un arsenal infernal al servicio de la destrucción y la muerte, capaz de amortiguar las voces que claman por una salida no-violenta y racional al conflicto
(Manos Unidas).- La misionera comboniana española, Alicia Vacas, lamenta tener que ser testigo de una «nueva vuelta de tuerca en este círculo vicioso de odio y violencia entre los pueblos que amamos». Una «espiral de venganza, que causa pánico a ambos lados del Muro y una marea de muerte y desolación en la Franja de Gaza» y ante la que afirma sentirse impotente.
«No vemos atisbos de esperanza o de diálogo, más allá de los gestos valientes y audaces de activistas y personas de buena voluntad que no dudan en exponerse para denunciar tanto sufrimiento innecesario y sin sentido: un arsenal infernal al servicio de la destrucción y la muerte, capaz de amortiguar las voces que claman por una salida no-violenta y racional al conflicto», asegura la religiosa española.
Miedo encubierto
Por su parte, Sami El-Yousef, director regional de la Misión Pontificia, con quienes también trabaja Manos Unidas, asegura que, a pesar de la aparente firmeza de las voces de aquellos con quienes ha estado en contacto a lo largo de estos días en Gaza, ha podido sentir «la preocupación y el miedo. La falta de descanso y de sueño, la ansiedad…».
«¡Qué manera de vivir!», exclama. Y a pesar de ello, comenta con admiración, son unos valientes que y siguen llamando «hogar» a Gaza, y mantienen la fe en que dentro de poco, esto solo sea un recuerdo para ellos.
Mohhamad vive en Gaza y con solo doce años ha vivido ya tres guerras y muchos ataques por parte del ejército de Israel. Aunque el de hace unos días podría haber sido el último. La bomba que impactó en casa de su vecino Ismael y mató a dieciocho personas, podría haber caído en la suya.
¿Cuándo podrá ser un niño?
«Supe enseguida que mis vecinos y amigos estaban muertos. Y lloré. No es la primera vez que veo este caos y sé que tengo que ser fuerte». Mohhamad habla con el representante de la oficina de Cáritas en Gaza, mientras recorre un escenario dantesco de calles vacías que solo albergan escombros y se pregunta cuando podrá jugar con otros niños en esas calles…
Esta nueva escalada del conflicto palestino-israelí ha dejado, en las dos últimas semanas, más de 500 muertos, en su inmensa mayoría civiles, y miles de heridos. Además, más de medio millón de personas han tenido que desplazarse de sus hogares, en busca de la seguridad que pueden ofrecer los campos de refugiados.
Y mientras la población civil sufre las consecuencias de una guerra interminable, las posiciones de los dos bandos contendientes parecen más enfrentadas que nunca. Y la comunidad internacional reacciona con tibieza ante unos ataques en los que los «lamentables errores» dejan decenas de muertos cada día.