Nunca falta en las peticiones el recuerdo a las víctimas del ébola, a los contagiados y a los que han superado la enfermedad
(Alberto López, Sierra Leona).- Los tres países de África occidental afectados por la epidemia de ébola han comenzado hoy su segunda Semana Santa con el virus. La primera, el año pasado, sólo sirvió para propagar los contagios, ya que algunos países negaron la enfermedad y al resto, como a las organizaciones internacionales que advirtieron de la explosión de muertes e infectados que ocurrió después, no les hicieron caso.
Este Domingo de Ramos es especial en Sierra Leona porque hoy afronta el último de los tres días de toque de queda previstos para intentar frenar los contagios y adivinar qué protocolo de control falla y que impide llegar a los cero infectados.
La celebración de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén tenía, sin embargo, condiciones para la comunidad cristiana de Sierra Leona: sólo podían celebrarse eucaristías en los templos entre las siete de la mañana y las dos de la tarde, pero sin procesiones por las calles, prohibidas precisamente por el ébola, que también terminó hace tiempo con el gesto de la paz en las iglesias y los saludos en la calle.
Los comunidad cristiana es minoritaria en Sierra Leona, un país musulmán y también con una importante representación animista. Sin embargo, el ébola, como ya ocurrió con la guerra civil que sufrió el país entre 1991 y 2002, «está haciendo volver a la gente a las iglesias. Piden bautizar a sus hijos y cada vez hay más personas que quieren casarse en las iglesias», asegura la hermana clarisa María Jesús, de origen mexicano y presidenta de la Conferencia de Religiosos de Sierra Leona.
El país cuenta con 17 congregaciones religiosas, algunas de ellas muy apreciadas por la población por el tiempo que llevan en Sierra Leona a su lado, acompañándola y atendiéndola como ocurrió durante la guerra civil y también en la actualidad con el ébola.
Los Salesianos es una de esas congregaciones ‘bendecidas’ por la población. Nombrar a Don Bosco en el país te abre las puertas en la aduana, en los controles de carretera… todo el mundo lo conoce. Al igual que ocurrió con otros religiosos, su labor educativa, formativa y asistencial no ha caído en saco roto y la decisión de quedarse en el país se ha visto recompensada, ya que cuentan con la admiración de los cristianos y el respeto de los musulmanes, que también acuden a sus escuelas.
El padre Ubaldino Andrade, misionero salesiano y director de la presencia que la Congregación tiene en Freetown y de una nueva en Bo, da una clave para entender la religiosidad de los sierraleonenses: «Jamás culpan a Dios de lo que les ocurre y siempre cuentan con Él. Tienen la mentalidad de vivir al día y en ese día a día siempre tienen presente a Dios».
La misa principal en la parroquia salesiana de María Auxiliadora en Lungi del Domingo de Ramos estaba prevista para las 10 de la mañana para dar tiempo a los feligreses a desplazarse desde sus casas (algunos realmente lejos y por caminos difíciles para ir en coche o moto) y también para que pudieran regresar antes de que finalizara la excepción de toque de queda.
La eucaristía en Sierra Leona es una celebración comunitaria en el más amplio sentido de la expresión y, en esta ocasión, tras dos días de toque de queda y siendo Domingo de Ramos, ha sido una auténtica fiesta con más de 600 personas llenando el templo e incluso sentados fuera de él. Muchos niños y muchos jóvenes, porque así es la mayoría de la población en Sierra Leona, forman la participativa comunidad católica del país.
«Siempre digo que las eucaristías en África son una comunión perfecta entre cuerpo y espíritu de toda la comunidad de fieles. Las preparan, las viven y siempre están receptivos a escuchar y a agradecer», asegura Jorge Crisafulli, misionero salesiano y Superior de la Congregación en los países anglófonos de África.
Los feligreses se dan un baño antes de lucir sus mejores ropas para acudir a misa, y eso, en un país en plena temporada seca, y en el que el jabón y el agua son dos de los productos más valiosos y en muchos casos difíciles de conseguir, dice mucho de la importancia que tiene la religión en sus vidas.
Llegan al templo en familia y lo hacen desde media hora antes de que empiece la celebración, porque para ellos es cuando verdaderamente comienza la misa. Allí, los ‘ushers’, una docena de fieles con una banda roja que cruza su pecho, los reciben y entre todos comentan la semana. Estas personas son las encargadas también de que nadie entre y salga de la iglesia en los momentos importantes de la liturgia.
Por ser el Domingo de Ramos, la bendición de las palmas, tejidas en forma de cruz por ellos mismos, se realizó en el exterior de la parroquia con una pequeña procesión por el propio recinto. Una vez en el templo, dos horas de participación, cánticos, bailes y a la vez silencio, respeto y fe acorde con lo que se celebraba.
Nunca falta en las peticiones el recuerdo a las víctimas del ébola, a los contagiados y a los que han superado la enfermedad, y las canciones, siempre a varias voces y en las que participa toda la parroquia, se convierten en un espectáculo cargado de plegaria que nada tiene que envidiar a los musicales más exitosos.
El ofertorio es otro de los momentos más participativos de la misa: organizados en varios grupos, presentan ante el altar comida (fruta, yuca, verduras…), bebida (agua, refrescos, cerveza…) y utensilios del día a día como cerillas, escobas… que servirán para repartir entre las diferentes obras de personas necesitadas que atienden los misioneros salesianos.
La celebración llega a tal punto de entenderse como algo comunitario que, en la acción de gracias tras la comunión, los avisos parroquiales se anuncian hasta los fieles que cumplirán años durante la semana.
Al terminar la celebración, con un calor asfixiante dentro y fuera de la iglesia, hubo intercambio de saludos y buenos deseos para estos días de Semana Santa, antes de regresar a sus casas a encerrarse hasta el final del toque de queda.
Mañana, para una población que vive al día, será otra jornada en la que luchar para salir adelante y, tal y como dicen ellos, «también un día menos para derrotar al ébola definitivamente». Inmersos ya en la Semana Santa, también saben que en los próximos días volverán a encontrarse en el templo, y eso es un motivo de fiesta y alegría que no esconden.