Vicente Jiménez: "Buscó la unidad entre los obispos, fomentando el afecto colegial y la sinodalidad"

El arzobispo de Zaragoza reivindica «el inmenso servicio» de Yanes «a la Iglesia y la sociedad» durante la Transición

Los Reyes muestran su "reconocimiento" por "la importante labor" desarrollada en la Conferencia Episcopal

El arzobispo de Zaragoza reivindica "el inmenso servicio" de Yanes "a la Iglesia y la sociedad" durante la Transición
Jiménez Zamora, flanqueado por Omella y Blázquez Archizaragoza

Yo, como Arzobispo sucesor suyo (...), quiero reconocer públicamente la deuda de inmensa gratitud que toda la Diócesis de Zaragoza y el pueblo de Aragón tenemos contraída con D. Elías. Que Dios que es el mejor pagador se lo sepa recompensar

(Jesús Bastante).- «Un siervo fiel y vigilante, trabajador y solícito. Este ha sido D. Elías». El arzobispo de Zaragoza, Vicente Jiménez Zamora, presidió el funeral por Elías Yanes. En una abarrotada basílica del Pilar, y acompañado por cerca de una treintena de prelados, Jiménez Zamora destacó el «inmenso servicio» que Yanes y otros prelados «hicieron a la Iglesia y a la sociedad» durante los años del post-concilio y la Transición.

Tras el cierre de la capilla ardiente y el sellado del féretro, la comitiva fúnebre (presidida por Jiménez Zamora y los cardenales Blázquez, Omella, Osoro, Cañizares, Rouco y Sistach) se encaminó hasta la ‘Puerta Baja’ de la basílica del Pilar. Tras una oración, comenzó la procesión hasta al altar mayor, donde se celebró la misa de exequias.

Durante la homilía el arzobispo de Zaragoza trazó una semblanza de la vida de Elías Yanes, que «nos llena de esperanza cristiana y orienta nuestra mirada de fe hacia las verdades eternas de nuestra existencia». «Durante casi 28 años fue nuestro Arzobispo, pastor bueno y prudente que el Señor puso al frente de nuestra Iglesia Diocesana de Zaragoza».

 

 

 

 

«Sus primeros años de episcopado coincidieron con el post-Concilio y con la transición política en España», relató el arzobispo, quien recordó cómo «aquellos tiempos exigían mucha lucidez para distinguir las voces de los ecos, y para ofrecer una palabra orientadora desde la misión pastoral de la Iglesia».

«Los pastores de entonces, entre ellos D. Elías, tuvieron clarividencia de maestros y seguridad de guías. Por eso son merecedores de nuestra sincera gratitud por el inmenso servicio que hicieron a la Iglesia y a la sociedad española en esos momentos», glosó.

Jiménez Zamora también recordó los años que Yanes, ofreció en distintos puestos, en la Conferencia Episcopal, desde la Secretaría General a la Presidencia (1993-1999). «Con su labor paciente y moderadora en la CEE buscó la unidad entre los obispos, fomentando el afecto colegial y la sinodalidad«, apuntó.

Así, el arzobispo recordó las palabras que pronunció Yanes al ser elegido presidente: «…entiendo que es voluntad de todos nosotros continuar el trabajo colectivo de nuestra Conferencia sin rompimientos, asumiendo cuanto estaba en marcha y persiguiendo las líneas fundamentales de nuestro trabajo como fruto del afecto colegial y de la colaboración fraterna para el mejor ejercicio de nuestro común ministerio«.

«En nuestra Diócesis de Zaragoza fue el arzobispo sabio y trabajador, animado siempre por la caridad pastoral», recalcó el arzobispo, destacando un pontificado inspirado por el Vaticano II, así como su trabajo de recuperación y restauración del patrimonio histórico y cultural en la diócesis.

«Yo, como Arzobispo sucesor suyo (…), quiero reconocer públicamente la deuda de inmensa gratitud que toda la Diócesis de Zaragoza y el pueblo de Aragón tenemos contraída con D. Elías. Que Dios que es el mejor pagador se lo sepa recompensar», concluyó el prelado.

 

 

Tras la misa, se organizó otra procesión hacia la cripta. Desde 1955, no se celebraba un funeral en Zaragoza por su arzobispo. Durante todo el fin de semana, miles de fieles han visitado la capilla ardiente, y firmado en el libro de condolencias. La afluencia de ciudadanos fue masiva, superando todas las expectativas, según fuentes del Arzobispado.

El presidente de Aragón, Javier Lambán, apuntó que Elías Yanes fue «un hombre de la Iglesia, de sólidos principios religiosos y humanistas». Además, ha recordado la forma en la que fue nombrado obispo.

