Los Reyes Magos de la solidaridad (I): Javier Baeza, padre Ángel y Joaquín Sánchez

«Nos tiene que doler el alma, nos tiene que doler a cántaros»

Regalos para los niños de El Gallinero, los sin techo de San Antón y las personas desahuciadas

"Nos tiene que doler el alma, nos tiene que doler a cántaros"
Los Reyes Magos en El Gallinero RD

'Magos' y 'Magas' de carne y hueso, esas personas que trabajan para convertir este mundo en un lugar mejor, desde un compromiso con el Evangelio y con los pobres

Un año más, ya vienen los Reyes Magos. Cargados de regalos e ilusión, llevando en sus camellos esperanzas, sueños y propósitos. Una noche mágica, donde los más pequeños tienen una relevancia especial.

Más allá de debates sobre cabalgatas, tradiciones o consumismo, desde RD queremos ofrecer a nuestros lectores cuáles son los deseos, y los regalos, que pedirían algunos de nuestros ‘Magos’ y ‘Magas’ de carne y hueso, esas personas que trabajan para convertir este mundo en un lugar mejor, desde un compromiso con el Evangelio y con los pobres.

Hemos elegido tres ‘Reyes’ y tres ‘Reinas’. En este primer reportaje, nos acompañan Javier Baeza, el «Mago de los niños pobres»; el padre Ángel García, el «Mago de los sin techo»; y Joaquín Sánchez, el «Mago de los desahuciados». Mañana, el turno de las ‘Magas’: Natalia Peiro, secretaria general de Cáritas; Helena Maleno, periodista y activista; y Pepa Torres, religiosa y teóloga. Que lo disfruten.

 

 

Javier Baeza
El Mago de los niños pobres

Por Jesús Bastante

Javier Baeza es el párroco de San Carlos Borromeo, la «iglesia roja» de Entrevías, que sobrevive, contra carros y carretas, como un oasis de libertad y de Evangelio en uno de los barrios más deprimidos de Madrid. Un templo (al que Rouco quitó el título de ‘parroquia’ y lo denominó ‘Centro Social’) que coloca a los «Cristos dolientes» en el primer plano (la imagen de su Crucificado es la de un Jesús atado con cadenas, nuestras cadenas), también en Navidad.

Tanto es así, que esta Navidad la celebran en la parroquia, pero también, y sobre todo, con los más desfavorecidos, conscientes de que es allí donde nace, muere, y sufre, el Niño Dios. El lugar adonde los Reyes hoy irían a adorar. Así que se fueron, el pasado 30 de diciembre, a concentrarse ante el CIE de Aluche para protestar por las malas condiciones de los centros de internamiento de extranjeros, y en especial tras la muere de un inmigrante en la cárcel de Archidona.

 

 

Como es Navidad, los parroquianos de San Carlos Borromeo, y Javier Baeza, adelantaron las celebraciones (con la restauración, el 17 de diciembre, del fresco del Cristo que desata las cadenas) y después suspendieron las misas para ocuparse de ayudar a nacer, y a reir, a los niños del poblado del Gallinero, en una de las zonas más deprimidas de Madrid. Un rincón donde se observan todas las miserias, y las riquezas, del ser humano. Y donde Javier Baeza tiene buena parte de su rebaño. También allí están sus deseos, sus peticiones a los Magos de Oriente, vengan de donde vengan, que esta noche también aparecerán, sin carrozas, para entregar sus presentes a los niños Dios del Galinero, y a sus familias.

 

Ésta es la carta de Javier Baeza a los Reyes Magos:

Queridos Reinas y Reyes Magos. Cuando las necesidades son tantas, los deseos se multiplican. Es por esto que los deseos más urgentes para las familias en el Gallinero son una casa para cada una de las familias y energía para que los esfuerzos de todas las personas colaboren en la integración real de las familias en la comunidad de Madrid.

Y también que de aquellos de quien tanto hablamos y nos preocupamos -los niños y niñas- sean quien realmente exprese lo que quieren y ocupen nuestra vida y nuestros corazones.

