En este movimiento hay miles de personas que quieren vivir sinceramente el Evangelio. Pero tal vez sea imposible que lo hagan dentro de una institución viciada en su origen y su carisma. El de su fundador. Un pederasta como Marcial Maciel
(Jesús Bastante).- El próximo miércoles, 8 de enero, arranca la Congregación General que decidirá el futuro de los Legionarios de Cristo. A lo largo de algo más de un mes, 61 responsables de la orden, elegidos por ellos mismos, tratarán de buscar una salida digna para la conservación de la orden fundada por el pederasta Marcial Maciel.
Entre los participantes, auténticos «bultos sospechosos», como Luis Garza y Álvaro Corcuera, o elementos tan poco dotados para el liderazgo como Juan Carlos Ortega y Florencio Sánchez, de cuyas «habilidades» ya hemos dado cuenta en estas páginas.
La Legión de Cristo se lo juega a todo o nada. No sólo el trabajo de los últimos siete años, desde que Benedicto XVI relegara a una vida en silencio al todavía vivo Maciel; no sólo la labor llevada a cabo por los comisarios pontificios -entre ellos, Ricardo Blázquez-, o por el delegado, Velasio de Paolis. Con la Legión de Cristo nos estamos jugando la credibilidad como institución.
No es el de la Legión un tema interno que han de abordar y decidir única y exclusivamente los legionarios. No. Ya no. El Papa Francisco tiene ante sí el primer gran reto, el primer conficto en mayúsculas, de su pontificado.
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