Francisco es visto por este grupo como un "latino irresponsable que ha llegado y se ha atrevido a desafiar y a desordenar la estructura milenaria de la Iglesia"
(Jesús Bastante).- Algo se mueve en Alemania. La tierra que vio nacer a Lutero y a Ratzinger, donde se trazaron las dos grandes líneas maestras de la teología conciliar (Tubinga y Ratisbona), vuelve a presentarse hoy como ejemplo de las dos «almas» de la Iglesia católica: la reformista y la conservadora. Hoy, cuando se cumplen nueve meses del pontificado de Francisco, precisamente voces alemanas las que ejemplifican la discusión, el debate (y quién sabe si un posible cisma aletargado) en la Santa Sede.
El acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar ha sido la chispa que ha encendido la mecha del debate, que la prensa alemana ha analizado con crudeza. «El mundo lo ama, pero…» titula el prestigioso Die Zeit, que pone nombres y apellidos tanto a los antagonistas como a los paladines del Papa Bergoglio en la Iglesia del gigante centroeuropeo. A un lado del campo de batalla, el secretario personal de Joseph Ratzinger, Georg Gaënswein, y el prefecto de Doctrina de la Fe, Gerhard Müller, ambos criados en el espíritu de Tubinga (y del papa emérito); al otro, los reformadores cardenales Reinhard Marx (uno de los miembros del «G-8» cardenalicio), y Walter Kasper.
Los «enemigos» de Francisco son pocos, pero influyentes. Se ven en la Curia, entre los antiguos colaboradores de Ratzinger y entre los que temen que una Iglesia más abierta y dialogante acabe con las estructuras de poder, y con la visión misma de la institución como una entidad mística y divina (y, por lo tanto, inatacable). «Un poderoso clan de cardenales -cuenta Die Zeit- para quienes el argentino, con su espontáneo entusiasmo, modestia, informalidad y, sobre todo, su decidido ánimo reformista, se ha convertido en una amenaza a su tradición de poderío».
El mundo ama al Papa, pero… ¿y en el interior de la Iglesia? La oposición silenciosa a Bergoglio, como se ha resaltado, cada vez lo es menos, y algunos ya hablan de un cisma encubierto, que podría plasmarse si se abre la puerta a los divorciados vueltos a casar, cuestión que no debería resultar tan relevante en un mundo en el que la doctrina tiene que estar sometida al mandato del amor y de la misericordia, como apunta el propio Francisco. Francisco es visto por este grupo como un «latino irresponsable que ha llegado y se ha atrevido a desafiar y a desordenar la estructura milenaria de la Iglesia»
Tanto Müller como Gänswein, explica el semanario alemán, han labrado su profusa biografía eclesiástica en el poderoso y milenario «semillero», o más bien «criadero», teológico del arzobispado de Ratisbona, desde donde se han dictado dogma y doctrina católica desde el año 1108, y se ha decidido el curso de la Iglesia, casi tanto o más que en el propio Vaticano.
Es el mismo semillero de donde provino el papa emérito Jo-seph Ratzinger, quien en octubre del 2012, cuatro meses antes de renunciar, elevó a su discípulo, el cardenal, Gerhard Ludwig Müller, exobispo de Ratisbona, al cargo de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la segunda posición con más rango y poder en el Vaticano, -después de la del pontífice-, cuya función es análoga y, de hecho, sucesora de lo que fue el Tribunal de la Inquisición. Si damos por bueno que, como se ha dicho, el hoy emérito pensó en su renuncia ya en marzo de 2012, tras su viaje a México, el nombramiento de Müller podría suponer un intento por perpetuar un modelo de control doctrinal.
Die Zeit sitúa a Gerhard Ludwig Müller, de 64 años, como principal antagonista de Francisco, y analiza las posiciones eclesiásticas de uno y otro, si bien colocándolos en posturas absolutamente encontradas que probablemente merecerían una consideración más moderada. Éstas son algunas de ellas:
«Mientras Francisco está decidido a trabajar por una Iglesia modesta y misericordiosa, Müller lidera el grupo de cardenales para quienes el poder y la riqueza de la Iglesia son materias indiscutibles. Mientras Francisco llegó decidido a buscar y encontrar aliados, también entre los contrarios, como es el caso de su acercamiento a los protestantes, el cardenal Müller ve en ellos a grandes enemigos, de los que la Iglesia está obligada a protegerse».
«Mientras Francisco tiende su mano a los católicos descarriados, como por ejemplo a los divorciados, Müller cierra el diálogo con ellos e insiste con puño de acero en seguir prohibiéndoles la comunión y un lugar en la Iglesia».
«Mientras Francisco aparta a los fieles de obispos despilfarradores y vanidosos como el extitular del obispado de Limburg, Tebarz van Elst, el cardenal Müller abiertamente lo protege, le busca aliados en Ratisbona e insiste en que debe regresar a su cargo y posición».
«Mientras la visión de la Iglesia de Francisco se basa en que los creyentes y sus necesidades deben ser tenidos en cuenta a la hora de decidir las normas, para Müller es la Iglesia quien rige sobre el mundo católico y es ella quien impone a sus fieles lo que está bien y lo que está mal».
«Mientras Francisco está decidido a encontrar y señalar a los pecadores en el mismo Vaticano, Müller se aferra persistentemente a su necesidad de que sea su tribunal quien administre las condenas».
«Mientras la materia prima del apostolado de Francisco es reimplantar la misericordia como distintivo católico, el capital del Müller es propagar y administrar el miedo católico, materia prima de lo que ha sido desde tiempos inmemoriales la función de los temidos guardianes de la fe»
El otro «enemigo alemán» de Bergoglio está muy cerca de él. Se trata del prefecto de la Casa pontificia, y secretario personal de Ratzinger, Georg Gänswein. En recientes declaraciones, «Il Bello Giorgio», mostraba cómo le costó asumir la renuncia de Benedicto XVI y cómo algunas de las primeras decisiones de su sucesor, como dejar el Palacio Apostólico y vivir en Santa Marta, suponían una afrenta contra su maestro Ratzinger.
«¿Es que acaso el papa anterior y los anteriores papas no eran ni vivían modestamente?«, declaró Gänswein, quien sintió la marcha del papa emérito como «una amputación». El informe de Die Zeit, cita a Gänswein con declaraciones sobre el pontificado de Francisco de un talante altamente irónico y amargado.
«Lo que estoy haciendo es esperar a que llegue cada día para enterarme de qué será hoy diferente de como ha sido siempre». Y no hay duda de que Francisco está dando muchos ejemplos de que su pontificado es y será diferente de lo que ha sido siempre.