Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones, quiere solventar a la mayor brevedad una de sus obsesiones: el Valle de los Caídos (Las visitas al Valle de los Caídos se disparan: en febrero duplicaron a las de 2018).
Los planes de los socialistas es reforma le legislación del conjunto de Cuelgamuros y convertirlo en un cementerio civil que explique la versión del PSOE de la Guerra Civil (1936 – 1939) (Aparece en el BOE el plan ‘secreto’ de Sánchez para enterrar a Franco en El Pardo ).
El socialismo, una ideología que básicamente no tiene soluciones para el presente y, por tanto, carece de proyecto de futuro, tiene claro que la opción para legitimarse -y perpetuarse en el poder- pasa por viajar una y otra vez al pasado (Los monjes: «¡El dinero de la subvención al Valle de los Caídos no es del Gobierno Sánchez!”).
Frente a la gestión de los problemas reales, donde la socialdemocracia ha perdido pie en toda Europa, la estrategia de Sánchez consiste en poner en marcha unas políticas de corte simbólico-moral para deslegitimar al adversario y, de este modo, ser el único candidato que pueda lucir con plena satisfacción el marchamo de ‘democrático’ (El Prior del Valle de los Caídos: «La campaña mediática para destruirme ha sido brutal»).
Convertir al Valle de los Caídos en una suerte de parque temático republicano es, como subraya Carlos Cuesta en OKdiario este 15 de mayo de 2019, sencillamente, una provocación.
En esta y en otras medidas de corte similar, brilla por su ausencia cualquier sentido de reconciliación, de cerrar heridas, de aportar luz al doloroso pasado español del siglo XX. Nos guste o no, la abadía benedictina tiene rango de basílica pontificia.
El templo está avalado por los acuerdos Iglesia-Estado. Pretender cambiar todo el sentido de este espacio, «resignificarlo», implica, entre otras cosas, atentar contra la libertad religiosa.
Este permanente regreso al pasado para desde allí edificar una especie de arcadia republicana, fuente de toda legitimidad, se convierte, así, en la excusa perfecta para imponer la visión socialista al conjunto de los españoles.
La instrumentalización del dolor roza lo obsceno cuando sabemos que también hay diseñado ya un calculado plan de apertura de fosas que durará toda la legislatura, mientras que, en el plano educativo, cualquier disenso entre profesores o alumnos a la hora de enseñar una determinada visión de la Historia contemporánea de España será vigilado y castigado.
Resulta curioso cómo el concepto de víctima y de democracia acaba pervirtiéndose al llevarnos a un modelo que significa todo lo contrario: la imposición del amo, en este caso, del amo del Estado socialista, que no es otro que Pedro Sánchez y el PSOE.