 

 

 

Padre Ángel García, Presidente de Mensajeros de la Paz

El Mago de los sin techo

 

Por Lucía López Alonso

En un Belén viviente en el que Trump fuese Herodes, podría hacer de Melchor. Le llaman padre Ángel, y es presidente de la ONG Mensajeros de la Paz. Los niños le suelen reconocer porque luce un pelo blanco tan brillante como el del primero de los de Oriente, pero a los adultos les basta ver esa sonrisa que usa de alzacuellos para saber que es él.

Se trata de un hombre entregado a cientos de desvelos diarios, contra la soledad de los demás. Por eso, en realidad, el padre Ángel podría ser el Rey Mago de cualquiera que esté en situación de vulnerabilidad. Pero por encima de todo, creo que en este 2018 él vuelve a ser el Rey Mago de las personas sin hogar.

Quizá el Mago más necesario dentro de una gran ciudad como Madrid, ahora que nos dicen los medios que la palabra del año 2017, elegida por la Fundación del Español Urgente, ha sido la tremenda voz «aporofobia».

Incluso poniendo en riesgo su salud (en contacto con algunas enfermedades contagiosas, durmiendo menos de lo que debería…), este sacerdote de ochenta años se dedica a querer a los pobres. A acompañar a los marginados. A dar refugio a los sintecho. Lo contrario a sentir rechazo por quien vive en pobreza. En 2015, consiguió reabrir una iglesia que, como otros muchos edificios en el centro de Madrid, se había quedado cerrada e inútil durante décadas. Desde entonces, las puertas de la iglesia de San Antón (Calle Hortaleza, número 63) están abiertas las 24 horas del día, y aun así no dan abasto, porque el padre Ángel las otorgó doble ración de utilidad: atención religiosa y atención social.

En San Antón cientos de personas en situación de calle reciben diariamente un desayuno, un bocata, una manta, una aspirina. Entran al baño sin esquivar carteles de «Sólo para clientes». Cogen productos de higiene que guardan en sus mochilas para ir a los baños públicos y pagar por ducharse, tratando de mitigar la repulsa social y conservar la sonrisa y la autoestima. (Aunque sea así de huecas, no llegar a perderlas). En ese templo también pueden sentarse a descansar en compañía de su mascota, y encontrar alguien que les escuche y les trate bien.

 

 

Es verdad que el padre Ángel no puede terminar con la pobreza, ni en España ni en Madrid. Pero atraviesa el desierto sin queja para combatir la aporofobia, a pesar de las críticas y la incomprensión. A pesar de quienes acusan de asistencialismo a las oenegés, cuando ellas son las que están trabajando para aplacar una desigualdad social que provocan los malos políticos y los privilegiados, no los Reyes Magos.

Como ofrenda, como regalo o deseo para las personas sin techo, este año ha traído un objeto, un vehículo y un valor. En realidad, tres símbolos. En vez de oro, les ofrece un Teléfono Dorado: la impagable compañía. En vez de incienso, el Pelobús, su servicio de peluquería gratuita dentro de una caravana, por aquello de que, si no nos cuidamos, terminamos por no querernos. Y en lugar de mirra, rebeldía.

Cierto es cuestionarse, no obstante, que los Reyes Magos de Oriente no evitaron, con sus regalos, que aquel Niño migrante naciera en un pesebre. Que cualquiera se da cuenta de que el oro, el incienso y la mirra le durarían poco. Que también en esos tiempos, los regalos difíciles (la tierra, el techo, el trabajo, una renta digna; en fin, lo que nos hace libres de manera más integral e ineludible) no los podía brindar la buena voluntad de tres personas que se asocian, sino la voluntad política de quienes gobiernan.

Ese es el motivo por el que este Mago Melchor, amigo de los pobres, suele mandar cartas también a los que mandan, confesando que le da rabia y vergüenza su indiferencia ante «problemas importantes». Entre ellos, el aumento de personas que se quedan sin nada, errantes, en medio de las calles del Primer Mundo.

Si eso ha aumentado, la respuesta por parte del Estado se ha ido recortando. Y a menudo ha pasado por capar el espacio público, para evitar que duerman en él quienes no tienen nada propio donde dormir. Para evitar que alguien que no tiene hogar se tumbe en un banco. Sobre todo, si el rincón de turno está cerca de alguna de esas calles que reservamos para el consumo.

