Y el Papa no se cansa. Está con los suyos. No tiene prisa.Y la gente le devuelve su ternura: 'Viva el Papa' y 'Francesco, Francesco'
(José M. Vidal/Agencias).- Tras la apertura de la puerta santa por la mañana, el Papa se fue por la tarde a rendir homenaje a la Inmaculada ante la embajada de España ante la Santa Sede. En ena ceremonia sencilla, pero llena de ternura y encanto, sobre todo cuando Francisco besa, abraza y acaricia a decenas de enfermos que esperan su bendición.
En su oración, Francisco recordó a «aquellos que sienten más duro el camino» de la vida como los enfermos, los presos y quienes «llegan de tierras lejanas en busca de paz y trabajo».
«Vengo en nombre de las familias, con sus alegrías y penas; de los niños y jóvenes, abiertos a la vida; de los ancianos, llenos de experiencia», dijo el pontífice a los pies de la estatua de la Inmaculada Concepción, en la plaza de España de Roma.
Francisco dijo representar en modo particular a «los enfermos y a los encarcelados, a quienes sienten más duro el camino».
«Como pastor vengo también en nombre de aquellos que han llegado desde tierras lejanas en busca de paz y de trabajo«, proclamó.
«Bajo tu manto hay lugar para todos porque eres la madre de la Misericordia. Tu corazón está lleno de ternura hacia todos tus hijos: la ternura de Dios, que contigo se hizo carne y se convirtió en nuestro hermano, Jesús, salvador de cada hombre y mujer», dijo.
El pontífice llegó a la plaza de España de Roma a las 15.48 hora local (14.48 GMT) y allí le esperaban miles de fieles, romanos y turistas que le recibieron al grito de «Viva el papa» y que también corearon su nombre al final de la celebración, cuando el pontífice argentino se acercó a saludarles.
Jorge Bergoglio pronunció la oración a los pies de la escultura de la Virgen, donde depositó una franja de flores blancas y amarillas, los colores de la bandera vaticana.
La tradición papal de la ofrenda de flores se remonta a 1857, tres años después de la definición dogmática de la Concepción Inmaculada de la Virgen María.
Por voluntad de Pío IX se erigió este monumento en la romana Plaza de España y fue él quien lo bendijo el 8 de septiembre de 1857 desde el balcón central de la embajada española ante la Santa Sede.
Después de la oración, Francisco permaneció varios minutos en silencio y en meditación frente a la escultura, mientras se escuchaban las letanías a la Virgen.
Al acto acudieron diversas autoridades políticas como el comisario de Roma, Franco Paolo Tronca, y una comitiva de la Embajada de España ante la Santa Sede encabezada por el embajador Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga.
Una larga letanía, mientras el Papa, de pié, reza con la cabeza baja. Los balcones de la embajada española están repletos de gente, al igual que en las aceras de la Plaza de España y aledaños.
Tras las letanías, el Papa imparte su bendición y el coro entona el ‘Tota pulchra est Maria’.
Y, a continuación, el saludo a las autoridades, entre ellas, el cardenal Filoni,vecino de la Plaza de España, y el embajador español ante la Santa Sede.
Terminada la ceremonia oficial, el Papa se detiene a besar y saludar a los enfermos. Decenas de enfermos que se han reunido allí con sus cuidadores. La gente le aclama, le llama, llora a su paso.
Tras la larga fila de enfermos, saluda a la gente, pero tadavía hay más. Y sigue saludando, a cada uno, con delicadeza, con misericordia. Mientras la gente grita su nombre como un talismán. Y la cola es interminable. El Ppaa lleva una hora saludaando y bendiciendo a los enfermos, sus preferidos.
Y el Papa no se cansa. Está con los suyos. No tiene prisa.Y la gente le devuelve su ternura: ‘Viva el Papa’ y ‘Francesco, Francesco’. Y el Papa se deja querer, besar y acariciar. «Viva el Papa. Estamos siempre contigo», le dice la gente.
Y Francisco se introduce en su pequeño Fiat azul oscuro y se dirige a Santa María la Mayor.
Oración del Papa Francisco a la Madre de Dios
Virgen María,
en este día de fiesta por tu Inmaculada Concepción,
vengo a presentarte el homenaje de fe y de amor
del pueblo santo de Dios que vive en esta Ciudad y Diócesis.
Vengo en nombre de las familias, con sus alegrías y fatigas;
de los niños y de los jóvenes, abiertos a la vida;
de los ancianos, llenos de años y de experiencia;
de modo especial vengo ante ti
por parte de los enfermos, de los encarcelados,
de quienes sienten más difícil el camino.
Como Pastor vengo también en nombre de cuantos
han llegado desde tierras lejanas en búsqueda de paz y de trabajo.
Bajo tu manto hay lugar para todos,
porque tú eres la Madre de la Misericordia.
Tu corazón está lleno de ternura hacia todos tus hijos:
la ternura de Dios, que en ti se ha encarnado
y se ha hecho nuestro hermano, Jesús,
Salvador de todo hombre y de toda mujer.
Mirándote, Madre nuestra Inmaculada,
reconocemos la victoria de la divina Misericordia
sobre el pecado y sobre todas sus consecuencias;
y se enciende en nosotros la esperanza de una mejor vida,
libre de la esclavitud, rencor y miedo.
Hoy, aquí, en el corazón de Roma, sentimos tu voz de madre
que llama a todos a ponerse en camino
hacia aquella Puerta, que representa a Cristo.
Tú dices a todos: «Vengan, acérquense confiados;
entren y reciban el don de la Misericordia;
no tengan miedo, no sientan vergüenza:
el Padre los espera con los brazos abiertos
para darles su perdón y recibirlos en su casa.
Vengan todos a la fuente de la paz y de la alegría».
Te agradecemos, Madre Inmaculada,
porque en este camino de reconciliación
tú no nos hacen caminar solos, sino nos acompañas,
estas cerca de nosotros y nos sostienes en toda dificultad.
Que tú seas bendita, ahora y siempre, Madre. Amen.