Elegimos dar, darnos. Elegimos ser instrumentos del don de Dios. Elegimos el camino que conduce a la vida
(Georges Sabé, para Los Maristas Azules).- La guerra nos invade. La guerra se ha instalado en nuestra mesa, en nuestros corazones y nuestras mentes. Se infiltra en nuestro día a día y lo transforma. La guerra está ahí.
Viene a anunciarnos el sufrimiento y la muerte. Viene a decirnos que debemos odiar, que es necesario destruir puentes y relaciones. La guerra está ahí.
Sus máquinas están operando a tope. Sus tambores golpean fuertemente. Viene a transformar nuestras noches en un relámpago y el calor de nuestros días en un horno. La guerra está ahí.
Ensucia nuestras manos. Obliga a tanta gente inocente a tomar las armas, a bombardear, a matar y sobre todo, a suprimir al otro, cualquier otro. La guerra está ahí.
Se ha instalado en máquinas infernales. Viaja hacia destinos de muerte. No se detiene. Vomita la muerte y continúa su camino gritando. La guerra está ahí.
Recoge los niños en furgonetas como cajas de sardinas, amontonados, quemados por el solo deseo de matar. Ni las lágrimas de las madres, ni los gritos de los otros niños tienen eco. Quieren jugar a héroes. Algunos lo festejarán en las ambulancias. Otros, la harán, tumbados sobre las ruinas de la no vida. La guerra está ahí.
Nos dice: «No os dejo. Os amo tanto. Os quiero, os deseo, os acaricio. Os invito a mi banquete, no faltéis a la cita».
Esta es su dirección. Alepo, calle de la vergüenza, inmueble de la miseria, piso del sufrimiento. La guerra es nuestra vida diaria. Nos negamos a participar en su banquete. Optamos por la vida. Elegimos lo otro, en su miseria y su voluntad de vivir y sobrevivir.
Para ellos, para todo niño, para todo hombre y toda mujer, para todos aquellos que sufren de esta guerra, hemos optado por tender una mano, por construir un puente, derribar un muro de vergüenza y de exclusión. Elegimos dar, darnos. Elegimos ser instrumentos del don de Dios. Elegimos el camino que conduce a la vida.
Mohamad es un niño del proyecto «Quiero aprender». Desde el final del año escolar, trabaja. Como todos los días, me llama para preguntar por nosotros.
El miércoles, 1 de junio de 2016 (Día Mundial de Oración por los hijos de Siria), le escribí el siguiente mensaje: «Tú acabas de refrescar la fuente de la paz».
«Hola, buenos días, quiero hablar con el hermano George». Nunca olvidaré su voz. Me llamabas para pedir noticias mías. Querías saber si estábamos bien. Sin embargo, el que debía hacerlo, era yo: llamarte y saber de ti cómo pasaste la noche. ¿Has estado en el sótano? ¿Ha caído algún mortero cerca de vosotros? ¿Cómo están Omar y Doha? ¿Han dormido? Y tú, querido amigo, mi pequeño de 10 años, ¿cómo estás? ¿Has podido desayunar? ¿Has ido a buscar agua para lavaros y limpiar la casa? ¿Cuántos bidones llevaste? Y el pan ¿quién fue a buscarlo? ¿Cómo habéis hecho para abasteceros de gas? ¿Habéis instalado el amperímetro?
¡Sé que estás en el trabajo! No estoy sorprendido. Yo sé que, trabajando, tú y tu hermano, mantenéis a vuestra madre. Trabajáis duro. Más de 10 horas al día.
Después que el proyecto educativo se ha terminado, estás en el trabajo. No me atrevo a decir nada. Para atender las necesidades mínimas de vuestra familia, necesitáis trabajar. Soy consciente de ello. ¿Dónde están vuestros derechos? ¿Cómo vivís esta injusticia?
Tu sonrisa no te abandona. Acabas de iluminar nuestra vida. Acabas de decirnos toda la felicidad del mundo. Acabas de refrescar la fuente de la paz.
«Hola, buenos días Mohamad, quiero darte una buena noticia: Hoy estás presente en la oración de tantos amigos. No, no solo tú, sino todos los niños de Siria. Pienso en George, el pequeño recién bautizado, en Elías que fue alcanzado por un mortero, en Hussein que se ha ido lejos del infierno de Alepo. Pienso en Israa que ha enfermado por haber salido de la clase de maternales de los Maristas. Pienso en los niños que acuden a diario a tomar comida caliente, pienso en Mufid cuya madre me dijo que tenía una fobia que le paraliza, pienso en cualquier niño con epilepsia y en tantos otros cuyos padres vienen a pedirnos pañales.
Mohamad, tú y tantos otros, sois el centro del mundo. Muchas personas en todo el mundo están orando en este momento por vosotros.
Y nosotros los Maristas que soñamos contigo con un mundo de paz y justicia, queremos decírtelo: Por ti, vamos a seguir el camino de la solidaridad, construiremos para ti, un mundo sin guerra, haremos todo lo posible para que tu vida sea un canto a la paz».
Para él, para sus padres y para muchas familias, estos compromisos se reflejan en nuestros diferentes proyectos.
Las «Canastas de alimentos» se distribuyen regularmente. Cada familia recibe también una canasta de salud y 4000 libras sirias que representan el abono de un mes para el generador eléctrico.
A principios del verano, cada miembro de nuestras familias recibió un nuevo par de zapatos.
El proyecto «Civiles heridos de guerra» ha podido salvar en este mes a varias personas afectadas por los proyectiles de mortero que cayeron abundantemente.
A pesar de la dificultad del aprovisionamiento de leche, especialmente la de los niños menores de 1 año, hemos logrado asegurarlo regularmente a todos los niños que se benefician del programa «Gota de Leche».
Muchas familias vienen a nosotros en busca de apoyo para alquilar una casa. Algunas familias se ven obligadas a abandonar su barrio convertido de golpe en lugar de alto riesgo.
La ciudad ha sufrido numerosos cortes de agua. Nuestras 4 furgonetas atraviesan los barrios para distribuir 500 litros por apartamento.
Tras un tiempo de pausa, por el mes de Ramadán, el proyecto «MIT» lanza un nuevo programa de formación para los meses de julio y agosto.
Los niños de «Quiero aprender» han pasado una semana de campamento de verano con el tema «Campanilla» («Tinker bell»). Los mayores de entre ellos pasaron dos noches. Era la primera vez que vivían esta experiencia.
Los jóvenes adolescentes han reanudado sus actividades en el marco de la «Escuela de Habilidades». Quiere «soñar y ser creativos».
El 6 de junio, abrimos nuestro nuevo «Espacio-Verano», donde todas las tardes, un centenar de familias vienen en casa, a pasar un tiempo libre. Los niños disfrutan del terreno de juego que hemos acondicionado recientemente y los padres se encuentran para respirar un poco de aire fresco, tomar un café y sobre todo encontrarse en un lugar seguro.
Termino con las palabras del Hno. Emili, Superior General, dirigiéndose a los jóvenes de la «Escuela de Habilidades» con ocasión del lanzamiento de su tema de actividades de verano:
Vosotros los jóvenes, estáis llamados a escuchar a vuestros corazones para descubrir cuál es vuestro sueño… Necesitáis momentos de silencio… No dejéis que los Señores de la guerra os roben vuestros sueños…