Por su parte, el presidente del Partido Aragonés, Arturo Aliaga, ha calificado a Yanes de «aragonés muy ilustre» y ha destacado su coherencia, seriedad y su influencia «en el mundo religioso aragonés y español». Por ello, ha subrayado que hay que despedirlo «como se merece».

El expresidente del Gobierno de Aragón, Hipólito Gómez de las Roces, ha explicado que le ha dejado un mensaje a Yanes en el libro de condolencias en el que le ha pedido que haga «lo posible» para que se vuelvan a encontrar «en el cielo» y así poder volver a conversar.

Finalmente, los Reyes Felipe y Letizia enviaron un telegrama en el que mostraron su «sentimiento de pesar por su pérdida, junto con nuestro reconocimiento por la importante labor que desarrolló durante tantos años en el seno de la Conferencia Episcopal española».

 

 

Homilía en el funeral de Elías Yanes:

 

«Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre» (Jn 11, 25-26).

Querido Sr. Cardenal Presidente de la Conferencia Episcopal Española; Señores Cardenales, Arzobispos, y Obispos; Sr. Secretario General de la CEE; Srs. Vicarios Generales y Episcopales; Cabildo Metropolitano; Curia Diocesana; sacerdotes, diáconos, seminaristas; hermano carnal D. Antonio y familia; miembros de vida consagrada y fieles laicos. Respetadas Autoridades, Capilla de Música y Coro de Infantes del Pilar; Medios de Comunicación Social.

Un saludo especial, lleno de agradecimiento para el matrimonio Dª. Alicia y D. Félix, que le han cuidado con inmenso cariño y con un cúmulo de detalles en la Residencia Sacerdotal de la Fundación Tobías. Para ellos nuestra sincera gratitud y reconocimiento público. Muchas gracias. Agradecimiento extensivo al personal de la Residencia de Tobías y a las personas más cercanas en su vida, especialmente, durante su enfermedad.

El viernes, día 9, por la noche, cuando celebrábamos «24 horas para el Señor», iniciativa del Papa Francisco, momento de gracia para la celebración del sacramento de la Penitencia y para la adoración de la Eucaristía, el Señor llamaba a su seno a D. Elías, para celebrar la Pascua eterna, en la mansión de la luz y de la paz. Hoy el mismo Señor nos convoca para celebrar la Misa exequial por su eterno descanso. La Palabra de Dios que acabamos de proclamar, nos llena de esperanza cristiana y orienta nuestra mirada de fe hacia las verdades eternas de nuestra existencia.

Semblanza de Mons. Elías Yanes

Don Elías había nacido en la Villa de Mazo (Isla de la Palma, Diócesis de Tenerife), el 16 de febrero de 1928. Fue ordenado sacerdote el 31 de mayo de 1952 en el Congreso Eucarístico de Barcelona. Durante casi 28 años (desde 1977 hasta 2005) fue nuestro Arzobispo, pastor bueno y prudente que el Señor puso al frente de nuestra Iglesia Diocesana de Zaragoza. Antes había ejercido el ministerio episcopal en Oviedo como Obispo auxiliar.

Sus primeros años de episcopado coincidieron con el post-Concilio y con la transición política en España. Aquellos tiempos exigían mucha lucidez para distinguir las voces de los ecos, y para ofrecer una palabra orientadora desde la misión pastoral de la Iglesia. Los pastores de entonces, entre ellos D. Elías, tuvieron clarividencia de maestros y seguridad de guías. Por eso son merecedores de nuestra sincera gratitud por el inmenso servicio que hicieron a la Iglesia y a la sociedad española en esos momentos.

En la Conferencia Episcopal Española D. Elías estuvo muy dedicado a las tareas de nuestra Conferencia Episcopal Española. Ocupó con generosa entrega, entre otros, los cargos de Secretario General (1972-1977); Presidente de la Comisión Episcopal de Enseñanza (1978-1987); y, sobre todo, Presidente de la Conferencia Episcopal Española (1993-1999). Además, desempeñó durante ese mismo periodo el cargo de Vicepresidente de la Comisión de Conferencias Episcopales de los Países de la Unión Europea (COMECE).

Con su labor paciente y moderadora en la CEE buscó la unidad entre los obispos, fomentando el afecto colegial y la sinodalidad. Traigo aquí las palabras que pronunció al ser elegido Presidente: «…entiendo que es voluntad de todos nosotros continuar el trabajo colectivo de nuestra Conferencia sin rompimientos, asumiendo cuanto estaba en marcha y persiguiendo las líneas fundamentales de nuestro trabajo como fruto del afecto colegial y de la colaboración fraterna para el mejor ejercicio de nuestro común ministerio».

