Conferencia de Antonio Aradillas en Azuaga

Mujer creciente, ¿pareja menguante?

“El gran mensaje de la vida, la resurrección, lo transmitió Cristo a través de la mujer”

Mujer creciente, ¿pareja menguante?
Antonio Aradillas en Azuaga junto a la escritora Pepa Gómez Bustamante

Para el conferenciante, de igual modo que el celibato sacerdotal debe ser opcional ("Cristo contó con hombres casados para su Iglesia, no lo olvidemos"), que la mujer aún no pueda acceder al sacerdocio resulta una humillación y hasta un insulto

(Luis Romasanta).- «Mujer Creciente, ¿pareja menguante?» -«entre interrogaciones», apuntó- ha sido el título elegido por nuestro compañero el escritor, periodista y sacerdote Antonio Aradillas para celebrar, en Azuaga (Badajoz) unas muy singulares «bodas de diamante»: hace sesenta años abandonaba a sus feligreses de la parroquia de Nuestra Señora de la Consolación rumbo a otras feligresías, después de que este imponente templo gótico-isabelino viviera su primer destino como sacerdote tras ordenarse en su pueblo de Segura de León en 1951.

Desde ese año hasta 1958 fue destinado a aquellos lares. Tres curas entonces, uno solo hoy para atender a Azuaga y a un montón de poblaciones más. Va a tener razón este hombre que recientemente publicó su penúltimo libro, con un título que no deja lugar a dudas: «La Iglesia que se acaba».

Sesenta años después, el Ateneo de Azuaga, una entusiasta asociación de la comarca que preside, con una productividad digna de encomio, la escritora local Pepa Gómez Bustamante (ojo a su última novela, «Tumbas en el alma»), tuvo el viernes como invitado a nuestro colaborador, en un escenario que merece una consideración especial por su afán de incrementar el uso de la razón (es decir, el ejercicio de la lectura), la librería-espacio de ocio Alejandría.

Se trata de un espacioso y relajante lugar de encuentro de toda la comarca que, desde sus comienzos en 1999, luce en su página web el lema de Cervantes: El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.

Un escenario idóneo para reivindicar el papel de la mujer en un mundo, religioso y social, gobernado por los hombres.

Ante un auditorio que llenó el local, Aradillas hizo un encendido elogio del papel de la mujer y de la bochornosa marginación que ha padecido a lo largo de la historia.

Sus primeras diatribas las recogió de la Biblia, citando al historiador romano Josefo Flavio: «la mujer es inferior al hombre en todo; el protagonista, siempre, según la Torá, es el varón. Fuera del hogar la mujer no podía existir».

Lo malo es que esta marginación, añadió, la ha cultivado la Iglesia católica a lo largo de los siglos y en la Constitución vaticana. La mujer solo puede dar la comunión. Sin embargo, «ningún artículo del dogma impide que la mujer pueda acceder al sacerdocio».

Aradillas fue también crítico con las opiniones de algunos pensadores históricos al respecto, y citó en concreto a Santo Tomás de Aquino, para quien «la mujer es inferior al hombre en virtud y dignidad».

Para el conferenciante, de igual modo que el celibato sacerdotal debe ser opcional («Cristo contó con hombres casados para su Iglesia, no lo olvidemos»), que la mujer aún no pueda acceder al sacerdocio resulta una humillación y hasta un insulto.
«La mujer tiene derecho a irrumpir en la Iglesia en todas las competencias de ésta, naturalmente incluida la de ser cura. No se entiende cómo alguien pueda impedirlo hoy».

«Uno de los grandes mensajes que Cristo nos dejó fue el trato de los apóstoles a la mujer. Porque lo que Cristo quiso comunicarnos no fue la muerte, sino la resurrección, y esta idea básica se la encargó Jesús a una mujer, María Magdalena. O sea que el gran mensaje de la vida lo transmitió Cristo a través de la mujer».

Aviso a navegantes… Atacó Aradillas ferozmente ese «vil insulto de que la mujer procede de la costilla del hombre, idea transmitida para justificar sencillamente sumisión. Algo que debió corregirse hace muchísimos siglos, y que no se ha hecho».

Y que tampoco, a su juicio, lo ha hecho la Iglesia actual, una «Iglesia del amén, donde no siempre el diálogo es factible, cuando debe ser algo esencial». Por ejemplo, respecto a la jerarquía. «Pero vamos a ver: ¿qué significa jerarquía? Ese concepto encierra un servicio a los demás, no una pleitesía al jefe».

Y para remediarlo insinuó el conferenciante el registro de una advocación nueva: «Nuestra Señora del Diálogo, rogad por nosotros».

Para Aradillas, el papel de la mujer en la sociedad en general, y en la Iglesia católica muy en particular, tiene que alcanzar un plano de igualdad con el hombre. Primus interpares, la mujer entre iguales. Esta es una realidad imparable, y el conferenciante pasó a examinar a continuación una derivada de esta constatación: a medida que crezca la mujer, ¿qué va a pasar con la pareja?

En su opinión, no debería ocurrir nada grave, si el varón toma conciencia -como ya lo está haciendo- de una situación que, simplemente, está alcanzando el nivel que debería haber alcanzado hace siglos. De aquí que justificara el título de su charla. «Mujer creciente, pareja menguante», fue el título de un libro que escribí, sin interrogantes, cuando la democracia echaba a andar, en unos tiempos en que se decía que el matrimonio era indisoluble, pero en verdad era indisoluble solo para los pobres, puesto que quienes tenían dinero compraban su separación sin problemas».

Y añadió más: me preocupa la expresión «lo que Dios ha unido… ¿Ha unido Dios a una pareja que se gusta y decide contraer matrimonio?».

La sala se fue animando según el orador exponía sus tesis, y no faltaron después quienes le preguntaron directamente por su opinión sobre lo que piensa el papa Francisco sobre el asunto.

«En mi opinión, sin duda no cabe otra conclusión que la aceptación de la mujer en la Iglesia hasta sus últimas consecuencias teológicas. Y si digo en la Iglesia, que es una institución conservadora por naturaleza, no hará falta que insinúe siquiera el papel que debe cobrar la mujer en la sociedad actual. Es una aberración que pueda encontrarse marginada, sea en la faceta que sea».

El coloquio añadió más calor aún a una noche de viernes calurosa en Azuaga, donde Aradillas comenzó su andadura de cura, como él recordó, allá por 1951, y desde 2012 es grato constatar que una asociación como El Ateneo de la localidad lucha por difundir la cultura en todos sus ámbitos.

Como final de charla, imagínense ustedes: clamor unánime exigiendo que la Patrona de Extremadura, la Virgen de Guadalupe, pase a depender eclesiásticamente del lugar donde está, y no de la diócesis de Toledo.

Un asistente lo dejó claro: «Si Toledo quiere seguir adueñándose de Guadalupe como trofeo de guerra, hoy por razones de economía de ingresos, ¿qué más dará que dependa de Extremadura que es su lugar, si la empresa recaudadora es la misma, y la Iglesia debe estar presidida por la transparencia y la igualdad sin discriminación alguna?». Ahí quedó eso….

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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