La sangre solidificada en la ampolla (balsamera) del siglo IV se hizo líquida en presencia de Pío XI en 1848
La sangre de san Genaro, el milagro que anualmente se repite en la fiesta del santo patrón de la ciudad de Nápoles, volvió a repetirse hoy ante la visita del Papa Francisco. Se trata de un milagro que no ocurría ante un Papa desde 1848, cuando la sangre solidificada en la ampolla (balsamera) del siglo IV se hizo líquida en presencia de Pío XI. Tampoco sucedió en las visitas apostólicas a Nápoles de Juan Pablo II ni de Benedicto XVI.
«La sangre se ha licuado a medias», ha anunciado el cardenal Crescenzio Sepe, al concluir el discurso del Papa a los sacerdotes y religiosos diocesanos. «El santo nos quiere a la mitad: ¡Tenemos que convertirnos del todo!», ha bromeado el Papa al respecto.
El papa Francisco se sorprendió hoy al enterarse de que supuestamente la sangre de San Genaro, patrón de Nápoles, se licuó parcialmente mientras estaba venerando sus reliquias, un hecho sobre el que bromeó y dijo que significa que el pueblo de Nápoles debe convertirse del todo.
Se trató de un extraordinario «milagro», tal y como anunció el cardenal napolitano Crescenzio Sepe, pues la sangre del santo no se licuó en las visitas a la ciudad del santo Juan Pablo II ni del papa emérito Benedicto XVI.
El pontífice argentino realizó estas declaraciones después de ofrecer un discurso al clero, a los religiosos y a los diáconos permanentes de la ciudad.
Fue un encuentro en el que el papa Francisco habló improvisando unas palabras y apartando los papeles con el discurso que tenía preparado: «Estoy aburrido de los discursos», dijo.
Durante su alocución, pidió a los religiosos que se pregunten si ponen a Jesús en el centro de su vida o si, por el contrario, se guían por el poder del dinero.
También defendió la importancia del espíritu de pobreza y recomendó a los que acudieron a la catedral de Nápoles a escucharle que pongan en práctica las «Obras de Misericordia».
Al acto también asistió un grupo monjas de clausura que pidieron un permiso especial para salir de su convento en esta ocasión.
Estas monjas arrancaron una sonrisa a Bergoglio cuando se acercaron para entregarle unos presentes, en una acción que no estaba programada y que les valió la riña simpática del cardenal Sepe.
Antes, el papa había comido con los presos de la cárcel de «Giuseppe Salvia» de Poggioreale, entre los que había transexuales y enfermos de SIDA.
Durante su almuerzo, según informó la Santa Sede, el papa Francisco dirigió a los presentes un mensaje de esperanza para recordarles que no deben sentirse solos, porque «Dios nunca los abandona», y les animó a arrepentirse con sinceridad de sus pecados para iniciar un camino con el que lograr la reinserción en sociedad.
En esta línea, insistió en la necesidad de que los gobiernos y las instituciones conciban las cárceles no como «un lugar de marginación», sino como un espacio «de inclusión y de estímulo para toda la sociedad, para que esta sea más justa y más atenta a las personas». (RD/Agencias)