 

 

En la Archidiócesis de Zaragoza

En nuestra Diócesis de Zaragoza fue el arzobispo sabio y trabajador, animado siempre por la caridad pastoral. Su pontificado fecundo en frutos ubérrimos estuvo marcado por estos importantes hitos.

1) Una acción pastoral inspirada en el Concilio Vaticano II, con la celebración de un Sínodo Diocesano (1985), que orientó los Planes Pastorales sucesivos.
2) Una intensa recuperación y restauración del patrimonio histórico artístico: su icono más emblemático fue la restauración modélica de La Seo del Salvador.
3) La creación de nuevas parroquias y templos para dar respuesta a las exigencias de expansión y crecimiento de Zaragoza.
4) Promoción de obras culturales con exposiciones, congresos, semanas internacionales y nacionales.
5) Un ingente trabajo de estudio y publicaciones. En medio de sus múltiples ocupaciones sacaba tiempo para la lectura reposada de numerosos libros y la escritura de importantes libros y artículos de Teología, Mariología, Doctrina Social de la Iglesia, Enseñanza, Catequesis, Apostolado Seglar y Acción Católica, que era uno de sus campos preferidos ya desde sacerdote en la Diócesis de Tenerife.

Yo, como Arzobispo sucesor suyo en esta sede cesaraugustana, la sede de San Valero y San Braulio, la sede mariana por excelencia al tener la Virgen del Pilar, que vino aquí en carne mortal a confortar al Apóstol Santiago el Mayor, Patrón de España, quiero reconocer públicamente la deuda de inmensa gratitud que toda la Diócesis de Zaragoza y el pueblo de Aragón tenemos contraída con D. Elías. Que Dios que es el mejor pagador se lo sepa recompensar.

Liturgia de la Palabra y Oración por su eterno descanso

La celebración de esta liturgia exequial es, al mismo tiempo: confesión de fe en la Resurrección; súplica confiada a Dios por su eterno descanso; fortalecimiento de nuestra esperanza; y expresión de gratitud por su fecundo ministerio episcopal. Hoy resuenan en nuestra asamblea eucarística las palabras de San Pablo a su discípulo Timoteo: «Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos […] Este ha sido mi evangelio […] Es doctrina segura: si morimos con él, viviremos con él» (2 Tim 2, 8-13).

El sentido de la vida de un cristiano y de un obispo es seguir a Jesús por los caminos apostólicos de Galilea, subir a Jerusalén con el Maestro para entregar la vida y confiar en la victoria definitiva, que se manifiesta en la vida nueva de la Pascua. El evangelio de San Lucas, que hemos proclamado (Lc 12, 35-43) habla del siervo fiel y vigilante, trabajador y solícito. Este ha sido D. Elías.

El Señor y la Iglesia lo pusieron al frente de esta Iglesia mariana y apostólica de Zaragoza para repartir a manos llenas la Palabra de Dios, los Sacramentos y la Caridad. El Señor ha venido a su encuentro cuando la mecha humeante, (que el Señor no apagará, según el lema de su escudo episcopal) se ha extinguido en este mundo, para seguir luciendo con la lámpara encendida de su fe y el aceite de su caridad pastoral en el cielo. Confiamos que ya habrá escuchado estas palabras de labios del Señor, por quien vivió, estudió y trabajó: «Bien, siervo bueno y fiel […] entra en el banquete de tu Señor» (Mt 25, 21).

Iluminados por estas palabras reveladas, por la fe que profesó y nos comunicó nuestro hermano difunto D. Elías, debemos contemplarle camino de la Pascua de Cristo. D. Elías nos dice hoy, con San Agustín: «Volveréis a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con vosotros por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás». Para él, la luz de Dios en su esplendor; para nosotros, la fe con el contrapunto de luces y sombras. Para él, la paz deseada y el descanso merecido después del duro bregar; para nosotros, la cruz, la lucha y el canto. Para él, siempre Dios; para nosotros, el consuelo de saber que sigue a nuestro lado por el misterio de la «comunión de los santos».

Unidos a él y a todos los Obispos difuntos, que han pastoreado nuestra Diócesis de Zaragoza, participamos en la mesa de la Eucaristía, fármaco de inmortalidad y prenda de resurrección futura, cuerpo entregado y sangre derramada para el perdón de los pecados. Que la Virgen Madre de Dios en la advocación secular del Pilar, cuya fiesta, culto y devoción cuidaba, le acoja y le presente a Jesucristo Buen Pastor, para que le introduzca en el paraíso, la mansión de la luz y de la paz, donde no hay ni llanto, ni luto, ni dolor.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

Lo más leído