¿Somos nosotros como María y José o somos como Herodes que quiere eliminar al Niño?
(José M. Vidal, enviado especial a Tierra Santa).- Desde muy temprano, en la plaza del Pesebre no cabe ya un alfiler, a la espera de la misa del Papa Francisco. Cristianos (incluso algunos de Gaza), pero también muchos ortodoxos y muchos musulmanes. Este es un Papa querido por los fieles de todas las religiones. Y peregrinos de todas las partes del mundo, llegados a Tierra Santa para arroparlo y acompañarlo.
Mientras esperan, un conjunto de un cura, con coro de seminaristas, entonan cantos religiosos. Muchos de los muros de la Plaza están tapizados con cuadros bíblicos y el frontal del altar con un enorme tapiz, en el que aparecen los tres Papas que visitaron Belén (Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI) camino del pesebre.
Hay gente por todas partes, incluidos los tejados y las terrazas que dan a la plaza. Esto es una fiesta de fe y de alegría. El Papa pone de nuevo en el mapa del mundo el dolor, el llanto y la esperanza de los creyentes de Tierra Santa, cada vez menos numerosos.
En Belén llegaron a ser el 80% de la población y hoy han quedado reducidos al 18%. Y su número sigue bajando, con el riesgo de que puedan desaparecer por completo. El Papa viene a animarles. Se sienten orgullosos de él y quieren transmitirle también su decisión de seguir asidos a la esperanza de Dios.
Entre los cardenales presentes, Parolin, Koch, Tauran o el libanés Bechara Rai, cuya presencia aquí provocó polémica en su país.
Sin blindajes, en un apapamóvil descubierto llega el Papa a la plaza y es aclamado, entre vivas y gritos de todo tipo. El entusiasmo es total.
Acompañado del Patriarca Twal y de su inseperable intérprete franciscano, el Papa sonríe y bendice. Se le nota contento y satisfecho.
Entra en un edificio anexo para revestirse para la eucaristía. Antes de que salga el Papa, llega a la misa el presidente de Palestina, el musulmán Mahmud Abbas. Y se coloca en su silla, como uno más. Con su palestina al cuello y su gorra blanca, mientras el coro entonca el villancico del «Gloria in excelsis Deo», dado que estamos en Belén, la ciudad de la Natividad.
Entre los concelebrantes, el Patriarca libanés Bechara Rai, patriarcas orientales, Parolin, Tauran, Sandri o Koch.
Tras la procesión de entrada, el Papa inciensa la imagen de San José y la Virgen en el borrico. Y comienza la eucaristía bajo el frontal de los tres papas, que, ahora, son ya cuatro. Los cuatro Papas de Belén.
Antes de comenzar la eucaristía, el Papa pidió detener su coche algunos instantes al lado del Muro. Se acercó, se concentró en oración durante algunos minutos, y, al finalizar, toco el Muro con su frente y volvió a subirse a su coche. ¡Todo un gesto de rechazo callado y orante! Un silencio y una oración más elocuente que mil discursos contra ese Muro que separa el lugar del nacimiento y de la resurrección de Cristo.
Como siempre, cuando comienza la celebración, el Papa se transforma y se concentra. Entra en su espacio de oración y de conexión íntima con los misterios de la fe.
Algunas frases de la homilía del Papa en Belén
«Gracias a Mahmud Abbas, al Patriarca Twal, a los valientes franciscanos y a todos»
«Gracias por vuestra acogida»
«El Niño Jesus, nacido en Belén, es el signo dado por Dios, el signo de la ternura de Dios y de su presencia en el mundo»
«Hoy, los niños son un signo de esperanza y de vida, pero también el signo diagnóstico para comprender el estado de salud de una familia y del mundo entero»
«El signo es: buscad al niño»
«El niño es frágil…débil y necesita ser ayudado y protegido»
«Los niños hoy tienen necesidad de ser acogidos y defendidos desde el seno materno»
«Hay muchos niños en condiciones inhumanas, que viven en las periferias de las grandes ciudades o en las zonas rurales»
«Niños esclavizados, explotados, refugiados o que se ahogan en las aguas del Mediterráneo»
«De todo esto nos avergonzamos ante el Jesús Niño»
«¿Somos nosotros como María y José o somos como Herodes que quiere eliminar al Niño?»
«¿Somos como los pastores o somos indiferentes? ¿Somos capaces de estar a su lado, de perder tiempo con ellos, escucharlos, protegerlos y rezar por ellos y con ellos?»
