El periodista Antonio San José, presentador del acto, se mostró encantado de estar en San Antón, "la iglesia de la caridad y del amor"
(José M. Vidal).- Crece la comunidad de la iglesia de San Antón del Padre Ángel. Una comunidad de fieles heterogénea, compuesta por los sintecho y los transeúntes, pero también por feligreses que acuden, cada vez en mayor número, a celebrar los sacramentos a la iglesia abierta las 24 horas. Prueba evidente de ello, son los 200 niños bautizados en ella, muchos de los cuales se reunieron hoy en el templo «para celebrar el fruto del amor de sus padres», en vísperas de San Valentín.
San Antón, la iglesia-oasis de los sin techo es muy conocida por ser una casa de puertas siempre abiertas y por la bendición de las mascotas. Menos gente sabe que, en el templo del Padre Ángel se conservan también las reliquias de San Valentín, el santo quizás excesivamente instrumentalizado por las grandes terminales comerciales, que confunden la fiesta del amor con los regalos.
El San Valentín de San Antón es otra cosa: es el santo del amor verdadero y auténtico, el abanderado del amor de tantas parejas como ya se han casado en su iglesia y de sus hijos, frutos del amor, que han sido bautizados en ella. Para celebrarlo, hoy, la iglesia del Padre Ángel se llenó de padres y abuelos de los niños bautizados aquí.
En una misa festiva, amenizada por la banda de música de Morata de Tajuña, ofició de presentador el periodista de radio y televisión española Antonio San José, que, en su homilía laica, se alegró de estar en San Antón, «la iglesia de todos y de los sintecho, la iglesia de la caridad y del amor», para celebrar el bautizo de los niños y niñas, que «encarnan el amor que mueve el mundo y que es el combustible para la armonía vital y para la felicidad».
A juicio del periodista, celebramos «el fruto del amor» y de su bautizo o entrada en la comunidad católica. Una fecha esta última muy importante, como suele señalar el Papa Francisco, y de la que «no nos acordamos casi nadie, ni siquiera los obispos».
Antes de comenzar la eucaristía, el padre Ángel bendijo a los presentes con agua bendita y, al regresar al altar, se le arrimó una niña pequeña, que celebró a su lado, saltando sin parar en la silla y metiéndose debajo de su casulla.
Leyó el evangelio el padre Domingo y, antes de hacerlo, recordó a los presentes, que la carta que acababan de escuchar era de «San Pablo a los madrileños» y que a Jesús «no le lincharon de milagro en su propio pueblo» y que «tuvo que salir por piernas».
Antonio San José
En la homilía, el padre Ángel, subrayó que se trataba de «un día grande para nosotros» y para la iglesia de San Antón. Un día en que se escenifica públicamente «el sueño, que siempre tuve de tener una comunidad».Un día, pues, para presentar a Dios «los niños aquí bautizados como fruto del amor» y para dar gracias a la familia, en la que «abuelos y padres nos enseñáis lo más importante: a querer».
Pero, hasta en los días de fiesta, el Padre Ángel recuerda a los descartados. «Recemos por tantos abuelos y padres que no pueden dar caricias ni pan a sus hijos y nietos. O a tantos niños que no pueden acariciar a sus padres y abuelos».
Y, como dice Francisco (cuya cita nunca falta en las homilías del Padre Ángel), invitó a los presentes a «transmitir la fe a los niños en el dialecto del amor en el hogar». Y a recordar el bautismo, «puerta de entrada en nuestra comunidad, porque no la hay más preciosa».
Porque, «hijos de Dios somos todos, pero hijos de esta iglesia viva tan especial de San Antón sois vosotros, los aquí bautizados. Que el Señor os bendiga a todos«.