“El Estado debería identificarse con sus ciudadanos, no con una religión”
(José M. Vidal, enviado especial a Tierra Santa).- De origen sudafricano, nació en una familia judía y se convirtió al cristianismo. Hoy, David Neuhaus, es jesuita, Vicario patriarcal para los católicos de lengua hebrea y coordinador de la pastoral para los emigrantes del Patriarcado Latino de Jerusalén. El número dos católico en Tierra Santa espera la visita de «un Papa profeta», que sorprenda con «su peligroso talento de decir la verdad», y que denuncie la situación de discriminación en que viven los cristianos en Tierra Santa.
Tras curarse en salud y asegurar que no quiere «sembrar falsas ilusiones» y que el propio Papa dijo que «no es un mago», Neuhaus asegura que «Francisco tiene el peligroso talento de decir la verdad de lo que está pasando. No es nada diplomático. Viene a caminar sobre un campo minado, pero dirá la verdad, algo a lo que no estamos acostumbrados en los Jefes de Estado o de Gobierno que nos visitan».
Por eso, no sabe exactamente en qué, pero el vicario del patriarcado está convencido de que «el Papa nos va a sorprender» y «va a liberar nuestro imaginario anclado en el pasado, para trasladarnos a un mundo nuevo, donde vivamos como amigos y no como enemigos».
En cuanto a las relaciones de la Iglesia católica con Israel, el vicario del Patriarcado reconoce que «el Papa no está en posición de plantear exigencias», porque «no viene ni como rey ni como presidente ni como primer ministro». Pero Neuhaus apuesta a que en su visita señalará «realidades y verdades». Por ejemplo, la de «dos Estados para dos pueblos».
O dicho de otro modo, para el jesuita, el Papa viene como «un profeta, que dice la verdad, siempre desde el respeto y el amor por todos». Por eso, a su juicio, «no se limitará a hacer formulaciones piadosas sobre la Virgen, sino que va a hablar como el pastor que visita a su grey».
Para pedir, entre otras cosas, como señala Neuhaus, que los cristianos sean tratados como ciudadanos y dispongan de libertad de desplazamiento. «Pedimos el libre acceso a los santos lugares. Si alguien que viene de Argentina, puede hacerlo, ¿por qué no el que viene de Gaza o de Ramala?»
Neuhaus no quiere que se utilice el término «persecución» para hablar de los cristianos en Oriente Medio y en Israel, pero reconoce que la zona «es cada vez menos estable» y «los regímenes están colapsando».
Católicos discriminados
Porque, según Neuhaus, «hay católicos que viven bajo la ocupación israelita y están discriminados«. Por eso, «soñamos con tener en Israel los mismo derechos que los judíos, porque el Estado debería identificarse con sus ciudadanos, no con una religión». Y añadía: «Los cristianos no quieren ser reconocidos como una minoría sino como ciudadanos de pleno derecho».
Y contó el caso no sólo de los cristianos de Gaza o de Palestina, que están pasando penurias, sino el de las decenas de miles de inmigrantes, «una cantidad enorme de católicos que están entre los más pobres de los pobres y han venido a ganarse la vida en los trabajos que los israelitas no quieren».
Y tuvo un recuerdo especial, sobre todo, para las más de 50.000 personas que piden asilo y que no son refugiados, porque Israel no les concede ese título, pero «son criminalizados y tachados de infiltrados». La mayoría son africanos de Eritrea y de Sudán. Como los 2.300 jóvenes del campo de Holot, a los que acaba de visitar Neuhaus.
El reto del ecumenismo
El otro frente del Papa en su visita será el ecumenismo. Y es que, para Neuhaus, uno de los retos del Papa en Tierra Santa es su encuentro con el Patriarca Bartolomeo. Porque no se trata sólo de la conmemoración del abrazo de Pablo VI a Atenágoras, hace 50 años, sino «de una representación icónica de hacia donde va la Iglesia de Francisco y Bartolomeo», reunidos ante la tumba vacía del Santo Sepulcro.
El otro reto al que va a hacer frente Francisco en su visita es el de la relaciones interconfesionales con judíos y musulmanes. Y también en este ámbito, para Neuhaus, es muy significativo que el Papa traiga en su séquito oficial al rabino Skorka y al líder musulmán Abdud. «Se trata de otra representación icónica de que, entre las religiones, puede haber colaboración. Porque el Papa viene a decirnos: ‘Estos son mis amigos, con los que he trabajado'».