También se ha registrado el caso más antiguo probado de lepra, registrado en el siglo I
El sudario es el primero descubierto de la época de Jesús en Jerusalén, pero difiere mucho de la famosa Sabana Santa de Turín, lo que lleva a los autores de un estudio -conocido hoy- a concluir que esta última no data de aquellos años. El estudio aparecerá hoy en la publicación científica en internet «PloS ONE Journal».
Un equipo de arqueólogos anunció el hallazgo de fragmentos de un sudario de la época de Jesús, en una tumba en Jerusalén.
Los investigadores, de la Universidad Hebrea de Jerusalén y de instituciones en Canadá y los Estados Unidos, dijeron que la mortaja es muy diferente al polémico sudario que se conserva en la catedral de Turín, Italia.
Muchas personas creen que el llamado Santo Sudario o Sábana Santa de Turín, que tiene la imagen de un hombre, fue usado para el entierro de Jesucristo.
Sin embargo, otras consideran que es una falsificación.
El paño recién encontrado tiene un tejido mucho más sencillo que el de Turín, señalaron los científicos, según publica hoy el portal BBC.
Según ellos, los fragmentos son típicos de los mantos usados en la época de Jesús.
Como resultado, concluyeron que el sudario de Turín no proviene del Jerusalén de hace dos milenios.
Pruebas de radiocarbono realizadas en 1988 indican que la tela se fabricó unos mil años después de la muerte de Cristo, en la Edad Media.
El análisis genético del cadáver embalsamado hallado junto a la ciudad vieja de Jerusalén ha revelado al mismo tiempo el caso más antiguo probado de lepra, registrado en el siglo I, informó hoy la Universidad Hebrea de Israel.
El cuerpo estaba en una tumba del cementerio conocido como Akeldama («campo de sangre», en arameo), cerca de donde la tradición sitúa el suicidio de Judas Iscariote tras traicionar a Jesús.
Los investigadores, de las universidades Hebrea de Jerusalén, Lakehead de Canadá, New Haven de EE UU y University College de Londres, creen que el cadáver corresponde a un sacerdote o miembro de la aristocracia porque estaba enterrado junto al de Annas, un sumo sacerdote pariente de Caifás.
El cadáver no recibió una segunda sepultura, como era costumbre en la época, cuando un año después de la muerte se quitaban los huesos al cuerpo y se metían en un osario.
El profesor Mark Spigelman, de la Universidad Hebrea, explica esta anomalía en que el hombre padecía lepra y tuberculosis, dos enfermedades halladas en el ADN de sus huesos y que aparentemente motivaron además que el acceso al nicho fuese sellado con argamasa.
La lepra, como el resto de enfermedades que desfiguran, ha sido históricamente sinónimo de ostracismo en el seno de la comunidad, pero los investigadores creen que en este caso el hombre tenía una notable vida social en Jerusalén, dada la ubicación de su tumba, el tipo de telas empleadas para embalsamarlo y la limpieza de su pelo.(RD/Agencias)