Oh rosario bendito de María, cadena dulce que nos atas a Dios, cadena de amor que nos hace hermanos, no te abandonartemos nunca
(José M. Vidal).- El santuario de Pompeya fue la puerta de entrada del Papa en Nápoles. Para postrarse ante la Virgen del Rosario, como hacen millones de peregrinos cada año. Porque para ellos y para el propio Francisco «el rosario es la oración que acompaña siempre sus vida».
A las 08:00 de la mañana, el helicóptero le dejó a las puertas del templo, que ya estaba abarrotado de fieles, a la espera del Pap y fue recibido entre vivas y aplausos.
Francisco se mantuvo varios minutos en silencio y, después, rezó una oración pública a la Virgen del Rosario.»Proclamada reina del mundo, desde el fondo de nuestra miseria, acudimos a ti…Tú eres guía y sostén seguro…Te confiamos las mil antiguas y nuevas pobrezas y, sobre todo, nuestro pecado…Ayúdanos a construir un mundo según tu corazón de madre…»
«Te entregamos todos nuestros caminos de odio y sangre…Ayúdanos a consttruir un mundo según tu corazón»
«Oh rosario bendito de María, cadena dulce que nos atas a Dios, cadena de amor que nos hace hermanos, no te abandonartemos nunca. En nuestras manos serás arma de paz y de perdón, estrella de nuestro camino»
Francisco pronunció una ‘Pequeña Súplica’, inspirada en la histórica oración, que el Beato Bartolo Longo escribió en 1883:
«Virgen del Santo Rosario, Madre del Redentor, mujer de nuestra tierra encumbrada por encima de los cielos, humilde sierva del Señor, proclamada Reina del mundo, desde lo profundo de nuestras miserias recurrimos a ti. Con confianza de hijos miramos tu rostro dulcísimo.
Coronada con doce estrellas, tú nos llevas al misterio del Padre, tú resplandeces de Espíritu Santo, tú nos donas a tu Niño divino, Jesús, nuestra esperanza, única salvación del mundo. Brindándonos tu Rosario, tú nos invitas a contemplar su rostro. Tú nos abres su corazón, abismo de alegría y de dolor, de luz y de gloria, misterio del hijo de Dios, hecho hombre por nosotros. A tus pies sobre las huellas de los Santos, nos sentimos familia de Dios.
Madre y modelo de la Iglesia, tú eres guía y sostén seguro. Haz que seamos un corazón solo y un alma sola, pueblo fuerte en camino hacia la patria del cielo. Te entregamos nuestras miserias, los tantos caminos del odio y de la sangre, las mil antiguas y nuevas pobrezas y sobre todo nuestro pecado. A ti nos encomendamos, Madre de misericordia: obtennos el perdón de Dios, ayúdanos a construir un mundo según tu corazón.
Oh Rosario bendito de María, cadena dulce que nos anuda a Dios, cadena de amor que nos hace hermanos, no te dejaremos jamás. En nuestras manos serás arma de paz y de perdón, estrella de nuestro camino. Y nuestro beso a ti, en nuestro último respiro, nos sumergirá en una ola de luz, en la visión de la Madre amada y del Hijo divino, anhelo de alegría de nuestro corazón con el Padre y el Espíritu Santo».