las lógicas de poder y económicas no son del Papa Francisco, como no deberían ser de cualquier cristiano.
(José Manuel Vidal).- El español Segundo Tejado es, ahora, subsecretario del Pontificio Consejo Cor Unum, pero, antes, estuvo diez años como cura Fidei Donum en Albania. Conoce a pie de obra el país de las águilas y asegura que «el comunismo no logró arrancar el sentimiento religioso de la gente». Sobre el viaje del Papa dice que es un signo de «empezar por lo más pequeño» y de dar «preferencia a lo que no cuenta para el mundo».
–¿Cuál es, a su juicio, el símbolo que encierra la visita del Papa a Albania?
Lo ha dicho el Papa en el viaje de vuelta desde Corea: por una parte, Albania es una nación que sufrió un largo periodo de persecución a toda la realidad religiosa, fue la primera y única nación que prohibió cualquier manifestación religiosa en la propia constitución del año 1967. Muchos sacerdotes y laicos fueron asesinados o encerrados en prisión; por otra, Albania es un país en el que el diálogo y la convivencia entre las diversas religiones es una realidad que se vive cada día. Pienso que el Papa quiera ir a Albania, para mostrar su preferencia por lo que no cuenta para el mundo: Albania es el país más periférico de Europa, tanto geográficamente como por número de habitantes. Para el Papa este es el país más importante, las lógicas de poder y económicas no son del Papa Francisco, como no deberían ser de cualquier cristiano.
– ¿Qué frutos puede conseguir Francisco en el país de las águilas?
No creo sinceramente que el Papa busque frutos en sus viajes como si se tratase de algo calculado. Le han invitado y ha pensado ¿porqué no? Empezar desde el final, desde lo más pequeño, lo que menos cuenta a los ojos del mundo. Y ha decidido ir.
– Tras las amenazas de los yihadistas del Estado Islámico, ¿puede correr algún peligro el Papa en Albania?
Ninguno. Por lo menos por parte de los albaneses. Todo el pueblo albanés estará contentísimo de la visita del Papa: musulmanes, ortodoxos, católicos, como sucedió con el Papa Juan Pablo II en el 1993. El pueblo albanés es un pueblo muy acogedor.
– ¿Vuelve usted, con el Papa, al país donde estuvo 10 años?
Mis primeros diez años como sacerdote Fidei Donum en la Archidiócesis de Tirana-Durrës, efectivamente. Del 1993 al 2003. Una experiencia que ha marcado mi vida como cristiano y como sacerdote. Una gran experiencia.
– ¿Qué recuerdos conserva de su etapa en Albania?
Tantos. Y todos buenos. Yo me sentí muy querido en Albania durante mi estancia y mi trabajo. No oculto que fue un tiempo duro e intenso. Albania salía de 40 años de férreo comunismo y la situación social y eclesial era muy difícil, había que reconstruir todo: desde las estructuras a las cosas más pequeñas, pero sobre todo había que reconstruir la comunidad eclesial, que había estado todos estos años viviendo sin sacramentos y sin formación. La alegría más grande es poder predicar el Evangelio. Luego me tocó vivir diversas crisis: la crisis financiera del 1997 y la guerra del Kosovo del 1999, como Director de la Cáritas Albania. Se puede imaginar el trabajo que tuvimos en aquellos años. Pero tengo que decir que nunca nos faltó la presencia y la ayuda del Señor en todo lo que hacíamos.
– ¿Se siguen notando los efectos de la dictadura comunista?
Hoy, mucho menos. Cuando llegué en el año 1993, la presencia del comunismo era evidente y muy presente en todos los ámbitos. Pero Albania en los últimos dos decenios ha dado pasos de gigante en su modernización. Albania ha dirigido desde siempre su mirada y sus deseos de pertenencia hacia occidente, es una tierra de frontera entre oriente y occidente. Esto tiene ventajas, pero también inconvenientes: la cultura occidental no siempre lleva consigo el verdadero progreso integral de los hombres. Y a Albania llegó el espíritu occidental muy rápidamente: había que asimilar todo en poco tiempo. Este proceso creó muchas dificultades en el tejido social albanés, sobre todo en las relaciones generacionales.
– ¿Conocen y admiran los albaneses a su paisana, la Madre Teresa?
¡Mucho! Es un honor para todos los albaneses que Madre Teresa fuese albanesa. Aunque ella partió de Albania muy joven, tenía en Tirana una hermana y su madre, que están enterradas en el cementerio de la capital. En uno de sus viajes, Madre Teresa, que no había obtenido el permiso para asistir al entierro de su madre durante la dictadura, quiso ir a depositar un ramo de flores a su tumba. La sorpresa fue que, en vez de ir directamente a la tumba de ésta, se dirigió a la del dictador Enver Hoxha y depositó sobre ella las flores, después de hacer una oración, luego se dirigió a la de su madre y hermana. Esta anécdota dice mucho del alma de esta gran albanesa. Yo tuve el honor de representar, junto a Mons. Rrok Mirdita, Arzobispo de Tirana, a la iglesia albanesa en el entierro de Madre Teresa en Calcuta.
– ¿Qué hace la Iglesia católica en un país mayoritariamente musulmán?
Pues su misión. Intentar ser sal, luz y fermento. El Islam, así como las demás confesiones, sufrieron durante la época del comunismo una persecución muy importante. Cuarenta años sin instrucción son muchos años. Yo prefiero hablar de un 70% de ateos, de hombres y mujeres sin una pertenencia clara a una religión u otra. Es cierto que son de familia musulmana, ortodoxa o católica, pero lo cierto es que no poseen, en muchos casos, una formación y una clara identidad religiosa. Yo encontré en muchos de ellos una recepción muy fresca del Evangelio, mucho más que en nuestras sociedades secularizadas. El comunismo no logró arrancar las raíces del sentimiento religioso primario en el pueblo albanés. Y como dice Ismail Kadaré, premio Príncipe de Asturias de las letras 2009, el pueblo albanés posee, en su cultura, la memoria de haber sido cristiano.
– Como subsecretario de Cor Unum, ¿le preocupa especialmente en estos momentos la situación de los refugiados iraquíes y sirios?
Nos preocupa y mucho la situación que se ha creado. Estamos en constante comunicación con la Iglesia de Irak, de Siria, del Líbano, etc. con las nunciaturas apostólicas. La situación es dramática y preocupante. Desde Cor Unum enviamos a las Diócesis las ayudas que nos llegan de los donantes de todo el mundo. Pero el trabajo importante lo realizan en el terreno las Cáritas locales ayudadas por la Cáritas Internationalis y muchas otras agencias de ayuda.
– ¿Cor Unum, el ministerio de la caridad del Papa, se encuentra desbordado ante tantas necesidades que hay en tantas partes del mundo?
Creo que el sentirse desbordado es la condición de quien se dedica a ayudar a los demás. Gracias a Dios, somos tantos: las Diócesis, las Cáritas y las demás asociaciones de ayuda. No es fácil porque las necesidades son muchas, pero hacemos lo que podemos. Desde Cor Unum buscamos ayudar en la coordinación. Tenemos abierta una mesa de coordinación con todas las organizaciones que trabajan en la crisis siria y con los refugiados, junto a la Iglesia local. En estos dos años que llevamos trabajando en la crisis siria, la Iglesia Católica en su conjunto, ha invertido en ayuda humanitaria a los refugiados, más de ochenta millones de euros en programas de acogida y emergencia. Nuestra «bolsa» se llena y se vacía al mismo tiempo: trabajamos con lo que la providencia, cada día, a través de los fieles, pone en nuestras manos para que el Santo Padre ayude a los pobres.