(Luis G. Sobrado, Filipinas).- Comienza el cuarto día de la visita del Papa Francisco a Filipinas. En estas primeras horas de un nuevo día filipino, os ofrezco mis impresiones del día de ayer, de encuentro de Francisco con las víctimas del ciclón Yolanda en la capital de la Isla de Leyte, Tacloban.
En el horizonte, cada vez más cerca, planeaba la tormenta tropical Amang – «Tormenta Padre» – que llega ya al grado dos en la isla vecina de Samar y amenaza con llegar a Manila. A medida que se acercaba, aumentaba la velocidad de los vientos circulares que llegaron ya a 200 km/hora adelantando lluvias copiosas sobre el aeropuerto de Tacloban.
Con estas condiciones meteorológicas, el Papa Francisco tuvo que tomar decisiones rápidas. Los responsables de su seguridad aconsejaban suspender ese viaje. Al final se decidió que podía volar, pero adelantando en una hora la salida del vuelo. El aumento rápido de las velocidades del viento que traía esta tormenta tropical en las primeras horas de la mañana hizo imperativo para el piloto del avión en que volaría el Papa, el adelantar una hora la salida para Tacloban. Ya durante el día, con el aumento progresivo de los vientos y lluvias sobre el cielo de Leyte, se acordó que Francisco volaría de vuelta a Manila a la 1 de la tarde, en vez de las 5 p.m. Estos arreglos de última hora obligaron al Papa a cambiar drásticamente el programa de la jornada.
Así quedó el programa de la Visita de ayer. 17 de enero, sábado
07.35 horas – Salida de Manila para Tacloban
09.00 horas – Celebración de la Eucaristía en el aeropuerto de Tacloban
11.30 horas – Almuerzo en el palacio arzobispal de Palo, a unos 40 kilómetros del aeropuerto de Tacloban con 30 víctimas-sobrevivientes del Tifón Yolanda (Haiyan).
El encuentro programado con sacerdotes, religiosos y religiosas se redujo a un saludo rápido y el rezo del Ave María.
La inauguración del «Centro Papa Francisco» – construido con la ayuda de «Cor Unum» del Vaticano – que atenderá a huérfanos y ancianos se redujo a una ceremonia de bendición rápida y sin discursos ni diálogo con los 50 niños, niñas y ancianos, ancianas que le esperaban en una de las salas. Sí que le dio tiempo a pedir disculpas por las prisas.
Siguiendo la práctica de anteayer con los muchachos de la calle, Francisco hizo una visita de incógnito a una de las familias de Palo, entrando en una casita de la zona popular. Los que lo cuentan nos hablan de la alegría humilde y cercana del Papa y del asombro agradecido y gozoso de la familia.
Estas visitas de incógnito que parecen convertirse en algo integral de las visitas de Francisco a diferentes países, parecen también seguir estrictamente dos directivas:
Una, Publicidad cero;
Dos, diálogo de corazón a corazón entre Francisco y las personas que visita.
13.10 horas – Salida del vuelo de vuelta para Manila.
Y llegó el encuentro soñado con «Lolo Kiko»
Lolo Kiko es la expresión cariñosa de los fieles filipinos con que se refieren frecuentemente al Papa Francisco, hablando entre ellos y en la conversación informal. Lolo significa «abuelo» y Kiko quiere decir «Francisco».
Cuando Francisco llegaba al aeropuerto de Tacloban y se preparaba para celebrar la Eucaristía soñada por él para esta visita, llovía copiosamente y soplaba un viento que barría bonetes, sombreros y viseras que encontraba por el camino. A pesar de ello y con ayuda de chubasqueros amarillos de plástico, la gente que había comenzado a llegar a las 5 de la mañana, se mantuvo devota y participativa ayudados por coros impresionantes que cantan y danzan cada parte de la Eucaristía con una fuerza y una armonía difícilmente imitable. Los filipinos parecen llevar el ritmo y la música coral en su sangre.
A Francisco, envuelto también en uno de los chubasqueros amarillos, se le veía preocupado por la gente que se mojaba bajo una lluvia persistente y que daba señales de sentir frío con el viento molesto del Amang.
Y al Papa Che Francisco le faltaron las palabras
En la homilía intentó dar sentido al sufrimiento de aquella gente con familias desaparecidas, desprovistos de todo lo que habían construido y desarrollado durante años de penoso trabajo, todavía sin techo muchos de ellos. Con diez mil muertes a la vuelta de la esquina habría muy pocos en aquella asamblea de cientos de miles que no se hayan preguntado repetidamente: ¿Por qué y por qué a mí?
Fue una homilía breve. Repitió una y otra vez: «Jesús, clavado en la cruz, os entiende».
«Yo no sé qué decir». Y lo hizo en castellano. Esta vez no podía dejarse atar por el inglés. «Desde que vi vuestras casas y propiedades, vuestras familias, destruidas por el tifón – aquel 8 de noviembre del 2013 – supe que tenía que estar con vosotros.»
La Carta a los Hebreos – nuestro sacerdote que asume en propia carne todo nuestro dolor y nuestro pecado – y el Evangelio de Juan – «Madre, ahí tienes a tu hijo», marcaron el espíritu de este día de presencia de Francisco con los sobrevivientes del Yolanda.
«Yo no sé qué decir», la expresión espontánea de alguien con un corazón humilde que vive profundamente el sentido de la compasión y de la misericordia. Es, quizás, la única palabra, junto con el servicio y la presencia incondicionales, que se les puede ofrecer a quienes están apenas saliendo del shock de una tragedia semejante.
La fuerza de los gestos y de la presencia
Para mí, el mensaje más impactante de esta visita lo están constituyendo esos encuentros de incógnito. Se trata de hacerse presente al dolor de personas concretas. Esa presencia necesariamente tiene que ser sin publicidad, de corazón a corazón. Cualquier otra forma, tan pronto como entran las fotos y las cámaras por medi0 o se sienta uno con la persona humillada por el fracaso y la miseria y retorcida por el dolor, y se deja de mirar con cariño a los ojos de los que se te acercan, es una bofetada a la dignidad de la persona. No puede haber comunión de corazón y vibración profunda con el dolor del otro o de la otra.
La necesidad de tu presencia
En las entrevistas que la televisión local hicieron a la gente esperando la llegada para la misa en el aeropuerto, me llamó la atención la conversación con una vieja religiosa. Sirvo la traducción del Visaya que me ofreció un amigo:
El entrevistador le preguntaba. «Hermana, pero Usted ya es anciana y llueve y hace frío. Lleva aquí horas esperando. ¿No tiene miedo a enfermar?»
La Hermana, «Llevo más de treinta años trabajando con huérfanos en los arrabales de Tocloban. Son mis hijos. «Yolanda» nos dejó sin cuatro de las casas de acogida y me robó 10 hijitos.»
«Necesito estar con el Papa Francisco», fue la respuesta sencilla, un tanto avergonzada de la Hermana.
Creo que esta hermana expresaba de un modo sencillo la razón de la presencia de aquellos cientos de miles en la Eucaristía del Aeropuerto de Tocloban.
¡Gracias, Francisco, por una lección más!
Hoy he comenzado a comprender por qué te empeñas en esas visitas de incógnito. Es la única forma de hacerse presente al dolor. Quizás todos necesitábamos esta catequesis de alguien con tanta experiencia de encuentro con el dolor humano.