Que no nos alcance la pobreza. Que no huela, que no nos mire ni nos moleste mucho. Mejor verla por televisión, que verla encarnada todos los días en el metro. Eso no, por favor. Somos solidarios, pero tenemos derecho a la aporofobia. A comprar en paz recorriendo la Gran Vía. Le pedimos a la pobreza que haga el esfuerzo de no parecer lo que es. Lo mismo que a las palabras que consideramos demasiado crudas. Pretendemos volverla aséptica e inodora. Insonorizarla e invisibilizarla. Todo con tal de vivir tranquilos, de que la pobreza de los otros no nos duela.

Pero ninguna pobreza es sana, ni digna, ni fácilmente pasajera, ni mucho menos elegante e inofensiva. Por eso el que pelea contra ella, tiene que mancharse, como dejó escrito Unamuno en ‘La Tía Tula’.
El padre Ángel, como Rey Melchor, nos lo recuerda y receta: «nos tiene que doler el alma«. Vivimos rodeados, contaminados por la desigualdad, y eso nos tiene que doler. Nos tiene que doler a cántaros.

 

 

 

Joaquín Sánchez

El Mago de los desahuciados

Por Cameron Doody

Se le conoce al padre Joaquín Sánchez como el «cura anti-desahucios». Además de ser integrante de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) y del colectivo ‘En el nombre de Dios, ¡basta ya de desahuciar a las familias!’, el sacerdote murciano es también capellán de la cárcel de Sangonera y consiliario de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). Su compromiso con los más desfavorecidos no solo lo ha llevado a flor de piel durante sus treinta años de sacerdocio, sino que le ha merecido el respaldo del propio Papa Francisco, a quien ha sumado a su causa de que «no haya ninguna familia sin vivienda».

Ante la celebración de Epifanía 2018, el padre Joaquín pide al Niño Jesús un corazón y unas manos nuevos con los que construir un mundo nuevo. Un mundo en el que las fronteras, barreras y muros hayan sido reemplazados por un ambiente de esperanza y encuentro, y donde las clases sociales se hayan convertido en una comunidad de respeto y cariño.

El primer deseo sería llevar un corazón, que el corazón del ser humano esté lleno de sensibilidad, conciencia y dignidad. Un corazón lleno de esperanza, que busca y lucha por la libertad, la justicia, la paz y la fraternidad. Un corazón que destierra la codicia, la avaricia, la ambición, el poder y la violencia, porque ha sembrado semillas de bondad, de comprensión, de reconciliación, de dulzura, de ternura y sencillez. Un corazón subversivo que antepone la dignidad y el bien común del ser humano ante los intereses económicos, que entra en conflicto con la mentira, la manipulación y el miedo. Un corazón que convierte el «yo» en el «nosotros».



El segundo deseo sería llevar unas manos abiertas, unas manos que han dejado de empuñar un arma, que han dejado de presionar un botón que lanza bombas. Unas manos abiertas que no agreden a nadie, que abrazan, que acarician a todas aquellas personas que están sufriendo por las guerras, las violencias, el hambre, la sed, la falta de atención médica, sean de aquí sean de allí. Unas manos abiertas que dan calidez, acogida y solidaridad. Unas manos abiertas que no cuentan el dinero, sino que siempre expresan el amor, que cuidan la naturaleza, nuestra tierra, nuestra casa común. Unas manos que «sonríen y te dicen no tengas miedo». Unas manos que nunca se cierran, que nunca se convierten en puños, que no sirven para destruir, sino para construir un mundo donde el ser humano pueda saborear la vida y disfrutar muchos momentos de felicidad.

El tercer deseo sería llevar un trozo de muro, de alambrada, de concertinas que han sido derribadas, que ya no existen las fronteras, ni las barreras ni los muros, porque somos ciudadanos y ciudadanas del mundo. Convertimos los muros, que nos dividen, aíslan y nos encierran y nos diferencian, en sendas y caminos de esperanza, de encuentro, de honestidad, de enriquecimiento, de hermandad. Un deseo que expresa que no queremos muros físicos ni sociales, sino un nuevo horizonte: Una humanidad de todos, para todos y con todos, donde no existan las clases sociales ni las jerarquías, sino una humanidad convertida en una comunidad formada por todos los pueblos, donde el respeto, el cariño, el reconocimiento y la valoración se convierten en ejes vertebradores de las relaciones humanas.

Y, convertir estos tres deseos en un compromiso esperanzador, vital y cotidiano.

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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