Según el relato bíblico, teniendo que escapar a toda prisa de Egipto, los israelitas no pudieron hornear el pan correctamente y tuvieron que conformarse con una suerte de masa no leudada, denominada en hebreo "matzá"
Peregrinos católicos de todo el mundo y feligreses judíos coincidieron ayer en la ciudad santa de Jerusalén para celebrar el Sábado Santo o de Gloria, horas antes de la conmemoración de la resurrección de Jesús, así como el Pesaj.
La iglesia del Santo Sepulcro, donde la tradición señala la crucifixión, entierro y resurrección de Jesús, se convierte en el eje central de los festejos del Sábado Santo.
Éstos comenzaron a primera hora de la mañana con una vigilia pascual encabezada por el patriarca latino de Jerusalén, Fuad Twal, el principal evento del día en el templo donde arde el fuego que simboliza la luz del regreso.
A media tarde los franciscanos se congregaron para continuar con las celebraciones en el lugar, donde pasada la medianoche se celebró la Liturgia de las Horas.
Los actos coincidieron con el inicio de la Pascua hebrea o Pesaj para recordar el fin de la esclavitud del pueblo judío y el éxodo del Egipto faraónico. El pueblo judío conmemora a partir del sábado su Pascua, conocida en hebreo como «Pésaj», en la que se abstiene de comer pan y productos leudados durante una semana para recordar el fin de la esclavitud y el éxodo del Egipto faraónico.
Este episodio bíblico que relata el Pentateuco, fundamentalmente el Libro del Éxodo, es considerado por los judíos un hito que conforma su conciencia como pueblo al otorgar a los descendientes de Jacob una identidad propia como nación libre, provista de una Ley.
De acuerdo a la tradición, los judíos no prueban ningún alimento fermentado durante siete días para recordar cómo se libraron del yugo del faraón hace unos 3,500 años de la mano de Moisés.
La festividad es una de las más alegres del calendario hebreo y una de las tres en las que se solía peregrinar al antiguo Templo de Jerusalén para realizar ofrendas, razón por la que la ciudad santa se convierte estos días en epicentro de las visitas -se esperan 130.000, según el Ministerio de Turismo- tanto por la pascua judía como la Semana Santa cristiana con la que suele coincidir.
La conmemoración, que también marca el inicio de la primavera, arrancó la noche del viernes con una cena ritual conocida como «Seder» (literalmente, «Orden» o «Procedimiento» pascual) en la que los comensales degustan en familia alimentos que simbolizan los sinsabores y vicisitudes que sus antepasados padecieron durante la épica travesía por el desierto.
Según el relato bíblico, teniendo que escapar a toda prisa de Egipto, los israelitas no pudieron hornear el pan correctamente y tuvieron que conformarse con una suerte de masa no leudada, denominada en hebreo «matzá».
El diario Haaretz desglosa esta semana en un artículo la probable etimología del término, que ha intrigado durante generaciones tanto a rabinos como a lingüistas.
Algunos señalan que procede de la raíz hebrea del verbo «chupar», en aparente alusión a que el pan es completamente seco, mientras que otros abogan porque procede de la raíz hebrea de «prisa», por el escaso tiempo de cocción de la masa.
Otra teoría sin embargo, echa por tierra esas explicaciones y señala que la voz «matzá» ya aparece en el libro del Génesis, por lo que podría tratarse de un alimento no relacionado necesariamente con la fiesta y proceder de otra lengua no hebrea cuyo significado sería meramente el de «pan de cebada», una posible derivación del griego.
La costumbre instaurada hoy en día no se limita exclusivamente a no comer pan, sino que entre algunos sectores ultra-ortodoxos se incluyen igualmente las legumbres, especialmente entre los judíos de origen askenazí (originarios de Europa central y oriental).
Así, desde hace varios días los supermercados y establecimientos de comida mantienen precintados y cubiertos con lonetas las secciones de productos que contienen levaduras, incluida la cerveza, así como legumbres y otros cereales.
En días precedentes muchos judíos siguieron el ritual -no menos esclavo, según apuntan algunos críticos- de limpiar a fondo los hogares para deshacerse de las más minúsculas migas, al que sigue la venta simbólica de los productos prohibidos a un gentil y la quema del «jametz», esto es, de los restos del pan en hogueras.
Las tradiciones como no comer productos leudados y recordar el relato bíblico en la cena principal a través de la «Hagadá», epopeya destinada a transmitir el mensaje de generación en generación, son seguidas por amplios sectores en Israel, incluidos laicos.
(Rd/Agencias)