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Kike Figaredo.-En mi vida si algo he ido aprendiendo al rezar y leer el evangelio es aceptar lo extraordinario en nuestras vidas. Lo imprevisible nos despierta nuestra visión sobre la vida y nos hace entrar en dimensiones nuevas de la realidad, que antes nunca hubiéramos soñado.
Cuando llegué a Bangkok en 1985 para trabajar con la población camboyana desplazada en la frontera entre Tailandia y Camboya conocí a un voluntario tailandés: Phongphang Phokthavi, conocido entre sus amigos como «Jub». 2 años mayor que yo, ingeniero mecánico, muy alegre y lleno de sentido del humor.
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