La química dirá que allí Jesús no estuvo nunca. La fe seguirá diciendo tercamente que ella lo ve.
Santiago Agrelo.-Tierra santa, así llamamos los cristianos a la tierra donde Jesús de Nazaret vivió y murió. Y llamamos santos a la cruz donde lo crucificaron, al Sepulcro donde lo enterraron y al lienzo en que lo amortajaron. Nadie diría, sin embargo, que aquella tierra, aquella cruz, aquel sepulcro o aquel lienzo son santos por contacto con el hombre en quien reconocemos encarnado al Hijo de Dios. Lo que realmente nos concierne de Cristo el Señor, no son las cosas que él pudo haber tocado, sino la solidaridad, revelada en él, del Amor divino con la pobreza del hombre, de la Misericordia infinita con nuestra miseria, de la gracia de Dios con nuestra condición humillada. Y esa solidaridad, por los caminos de la fe, alcanza a la humanidad entera y a toda la tierra, pues el Hijo de Dios se hizo hombre porque a todos amó y de todos quiso ser.
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