Alegría y sollozos de los jóvenes

Testigo de los funerales de Moon

En ningún momento se ha rezado o intercedido por el difunto

Testigo de los funerales de Moon
Funerales de Moon

Resulta curioso constatar la presencia de Monseñor Emmanuel Milingo, el arzobispo católico que en 2000 contrajo matrimonio en una ceremonia ante el Revdo. Moon

(Mariano Perrón, Corea).- A las 10 de la mañana de Corea (las 3 d la madrugada europeas) del sábado 15 comenzaban las honras fúnebres por el Reverendo Sun Myung Moon, uno de los líderes religiosos más controvertidos de las últimas décadas. Se ponía fin de ese modo a toda una historia de paradojas, con escasos pero notorios paralelos en el ámbito de la religiosidad carismática surgida en los años setenta y ochenta, un tema que merece análisis y comentarios que aquí no tienen cabida.

La celebración se desarrolló en un complejo situado en Cheongpyeong, unos 60 km al sur de Seúl. Junto a un hospital y una residencia-monumento pertenecientes a la Iglesia de la Unificación se eleva el Chong Shim World Peace Centre, un edificio polivalente destinado a eventos deportivos o culturales que acoge más de 15.000 asistentes.

En el interior, presidido por una enorme fotografía del Rvdo. Moon en sus tiempos jóvenes, se alzaba todo un impresionante estrado de terrazas formadas por diversos planos curvos de flores. Todo el conjunto era de una belleza «oriental», tanto por la ligereza de los planos como por el delicado colorido de las flores.

El centro, lleno en sus gradas por jóvenes seguidores de Moon, estaba además ocupado en la sección de competición por los VIPs invitados de todas partes del mundo; en buen número, clérigos (desde diáconos y «ministros» de indeterminada función y afiliación religiosas, hasta obispos y otros eclesiásticos de confesiones más o menos conocidas); el resto, en su mayoría laicos, varones y mujeres de toda raza y condición, pero todos ellos VIPs, invitados de categoría, relevancia o interés por o para el movimiento Moon.

En tres fases se han desarrollado las exequias. Aunque deberíamos hablar de la «ascensión» según el vocabulario utilizado constantemente por los organizadores. Para ellos, «no es un momento de luto, sino de alabanza y de acción de gracias porque ‘el Padre’ ha ascendido definitivamente al mundo del espíritu». El viernes por la mañana, al mismo tiempo que lo hacían por su cuenta los fieles, los visitantes oficiales fueron conducidos al palacio-centro donde se encontraba el cadáver del Rvdo. Moon para realizar una sencilla ofrenda floral.

Entretanto, en los hoteles en que se alojan dichos visitantes oficiales se habían instalado unas discretas y acogedoras salas de meditación, presididas por un retrato del Padre, un par de velas y unas flores; había también un libro para dejar constancia de las condolencias. En los mismos hoteles, además, se celebraron dos reuniones generales en las que los asistentes tuvieron ocasión de dar testimonio de la importancia y el impacto espiritual que había ejercido en su vida la persona del Revdo. Moon.

El sábado, desde muy temprano, los alrededores del Chong Shim World Peace Centre estaban ocupados por miles de fieles (según los organizadores unos 15.000 además de los otros 15.000 del interior), dispuestos a seguir la ceremonia a través des unas pantallas gigantes. Durante ese tiempo previo, tanto dentro como fuera, las pantallas ofrecían imágenes retrospectivas de la vida el Rvdo. Moon, así como testimonios e imágenes de personalidades con las que había estado relacionado o mantenido contactos: los expresidentes o primeros ministros de Japón, Uruguay, Guinea, Ucrania, Estonia, Bosnia, El Salvador Guyana, Barbados, los mismísimos Gorbachov, Nixon, los Bush o la Sra. Thatcher…

A las diez de la mañana, daba comienzo el culto. Se condujo el cadáver en un enorme ataúd labrado desde su inicial emplazamiento hasta el Centre. Abrían el cortejo fúnebre, vestidas con uniformes des corte militar, cuarenta parejas a las que había casado el Rvdo. Moon en alguna de sus celebraciones o bendiciones matrimoniales masivas. Seguían a continuación el hijo menor, Hyung Jin Moon, Presidente de la Universal Peace Federation International, la viuda y los demás familiares.

En medio de la adecuada música solemne, se instaló el ataúd en su lugar, y las personalidades ocuparon sus puestos. Se iniciaba así la «Seongwha» (ascensión), término que, como se ha dicho, fue creado por «los Padres Verdaderos» para referirse a la muerte, que deja de considerarse un momento de tristeza y sufrimiento y se convierte en sinónimo de entrada en el mundo del espíritu, mundo de gozo y victoria que los que aquí quedamos debemos compartir con quienes ya se han ido. Desde esta perspectiva, es fácil entender el tono general de la celebración: todas las palabras de los participantes (la viuda permaneció en silencio toda la ceremonia) fueron no sólo de elogio para el Padre, sino de consuelo e invitación a la alegría de aquel momento.

Se podría tener una idea aproximada si se encuentra el texto de una ceremonia que presidió el mismo Revdo. Moon el 18 de marzo de 2011 en la sede de las Naciones Unidas en honor de los líderes mundiales difuntos. Las palabras mismas del Padre eran: «en el momento de la muerte, nuestros espíritus deberían sentirse más emocionados e ilusionados de lo que se siente una novia recién desposada cuando va por primera vez a la casa de su novio». No obstante el clima de alegría, en un momento dado en todo el recinto se hizo patente el sonido constante aunque discreto de los sollozos de los jóvenes que ocupaban las gradas.

