Un comisario nombrado por el Vaticano tomará el mando de los Legionarios de Cristo

La Legión espera un nuevo general y tiembla

Se deberán cambiar muchas cosas, incluidos los actuales jefes

Es totalmente inverosímil que los actuales líderes de los Legionarios sean dejados a la cabeza de la Congregación por las autoridades vaticanas.

(Sandro Magister).-En plena tempestad que sacude a la Iglesia Católica a causa de los abusos sexuales contra menores perpetrados por sacerdotes, se ha cerrado la visita apostólica ordenada por la Santa Sede a los Legionarios de Cristo, la congregación fundada por Marcial Maciel.

El caso Maciel es extremo en todo. Lleva a límites exasperantes el contraste entre la imagen y la realidad; entre la imagen beatífica del sacerdote fundador de una congregación religiosa ultraortodoxa, ascética, devota, floreciente de vocaciones también ejemplares, y la realidad de una segunda vida disoluta, compuesta de incesantes violaciones no sólo de los votos, sino de los mandamientos, de continuas aventuras pecaminosas con mujeres, hombres y niños de toda edad y condición, con hijos y cónyuges diseminados por todo el mundo, en número hasta ahora impreciso.

Una segunda vida que también en el momento de su muerte ha aparecido entre resplandores sulfúreos. Se filtran relatos góticos sobre los últimos días de Maciel en Houston, a fines de enero del año 2008, antes de su sepultura en Cotija, su ciudad natal, en México.

La visita apostólica comenzó el 15 de julio de 2009. Los cinco obispos visitantes han concluido su mandato a mediados de este mes de marzo, con la entrega de su informe a las autoridades vaticanas. Fueron Ricardo Watti Urquidi, obispo de Tepic, en México; Charles J. Chaput, arzobispo de Denver; Giuseppe Versaldi, obispo de Alejandría; Ricardo Ezzati Andrello, arzobispo de Concepción, en Chile; y Ricardo Blázquez Pérez, obispo de Bilbao.

Serán luego las autoridades vaticanas las que decidirán que hacer. Los tres cardenales empapados del caso son Tarcisio Bertone, secretario de Estado, William J. Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y Franc Rodé, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida consagrada.

Pero la última palabra la pronunciará de todos modos Benedicto XVI, el más clarividente de todos. Ya antes de ser elevado al papado y cuando todavía Maciel tenía protectores fortísimos en el Vaticano, Joseph Ratzinger hizo investigar a fondo las acusaciones contra el fundador de los Legionarios. Y como Papa, el 19 de mayo de 2006, lo condenó «a una vida reservada de oración y de penitencia».

Luego de esta condena, la congregación de los Legionarios se plegó al mandato papal. Pero siguió prestando veneración al propio «padre» fundador, como «víctima inocente» de falsas acusaciones.

Sólo luego de su muerte y al aflorar otros escándalos encontró espacio entre los dirigentes de la Congregación la admisión de algunas culpas del fundador, pero no de tal envergadura como para inducirlos a desmentir la bondad de su obra.

Todavía hoy, luego de los ocho meses de la visita apostólica, el sucesor de Maciel como director general de la Congregación, don Álvaro Corcuera, y el vicario general Luis Garza Medina – que durante décadas fueron también, especialmente el segundo, colaboradores estrechísimos del fundador – no manifiestan ninguna intención de dejar de lado el mandato papal, al igual que otros dirigentes medio-altos, centrales y periféricos.

Su línea de defensa es que siempre se les habría ocultado a ellos la segunda vida de Maciel y que su fidelidad a la Iglesia y al Papa, más que su experiencia de guía, serían tales como para asegurar de la mejor manera la continuidad de la Congregación.

El 5 de febrero pasado, en «L’Osservatore Romano», el padre Luis Garza Medina publicó imperturbable un artículo para describir como debería ser la «vida virtuosa» del sacerdote ideal. Él, que más que nadie ha vivido al lado de Maciel, conociendo todos los secretos y administrando el dinero, y que lo ha exaltado siempre como modelo.

Pero es totalmente inverosímil que los actuales líderes de los Legionarios sean dejados a la cabeza de la Congregación por las autoridades vaticanas. La decisión más probable es que la Santa Sede nombrará un comisario propio, dotado de plenos poderes, y fijará las líneas-guía para una refundación completa, incluida la sustitución de los actuales dirigentes.

Pero será una empresa ardua refundar desde la cabeza una Congregación en la que la impronta del indigno fundador es hasta ahora fortísima.

Sacerdotes y seminaristas que hasta ayer han sido empapados con los escritos atribuidos a Maciel tendrán dificultad para encontrar nuevas fuentes inspiradoras, no genéricas sino específicas para su orden. Tampoco ayudan los actuales líderes de la Congregación. Más aún, un ex secretario personal de Maciel, el padre Felipe Castro, junto a otros sacerdotes de la Legión, ha trabajado durante estos meses seleccionando entre las numerosísimas cartas del fundador un grupo de ellas para «salvarlas» para el futuro, y así tener viva una imagen positiva de Maciel.

La dependencia de los Legionarios respecto de Maciel era – y para muchos es todavía – total. No había rincón de la vida cotidiana que escapara a las reglas dictadas por él. Reglas minuciosas hasta lo inverosímil, que ordenaban, por ejemplo cómo sentarse a la mesa, cómo usar la servilleta, cómo ingerir alimentos, cómo comer el pollo sin usar las manos, cómo sacar las espinas a un pez.

Pero esto era nada frente al control ejercido sobre las conciencias. El repertorio para el examen de conciencia al final de una jornada era de 332 páginas, con miles de exigencias.

Y después estaban – y están – los propios y auténticos estatutos. Mucho más amplios y detallados que los entregados a los obispos de las diócesis en las que los Legionarios tienen sus casas. Los cinco visitadores se han tenido que esforzar en grande para obtener los estatutos completos.

De los estatutos surge que además de los tres votos clásicos de las órdenes religiosas (de pobreza, de castidad y de obediencia) los Legionarios profesaban otros dos votos – más un tercero llamado «de fidelidad y caridad» para los miembros selectos de la Congregación – que prohibían cualquier tipo de crítica y contemporáneamente obligaban a denunciar ante los superiores a los cofrades que hubiesen sido vistos violando la prohibición.

Estos votos añadidos habrían sido abolidos en el año 2007por orden de la Santa Sede. Pero no consta que al cuerpo de los Legionarios le haya sido notificada esta revocación.

En la Congregación fundada por Maciel, no son siempre perceptibles los límites entre el espíritu de obediencia y el espíritu de sumisión.

Entre los Legionarios, la competencia alentada por las reglas es entre quien alcanza a hacer más prosélitos. Y el novicio ingresa inmediatamente en una maquinaria colectiva que absorbe completamente su individualidad. Todo está controlado y regulado meticulosamente, dentro de una selva de limitaciones: desde el correo personal hasta las lecturas, desde las visitas hasta los viajes.

En los ocho meses que duró la visita apostólica, este control fue alentado sólo en parte. Algunos sacerdotes han denunciado a los visitadores las cosas que consideraban erróneas. Otros abandonaron la Congregación y se han incardinado en el clero diocesano. Otros han permanecido presos de la herencia de Maciel. Otros se encuentran como perturbados. Por último, otros todavía tienen confianza en el renacimiento sobre nuevas bases de una Congregación religiosa que es parte de sus vidas y a la que siguen amando.

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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