«Ésta es la señal: encontraréis un niño»
«Pero ese Niño llora, porque tiene hambre y frio y quiere brazos»
«Lloran los niños y lloran mucho y su llanto nos interpela»
«Hay niños que lloran por hambre y por enfermedades fácilmente curables»
«Se comercia con armas que terminan en manos de los niños-soldados»
«Su llanto es ahogado. No pueden llorar»
«Pero lloran sus madres, actuales Raqueles, que lloran por sus hijos y no quieren ser consoladas»
«María, enséñanos a acoger y a adorar y a seguir. Amén»
Texto íntegro de la homilía del Papa en Belén
«Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre » (Lc 2,12).
Es una gracia muy grande celebrar la Eucaristía en el lugar en que nació Jesús. Doy gracias a Dios y a vosotros que me habéis recibido en mi peregrinación: al Presidente Mahmoud Abbas y a las demás autoridades; al Patriarca Fouad Twal, a los demás Obispos y Ordinarios de Tierra Santa, a los sacerdotes, las personas consagradas y a cuantos se esfuerzan por tener viva la fe, la esperanza y la caridad en esta tierra; a los re-presentantes de los fieles provenientes de Gaza, Galilea y a los emigrantes de Asia y África. Gracias por vuestra acogida.
El Niño Jesús, nacido en Belén, es el signo que Dios dio a los que esperaban la salvación, y permanece para siempre como signo de la ternura de Dios y de su presencia en el mundo. «Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño…».
También hoy los niños son un signo. Signo de esperanza, signo de vida, pero también signo «diagnóstico» para entender el estado de salud de una familia, de una sociedad, de todo el mundo. Cuando los niños son recibidos, amados, custodiados, tutelados, la familia está sana, la sociedad mejora, el mundo es más humano. Recordemos la labor que realiza el Instituto Effetà Pablo VI a favor de los niños palestinos sordomudos: es un signo concreto de la bondad de Dios.
Dios nos repite también a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI: «Y aquí tenéis la señal», buscad al niño…
El Niño de Belén es frágil, como todos los recién nacidos. No sabe hablar y, sin embargo, es la Palabra que se ha hecho carne, que ha venido a cambiar el corazón y la vida de los hombres. Este Niño, como todo niño, es débil y necesita ayuda y protección. También hoy los niños necesitan ser acogidos y defendidos desde el seno materno.
En nuestro mundo, que ha desarrollado las tecnologías más sofisticadas, hay todavía por desgracia tantos niños en condiciones deshumanas, que viven al margen de la sociedad, en las periferias de las grandes ciudades o en las zonas rurales. Todavía hoy muchos niños son explotados, maltratados, esclavizados, objeto de violencia y de tráfico ilícito. Demasiados niños son hoy prófugos, refugiados, a veces ahogados en los mares, especialmente en las aguas del Mediterráneo. De todo esto nos avergonzamos hoy delante de Dios, el Dios que se ha hecho Niño.
Y nos preguntamos: ¿Quién somos nosotros ante Jesús Niño? ¿Quién somos ante los niños de hoy? ¿Somos como María y José, que reciben a Jesús y lo cuidan con amor materno y paterno? ¿O somos como Herodes, que desea eliminarlo? ¿Somos como los pastores, que corren, se arrodillan para adorarlo y le ofrecen sus humildes dones? ¿O somos más bien indiferentes? ¿Somos tal vez retóricos y pietistas, personas que se aprovechan de las imágenes de los niños pobres con fines lucrativos? ¿Somos capaces de estar a su lado, de «perder tiempo» con ellos? ¿Sabemos escucharlos, custodiarlos, rezar por ellos y con ellos? ¿O los descuidamos, para ocuparnos de nuestras cosas?
«Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño…». Tal vez aquel niño llora. Llora porque tiene hambre, porque tiene frío, porque quiere estar en brazos… También hoy lloran los niños, lloran mucho, y su llanto nos cuestiona. En un mundo que desecha cada día toneladas de alimento y de medicinas, hay niños que lloran en vano por el hambre y por enfermedades fácilmente curables. En una época que proclama la tutela de los menores, se venden armas que terminan en las manos de niños soldados; se comercian productos confeccionados por pequeños trabajadores esclavos. Su llanto es acallado: deben combatir, deben trabajar, no pueden llorar. Pero lloran por ellos sus ma-dres, Raqueles de hoy: lloran por sus hijos, y no quieren ser consoladas (cf. Mt 2, 18).
«Y aquí tenéis la señal». El Niño Jesús nacido en Belén, todo niño que nace y crece en cualquier parte del mundo, es signo diagnóstico, que nos permite comprobar el estado de salud de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestra nación. De este diagnóstico franco y honesto, puede brotar un estilo de vida nuevo, en el que las relaciones no sean ya de conflicto, abuso, consumismo, sino relaciones de fraternidad, de perdón y reconciliación, de participación y de amor.
Oh María, Madre de Jesús,
tú, que has acogido, enséñanos a acoger;
tú, que has adorado, enséñanos a adorar;
tú, que has seguido, enséñanos a seguir. Amén.