Pero es en la terminología utilizada durante todo el acto donde se manifiesta de manera más clara toda la ideología subyacente en la enseñanza, ministerio y sensibilidad del movimiento de la Iglesia de la Unificación. Ante todo, en ningún momento se ha rezado o intercedido por el difunto, ya que ha cumplido su misión y lo único que puede hacer él es interceder por nosotros.

La palabra que con más frecuencia se ha escuchado es la de «el Padre» (y es preciso insistir en la importancia del artículo subrayado y en negrita. Ese papel de paternidad absoluta es compartido con su esposa, la Sra. Moon: ellos son los «Padres Verdaderos» en quienes se han cumplido plenamente los designios de Dios para con la humanidad corrupta y pecadora, convirtiéndose así en arquetipo de toda paternidad terrena. Ellos son fuente de paz, de esperanza, de sentido. En definitiva, primicia y semilla de la nueva humanidad conforme con los proyectos originarios de Dios.

El Revdo. Moon es, en realidad el nuevo, único y verdadero Mesías, en quien se ha cumplido definitivamente el mesianismo que el mismo Jesús no pudo llevar a plenitud. Por eso no se le aplica el término «Príncipe de la Paz», como a Cristo, puesto que el Revdo. Moon ya fue proclamado «Rey de la Paz» en una solemne ceremonia de coronación en el edificio Dirksen del Senado de Estados Unidos, en Washington, el 23 de marzo de 2004, acto al que asistieron notables miembros de las cámaras.

Tras los discursos de testimonio y alabanza, expresados en los términos y con el contenido que acabo de mencionar, el hijo menor del Revdo. Moon y su esposa encendieron una serie de velas simbolizando la vida; siguieron las ofrendas florales de personajes religiosos, políticos y profesionales que representaban a las diversas confesiones, nacionalidades y razas, y ponían des relieve el carácter universal de la Iglesia de la Unificación.

De todos ellos, resulta curioso constatar la presencia de Monseñor Emmanuel Milingo, el arzobispo católico que en 2000 contrajo matrimonio en una ceremonia ante el Revdo. Moon, y que en la actualidad encabeza un movimiento a favor del matrimonio de los sacerdotes católicos.

Siguieron la intervención del coro y la orquesta de jóvenes, las bendiciones y aclamaciones finales. De nuevo fue trasladado el cadáver con igual solemnidad a lugar de reposo, en el mismo centro Cheongpyeong, donde fue sepultado; la ceremonia fue presenciada a través de las pantallas gigantes instaladas dentro y fuera del Centre. Según los organizadores, además de estos 30.000 asistentes, han pasado por el conjunto de las instalaciones unas 180.000 personas, a las que hay que añadir los 7 millones que han manifestado sus condolencias en los muchos centros que tiene la organización por todo el mundo.

La jornada terminó con la cena de despedida. El Revdo. Hyung Jin Moon, hijo menor del Revdo. Moon, y su esposa recibieron a los invitados VIP. Intervinieron, una vez más con las bendiciones obligadas y los discursos de agradecimiento y alabanza, miembros de la Iglesia Anglicana, del mundo del hinduismo y del Islam. En su alocución final, Hyung Jin Moon volvió a poner de relieve la labor mesiánica de su padre y la grave responsabilidad que le suponía proseguir esa misma tarea mesiánica.

Queda en el aire su función personal: no se sabe con exactitud si su labor actual como Presidente Internacional de la Universal Peace Federation se convertirá en la de líder supremo o si será «la Madre Verdadera», Hak Ja Han Moon, quien ocupe el puesto dejado por su esposo. Se habla de un posible comunicado de la Sra. Moon mañana lunes. Con todo, la mayor parte de los invitados están abandonado los hoteles y, de hecho, no ha habido hasta el momento ningún anuncio oficial. Esta tarde y mañana lunes están previstas reuniones a puerta cerrada de los organismos rectores, pero al igual que sucede con la Sra. Moon, la discreción y el silencio son absolutos.

Concluye así un periodo histórico en el que el «imperio Moon» ha nacido, crecido y desarrollado actividades en todos los ámbitos, desde el estrictamente religioso, hasta el económico y político. Y en el desarrollo de cualquier proyecto global, donde no sólo se mueven y manejan palabras, ideales y creencias, sino también instituciones concretas, cifras, capitales e intereses materiales, económicos y humanos, siempre hay aspectos oscuros que no se pueden ignorar. Muerto el líder, surge inmediatamente la facilidad de palabra, y empiezan a oírse voces hasta entonces silenciosas…

No cabe duda de que la personalidad del Revdo. Moon, como la de otros líderes contemporáneos del ámbito religioso y político, ha superado el mero liderazgo personalista para convertirse en buena medida en un culto reverencial y con frecuencia acrítico. Sus autoproclamaciones mesiánicas, su dominio absoluto en todas las instituciones por él creadas, desde la Universal Peace Federation o la Unification Church, hasta los organismos para promover el arte, la cultura o el deporte, sin olvidar The Washington Times, la agencia de noticias UPI, los proyectos de ingeniería como el túnel para el estrecho de Bering, los planes sanitarios o la lucha contra el Comunismo… todo ello hará muy difícil la tarea de quien o quienes traten de proseguir su labor con un pulso de igual firmeza. Como siempre, sólo la espera paciente nos permitirá seguir los pasos de toda la organización y ver las consecuencias de la ausencia de «el Padre».

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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