Mi alma se eleva al Omnipotente, fuente y origen de toda belleza, y pide al Altísimo que guíe siempre los corazones de la humanidad por el camino de la verdad, de la bondad y de la paz
(José M. Vidal).- Cambio de última hora en el programa del Papa en Estambul. Su primera visita, tras llegar a la antigua Constantinopla, no será a Santa Sofía, sino a la Mezquita Azul, para evitar la coincidencia con la ora de la oración musulmana. Y, a continuación, la visita a Santa Sofía, a tiro de piedra de la mezquita.
Larga explicación del imán al Papa en la mezquita azul. Y ambos se recogen para rezar juntos.El Papa, al lado del imán, sumamente concentrado y con la cabeza inclinada, en señal de respeto. La oración común dura varios minutos, durante lso cuales el Papa permanece con los ojos cerrados.
Tras la oración, el imán le hace entrega de un regalo, símbolo del reconocimiento entre ambas religiones. Y el Papa, le entrega un rosario. Y, ya distendidos, comentan las peculiaridades artísticas de la mezquita. Y el Papa admira su impresionante belleza.
«Tenemos que glorificar y adorar a Dios», dice el Papa. Y el imán asiente y le despide en la puerta con un mensaje de paz. Y el Papa se sube a su pequeño coche, camino de Santa Sofía, tan sólo a unos cientos de metros.
La comitiva se dirige justo enfrente de la mezquita Azul. Allí destaca la siempre bella Santa Sofía, edificada por Justiniano. Llega al instante y, en la puerta, es vitoreado con vivas, cánticos y palmas.
UN guía le explica al Papa las grandes características arquitectónicas de Santa Sofía, que el Papa escucha atentamente.
Y la visita guiada continúa dentro del ahora museo. El Papa contempla, admirado la belleza de la basílica. «¡Qué belleza!», dice el Papa.
En plena explicación turística, comienza a sonar la voz del muecin, que invita a la oración. Su canto resuena en el interior de Santa Sofía.
Terminada la visita, el Papa firma en el libro de oro de Santa Sofía y se realiza el intercambio de regalos.
Ésta es su dedicatoria: «Quam dilecta tabernacula tua Domine (Psalmus 83). Contemplando la belleza y la armonía de este lugar sagrado, mi alma se eleva al Omnipotente, fuente y origen de toda belleza, y pide al Altísimo que guíe siempre los corazones de la humanidad por el camino de la verdad, de la bondad y de la paz»
Al Papa le regalan dos libros:uno para el cuidado del cuerpo y del espíritu. Otros sobre hierbas medicinales.
Y El Papa les regala un rosario.El muecín continúa cantando. El Papa se despide de Santa Sofía y se sube a su pequeño utilitario, entre los cánticos de los cientyos de personas allí congregadas que le vitorea: ¡Viva el Papa!