea más bonita o luzca más, y no es así. Lo que tiene que ser es una experiencia de comunión, sobre todo. Porque o la hacemos todos juntos, o cada movimiento quiere absorberlo todo. En definitiva, el discernimiento diocesano y el eclesial están para todo esto. En la misma Acción Católica no podemos presumir de serlo, si no vivimos de pleno el Evangelio y la Iglesia.

 

¿Qué le parece el papa Francisco?

En 2006 se celebró en Buenos Aires un seminario sobre el laicado dedicado a él y tuve el privilegio, porque de España estuvimos cuatro, de asistir. La primera homilía la dijo Carli, que por entonces era presidente de la Conferencia episcopal argentina, la segunda la hizo el arzobispo Bergoglio y la última me la pusieron a mí.

Se notaba, ya por entonces, cómo le aceptaban por su sencillez. Me pareció un hombre consecuente con sus principios, sencillo. Pero sobre todo me gusta la coherencia entre sus palabras, sus gestos y su vida. Y esto, creo que es una bendición de Dios para este siglo.

 

Es un papa, además, que promueve especialmente la corresponsabilidad de los laicos. Y a los pastores les pide que caminen con el pueblo, y a veces detrás.

Va despacio en el cambio de la curia, pero lo está haciendo. El esquema que hay allá de los laicos es prácticamente el mismo que tenemos aquí: de familia, pastoral obrera, juventud, etc., y ha añadido familia y un instituto de vida. Es un hombre que está buscando la corresponsabilidad y dando pasos para que se haga realidad. Que quiere que haya menos clero en los dicasterios romanos. Y que es lo que yo digo; el papel que yo he hecho en la Conferencia Episcopal puede hacerlo un laico perfectamente. Lo que no puede hacer es celebrar la eucaristía ni determinados sacramentos, pero lo demás: solo hay que organizar a la gente y unirla. Para eso hay laicos y lo hacen muy bien. Lo que pasa es, que si no se les permite que ese carisma que tienen, organizativo o lo que sea, lo ejerzan, pues lo haremos siempre el clero. Y no porque lo hagamos mejor. Tengo la experiencia en muchas diócesis donde el delegado de apostolado seglar, si es clérigo tiene un papel de más reconocimiento por parte del presbiterio y del Consejo pastoral, que si es laico. Esto quiere decir que todavía no hemos llegado a aplicar la letra del Vaticano II.

 

Y muchos de los laicos que hay todavía en cargos oficiales de las instituciones son laicos con un toque clerical, que tal vez no les corresponde.

El Papa nos dijo en julio de este año en el FIAC (Federación Internacional de la acción Católica), que no preparemos laicos para hacerlos diáconos y que estudien teología y demás; que si después tienen vocación de diáconos que lo sean, pero que sean laicos preparados y formados para estar en el mundo. Y que no seamos, los clérigos, aduaneros que dejamos pasar a la gente o no la dejamos pasar. Que seamos comprometidos juntamente con ellos.

 

Acabamos por hoy, y espero que solo acabemos la entrevista, que esto no ha terminado entre Religión Digital y tú. Que esa amistad siga continuando. Muchas gracias por estos treinta años y por toda la vida de servicio; no solo a la Iglesia sino también a la sociedad, en la que como cristianos estamos obligados a vivir y a construir.

¿Qué planes tienes a la vista?

De momento voy a aterrizar en la diócesis de origen, la de Orihuela-Alicante. Me voy a la parroquia mía. Ya le dije al obispo, a don Jesús Murgui, que no me dé responsabilidades diocesanas de ningún tipo. Pero estar en la parroquia, como a él le pareciese. Le dije que incluso como adscrito. Pero que eso no quiere decir que no voy a hacer nada; solo que no voy a tener ni las obligaciones ni los derechos pero voy a estar ejerciendo lo que ellos me pidan. Y de una manera muy comprensiva y abierta me dijo: «vamos a ver esta experiencia, que si dentro de unos meses tú no estás contento o crees otra cosa, o yo veo, lo hablamos». O sea, que con esa apertura de corazón y esa apertura de miras, me voy a hacer otra serie cosas, con gente diferente, más cercana.

Tengo que decir públicamente que don Carlos Osoro me ofreció otra responsabilidad aquí en Madrid, pero la decliné por devolverle algo a la diócesis, que es lo que siento. Estoy muy agradecido a él, pero también dispuesto, como he estado siempre, a esta apertura y a lo que me pida la Iglesia. Lo digo porque como yo tenía una fama ya en la diócesis, les dije que si me buscaban en política o en el sindicato, que no se molestaran porque no me encontrarían. Que me buscaran en la Iglesia, que, a pesar de sus fallos, allí estaré.

 

Pues muchas gracias Antonio, y no te vayas nunca. No te vayas del todo.

Muchas gracias a vosotros.

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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